Esta instrucción
pastoral es la tercera de la trilogía formada por "Testigos del Dios vivo" y
"Constructores de la paz". La fecha de publicación es el 22-4-1986; hace diez
años que los españoles hemos estrenado la democracia, y el partido socialista
está en el poder desde 1982. La nueva situación política y social requiere una
reflexión sobre cómo situarse los católicos en la vida pública dentro de una
sociedad plural y democrática. La estabilidad social, la mayoría absoluta del
partido en el gobierno, y la propia ideología de los gobernantes llevaba a la
utilización de los poderes públicos para influir de manera desmesurada en la
sociedad. Esta nueva situación ya abordada en la instrucción "Testigos de Dios
vivo" se profundiza y concreta en este nuevo documento de la CEE.
Partes de que
consta CVP. La instrucción tiene una introducción, cuatro partes y una
conclusión. 1ª Algunas características más significativas de la
realidad. 2ª Fundamentos cristianos de la actuación en la vida pública. 3ª
Presencia de la Iglesia y de los católicos en la sociedad civil. 4ª Formación
cristiana y acompañamiento eclesiástico.
Contenidos
principales de CVP.
— Los obispos
pretenden dos cosas: clarificar las cuestiones doctrinales referentes a la
participación de los católicos en la vida pública y animarles a una mayor y
mejor presencia.
— El Evangelio
influye en la sociedad si los creyentes conocemos las características de esta
sociedad. Los obispos reconocen los aspectos positivos y negativos de nuestra
cultura. El análisis en sus aspectos fundamentales es el mismo que en la
instrucción del año anterior "Testigos del Dios vivo". En el documento que nos
ocupa subrayan más que en la anterior los aspectos positivos. Insisten en tres
temas que siguen sin resolverse: la hegemonía del partido en el poder que trata
de conformar a la sociedad según su cosmovisión, la manipulación de los medios
de comunicación social por los poderes públicos, y la falta de solidaridad en la
solución de la crisis económica. Hechas estas constataciones, se retorna el tema
base: una cultura que desvincula al hombre de Dios es contradictoria incluso en
los aspectos que dice defender. Los católicos sabemos que la moral se fundamenta
en Dios y desde ahí querernos hacer nuestras aportaciones especificas.
— Hay dos
alternativas equívocas a la hora de plantear la actuación en la vida pública: el
que la Iglesia imponga su visión del orden social por medio de la legislación
civil, y la negación de la intervención pública de la Iglesia.
Los fundamentos
cristianos de la actuación en la vida pública son los siguientes: la salvación
eterna no se puede desvincular de las realidades temporales, Jesucristo es el
Señor de la Creación y de la Historia y todo lo creado se orienta a Él, dentro
del plan de Dios las realidades humanas gozan de plena autonomía, la plenitud de
lo creado está en el más allá, la consumación escatológica nos implica más en
las realidades temporales e impide confundir el Reino de Dios con cualquiera de
éstas, la Iglesia está interesada en la ordenación de todo lo existente a la
salvación total de Cristo, el proyecto de Dios aúna la dimensión individual y la
social, la caridad política es la dimensión pública de la vida teologal, todo ha
sido creado para el bien del hombre, no hay que someter la conciencia al partido
en el que se milita, una misma fe puede llevar a opciones distintas, el católico
desde la comunión eclesial mantiene una actitud crítica respecto de las
ideologías políticas, el respeto democrático al pluralismo no es indiferencia ni
escepticismo, la presencia cristiana en la vida pública debe inspirarse en el
seguimiento de Jesús y en las Bienaventuranzas, y el futuro no es la nostalgia o
el revanchismo, sino la intensificación de la fe, y la comunión eclesial y la
presencia pública de los católicos.
— La Iglesia,
continuadora de la misión de Jesucristo, está al servicio del plan de Dios en el
que entra el perfeccionamiento de las realidades temporales. Esta tarea implica
a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos.
Hay dos formas de
presencia de los católicos en la sociedad civil: la individual y asociada. El
ejercicio honesto, responsable y creativo de la profesión es muy importante por
el carácter vocacional y espiritual que tiene. En tiempos de crisis hay que ser
generosos, creativos, y evitar la búsqueda de ganancias.
- El ejercicio del
voto es un elemento significativo de participación en la vida pública. Al votar
hay que tener en cuenta: el bien común, lo mejor para los más necesitados, los
aspectos morales y el futuro. La Iglesia no dirá a quién votar; será cada uno en
conciencia el que vea a quién votar y a qué grupo afiliarse. Las mayorías
elegidas están supeditadas a la moral.
- Una sociedad es
más rica en la medida en que tiene más asociaciones; el Estado debe apoyar la
creación y funcionamiento de las asociaciones en orden al bien común. Los
cristianos formarán parte de ellas de acuerdo con la fe y las orientaciones del
Magisterio. Dentro del ordenamiento legal los cristianos pueden asociarse, las
asociaciones de inspiración cristiana no pueden aparecer como las únicas para
los católicos ni deben comprometer a la Iglesia. El hecho de declararse
cristianos no es lo mismo que la confesionalidad de las asociaciones seculares.
Los obispos advierten a los católicos de tener mucho cuidado al referirse a la
fe para apoyar un programa concreto. También los no cristianos pueden apoyar
asociaciones de cristianos que se inspiran en los aspectos básicos de la fe y de
la DSI. La Iglesia alienta este tipo de asociaciones, con la conciencia clara de
que no son una forma de confesionalidad ni instrumentos sociales al servicio de
la Iglesia.
El carácter
confesional se refiere a las asociaciones, a sus proyectos y a sus actuaciones.
La sociedad debe reconocer este tipo de asociaciones dentro de la legalidad
democrática. En este tipo de asociaciones la Iglesia es responsable no sólo de
su inspiración, sino también de sus actuaciones y resultados. La expresión
publica de confesionalidad compromete a la Iglesia; por lo mismo, para ser
asociación confesional se requiere la aprobación explícita de la jerarquía
católica. Esto se refiere particularmente a los colegios y hospitales; se
excluyen los partidos y los sindicatos por el tipo de mediación que son las
decisiones que tienen que tomar. Las asociaciones e instituciones confesionantes
en el campo de las realidades temporales merecen todo el apoyo y gratitud;
querer suprimirlas en base a la autonomía de las realidades temporales es una
forma de laicismo.
- Sugerencias
concretas sobre la actividad asociada de los católicos:
La libertad de
enseñanza unida a la libertad religiosa constituye un derecho fundamental que el
Estado debe reconocer y asegurar. Las asociaciones de centros, de padres y de
profesores son las que deben defender este derecho.
La fe vivida se
hace cultura; por consiguiente, fe y cultura están muy vinculadas. Los
cristianos están llamados a ser creadores de cultura, y esto sólo es posible si
se sienten creyentes en el ejercicio de su profesión. La presencia de
profesionales católicos en los medios de comunicación social es urgente y
decisivo.
El matrimonio y la
familia necesitan un apoyo explícito y público; las familias cristianas tienen
que actuar para defender la doctrina católica sobre la familia y para crear
asociaciones que defiendan los valores de esta institución fundamental.
Los profesionales
católicos deben estar asociados para buscar sus propios derechos, asegurar la
ética profesional y la función social de la profesión. Es necesario aportar a
las asociaciones profesionales los valores cristianos.
En lo referente a
los partidos políticos los obispos dicen que lo importante no es que se puedan
llamar cristianos, sino que lo cristiano influya en sus motivaciones, programas
y actuaciones. Esto es una forma legitima de participar los católicos en la
política; no es injerencia eclesial ni falta de respeto a la autonomía de las
realidades humanas. Para que esto sea posible, lo fundamental es la formación de
los católicos.
- A la formación y
acompañamiento eclesial se dedica la última parte de la instrucción. La
política, por su propia naturaleza y funcionamiento, crea fácilmente separación
entre la fe y la razón política. No es tarea fácil, y la Iglesia tiene el
derecho y la obligación de formar a los cristianos que participan más
directamente en la política. Para ello:
Las comunidades
cristianas deben valorar y alentar el compromiso sociopolítico de sus miembros.
El compromiso temporal de los cristianos contribuye a constituir el Reino de
Dios, y las celebraciones deben ayudar a unir la fe y el compromiso social.
Las formas de
presencia y las opciones concretas de los católicos pueden ser plurales, aunque
tomadas desde la misma fe y coherentes con los valores del Evangelio. Este
pluralismo no debe poner en peligro la unidad de la comunidad cristiana; es
necesario evitar preferencias o exclusivismos; esto se da si los prebísteros
llevan al ejercicio de su ministerio sus preferencias personales en cuestiones
sociopolíticas.
La formación y el
acompañamiento debe ser específico y especializado. Disponemos de grupos
especializados en la formación, así como de cursos y métodos experimentados
satisfactoriamente. Los obispos subrayan la importancia de que se impartan
cursos de moral política; ésta será una formación básica y común que posibilite
el encuentro de las diferentes tendencias que se dan en los cristianos.
Principales
aportaciones de CVP. Con el paso del tiempo valoramos más este documento de la
CEE. Fue una aportación necesaria, precisa y muy clarificadora, tanto por la
realidad social que se estaba viviendo, como por las resistencias eclesiales de
no pocos cristianos que pensaban y sentían como en tiempos pasados. Además, se
empezaba a constatar el desinterés grande de una buena parte de la población
española por las cuestiones políticas. A todos nos vino bien el recordatorio
sintetizado de los principios que fundamentan la actuación de los católicos en
la vida pública.
La presencia y
misión de la Iglesia es mucho más amplia que la política, pero ésta no puede
quedar al margen del compromiso temporal del cristiano. Esta afirmación se hace
más necesaria en una etapa sociopolítica en que las mayorías de un partido en el
parlamento habían generado una influencia desproporcionada y manipuladora de la
cultura y los valores morales. Queda muy claro que no se busca la creación de
partidos ni de sindicatos confesionales; pero se afirma, al mismo tiempo, la
necesidad de que los creyentes se hagan presente asociadamente y desde las
exigencias de la fe. En concreto, se justifican y valoran las asociaciones
eclesiales dependientes de la jerarquía, así como la libertad de los católicos
para optar por unas u otras asociaciones dentro del marco legal, compatibles con
los valores cristianos y que busquen el bien común.
Jesús
Sastre
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