domingo, 1 de septiembre de 2013

EL ULSTER. UN CONFLICTO QUE PERDURA.

Manifestantes de la «marcha naranja», celebrada el 12 de julio de 1996 en Londonderry (Irlanda del Norte) para conmemorar la victoria de los protestantes sobre los católicos en la batalla de Boyne en 1690. Manifestantes de la «marcha naranja», celebrada el 12 de julio de 1996 en Londonderry (Irlanda del Norte) para conmemorar la victoria de los protestantes sobre los católicos en la batalla de Boyne en 1690.
 
A pesar de los foros ecuménicos, que promocionan el diálogo entre los cristianos, en plena Europa perdura en la actualidad un conflicto con muchos aspectos religiosos. En el Ulster se enfrentan dos grupos: los católicos, que quieren la unión con Irlanda y son un 40% de la población, y los protestantes, que quieren seguir formando parte del Reino Unido y son el 60 %.
Las dos comunidades viven en barrios distintos y no suelen mezclarse. Hay partidos políticos confesionales de ambos bandos, en los que participan sacerdotes católicos y pastores protestantes, y se dedican a la política manteniendo el ambiente de enfrentamientos y violencia.
Los protestantes son descendientes de inmigrantes que llegaron tras el dominio inglés de Irlanda a partir de 1609.
El problema del Ulster tiene muchas causas, pero el conflicto territorial es clave. Los irlandeses consideran que se produce una ocupación ilegal de una zona de Irlanda por parte de los británicos, y la opción de unos y otros por formas diferentes de cristianismo ha sido un modo de diferenciación muy eficaz, que ha ayudado a que las posturas sean más enconadas y las señas de identidad se radicalicen.
A pesar del tiempo transcurrido, ambas comunidades suelen tratarse como extrañas. La religión les sirve para identificarse como diferentes unos de otros, aunque en los últimos años parece que el conflicto ha entrado en vías de solución.

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