I.
Visión general
En
el NT se dan escisiones dentro de las Iglesias locales, las cuales son
consecuencia de diferencias en la interpretación y apropiación del kerygma
apostólico ( I Cor 11, 9; Gál 5, 19; Rom 16, 17) y amenazan la koinonia que
Cristo ha dado a la Iglesia (un Dios, un Señor [1 Cor 12, 4ss], un evangelio [
1 Cor 1, 10-13 ], un bautismo y un pan [ 1 Cor 12, 13; 10, 17; Gál 3, 27 ] ).
No aparece allí ninguna escisión que condujera a la ruptura total con la
Iglesia universal. Sin embargo, es propia de los cismas reflejados en el NT la
tendencia a un aislamiento frente a la comunidad, el cual puede hacerse bastante
radical a consecuencia de discrepancias doctrinales. En la época
postapostólica el c. y la -->herejía se presentan como los grandes enemigos
de la comunidad cristiana primitiva; y se menciona entre sus causas la
ambición, los celos, la maledicencia y la actitud rebelde contra la autoridad.
Frente al oficio eclesiástico y al servicio a la totalidad de la comunidad,
para cuya edificación se dan todos los ministerios y dones de la gracia, quedan
acentuados y reciben un valor absoluto los matices personales. Formalmente, c. y
herejía todavía no se distinguen tan claramente como después; sin embargo, en
la mayoría de los casos, al c. va unido un error contra la fe. Por esto la
historia de los c. se identifica en largos trechos con la historia de las -->
herejías (consúltense, pues, las reflexiones de este artículo). Movimientos
cismáticos que desarrollan su propio orden eclesiástico y fundan una
contraiglesia se extienden a toda la historia de la Iglesia. De los primeros
tiempos del cristianismo mencionamos: el c. de Marción en el s. ti (paulinismo
exagerado y antinomismo que esgrimía el evangelio contra la ley), el ->
gnosticismo y el -> arrianismo, el movimiento milenarista del montanismo, la
secta rigorista de los novacianos (s. iii), la «Iglesia de los mártires» del
obispo Melecio de Licópolis y, en su secuela la Iglesia de los donatistas,
incomparablemente más importante, la cual rechazaba la Iglesia estatal de
Constantinopla (c. iv). El c. de Acacio, en el s. iv, y el cisma del patriarca
Focio, en el s. ix, preludiaban el --> c. oriental del s. xi.
El
largo y penoso proceso de asimilación del cristianismo por los pueblos francos
y germánicos, y la importancia capital de la lucha contra los sarracenos,
normandos y húngaros, hicieron que a final de la época carolingia no surgieran
movimientos sectarios de gran importancia. Por primera vez en el s. xi aparecen
escisiones cismáticas en los grandes movimientos religiosos populares de la
-> edad media. La más importante fue la de los -> cátaros, influidos
desde el oriente, los cuales crearon su propia Iglesia en el sur de Francia, con
su jerarquía y su dogma unitario, que por su matiz dualista y contrario a la
encarnación se oponía radicalmente a la doctrina de la Iglesia. En los valles
alpinos del Piamonte y de Saboya han podido mantenerse hasta hoy comunidades de
valdenses, los cuales, siguiendo la predicación ascética y rigorista de Pedro
Valdo, formaron una Iglesia de laicos que se orientó según el modelo de la
pobreza apostólica y evangélica. Mientras esta secta perseveró en el c., los
papas (concretamente Ínocencio iii) lograron la reincorporación de los «umiliati»,
en el norte de Italia, movidos por los mismos ideales y condenados ya como
herejes, así como la de otros grupos en el sur de Francia.
Común
a estos movimientos de -> pobreza, a los cuales Gregorio vii dio su
oportunidad histórica, por cuanto se apoyó en ellos para la ejecución de sus
reformas (-> reforma gregoriana) contra nicolaítas y simonistas, era la
crítica a las instituciones eclesiásticas y a la vida muelle del clero. El
hecho de que las instituciones eclesiásticas pasaran a tener su fin en sí
mismas y la vida mundana del clero
obscurecían la misión de dar testimonio que tiene la Iglesia, y en la baja edad
media provocaron una corriente ininterrumpida de movimientos eclesiásticos de
reforma, los cuales en Wicleff y Hus (-> husismo) derivaron hacia el c. La
proyección mundana del papa y de los cardenales fue sin duda la causa principal
del -> c. de occidente, en el transcurso del cual coexistieron dos e incluso
tres papas, cuya legitimidad estaba oculta para los coetáneos y sigue
estándolos hoy. La -> reforma aprovechó el dinamismo de los movimientos de
espiritualidad seglar y, en su protesta contra los síntomas de degeneración de
la vida eclesiástica en la baja edad media, se presenta como una negación de
todo el sistema eclesiástico medieval con su fusión de -> Iglesia y estado,
con su centralismo papal y su -> escolástica, petrificada en su formalismo.
Tampoco la Iglesia fortalecida y regenerada en el Tridentino se vio libre de
escisiones. Pero, a consecuencia de la paulatina desaparición general de la fe
y de su estrecho punto de partida, estos cismas quedaron limitados a un nivel
local, regional o nacional (c. de Utrecht del 1724; c. de la Petite 1~glise
de la Vendée, la cual no reconoció el concordato con Napoleón [->
viejos católicos]; c. de Gregorio Aglipay en las islas Filipinas [ 1902 ] ;
Iglesia nacional checoslovaca [ 1920 ] ). El trasfondo de estos c. de la edad
moderna es casi exclusivamente una tendencia nacionalista, que con más o menos
razón se alzó contra la curia romana y dio lugar a la organización de una
Iglesia propia con ayuda estatal.
Entre
los c. desaparecidos y las disidencias que todavía persisten (-> Iglesias
orientales, -> protestantismo), apoyándonos en Y. Congar, podemos establecer
las siguientes diferencias: 1) Mientras las herejías y los c. antiguos
discutían la doctrina ortodoxa en cuestiones decisivas para la historia de la
salvación (doctrina de la Trinidad, soteriología, posición de María en el
plan salvífico, gracia de Dios) y tenían un carácter más bien
«particular», las disidencias que todavía perduran son de índole
«universal», es decir, se basan en una concepción fundamental que repercute
en toda la inteligencia del cristianismo. También antes se dieron tales
interpretaciones globales, como, p. ej., en el -> gnosticismo, en los
bogomilos del oriente y en los -> cátaros, pero aquí lo específicamente
cristiano retrocede sensiblemente, en total oposición
a las disidencias universales de la actualidad, en las cuales el misterio de
Cristo, por lo menos en principio, es afirmado plenamente. 2) En concreto las
Iglesias ortodoxas orientales y el protestantismo no parten de la oposición a
una determinada doctrina eclesiástica, sino de la protesta contra un
determinado estado histórico de la Iglesia: en el s. xi el alejamiento
político entre oriente y occidente, y en el s. xvi el estado deplorable de la
vida eclesiástica en su sentido más amplio. 3) En su estructura interna los
disidentes actuales ostentan un rasgo de catolicidad; se tiende conscientemente
a la superación de la escisión. 4) Las grandes comunidades disidentes de la
actualidad custodian en mayor medida que los movimientos cismáticos de los
primeros tiempos del cristianismo valores fundamentales genuinamente cristianos,
los cuales son indicio de la acción del Espíritu Santo (Vaticano it Lumen
gentium, n .o 15).
II.
Interpretación histórica y teológica
El
punto de partida para una interpretación escatológica de las escisiones
eclesiásticas lo tenemos en 1 Cor 11, 19: oportet et haereses esse. Aquí
se acentúa la necesidad de la escisión en el sentido de un fenómeno
históricamente inevitable. Con ello, los cismas y el movimiento ecuménico que
suprime el c. se sitúan en el nivel de la historia, no en el del dogma
supratemporal. La Iglesia peregrinante está bajo la ley del pecado, y por esto
se halla expuesta a la escisión, cuyos motivos pueden ser de índole personal,
política, social, teológica o disciplinaria. Pero la Iglesia en su totalidad,
lo mismo que cada uno de sus miembros, ha de luchar por un evangelio íntegro y
sin fracturas. Para esto algunas veces tiene que pagar el precio de una
escisión. Como la verdad que vive en la Iglesia entera sobrepuja el
conocimiento creyente de sus miembros particulares, los guardianes oficiales de
la doctrina tienen el derecho y el deber de oponerse al conocimiento parcial de
algunos fieles en particular. Por tanto el c. no es mera expresión de una
caída en lo mundano, sino que puede resultar también de una auténtica
colisión de deberes.
Prevalecen
dos líneas de interpretación del citado pasaje de Pablo. La primera entendió haereses
como tensiones entre grupos, las cuales hacen que resalte la pureza de la fe ortodoxa. Mientras que la interpretación
de tipo psicológico de Juan Crisóstomo concede un carácter meramente casual a
la escisión de que habla el Apóstol, una función históricosalvífica. Para
él las haereses fueron doctrinas formalmente erróneas, y en el oportet
ve una decisión de Dios y una profecía que debe cumplirse necesariamente.
Sin los herejes nos dormiríamos sobre la sagrada Escritura, sin abrirla;
necesitamos que los otros nos espoleen para abrirnos la palabra de la Escritura
y vivir de ella. Aquí no se trata tanto de la fidelidad a la fe cuanto de su
plenitud. La interpretación de Agustín se impuso a la Iglesia latina y la
doctrina escolástica de la «permisión divina» le dio su cimentación
teológica en el campo especulativo. La reforma descubrió de nuevo la
interpretación de Juan Crisóstomo; pero la teología calvinista enlazó
directamente con Agustín y vio en las escisiones la acción necesaria de
poderes supramundanos que la soberana voluntad salvífica de Dios dirige hacia
el fin bueno que él pretende. En las discusiones confesionales este lugar de la
sagrada Escritura fue usado por representantes de las distintas direcciones, que
bajo tal escudo se mantuvieron impertérritas en su patrimonio confesional. La
más reciente exégesis bíblica de los católicos y, sobre todo, la de los
protestantes se apartan notablemente del rigor de la interpretación agustiniana
y tienden más bien hacia la interpretación de Juan Crisóstomo.
El
c. no sólo ostenta su aspecto negativo, la disolución de la unidad, sino que,
mediante una mirada retrospectiva, también descubrimos en él aspectos
constitutivos de Iglesia, propiedades proféticas y carismáticas. Así la lucha
contra la -> gnosis despertó en la Iglesia una mayor conciencia de sus
problemas en toda una serie de importantes doctrinas teológicas y, directa o
indirectamente, con su posición contraria los gnósticos propulsaron la
evolución de los dogmas (fijación del canon neotestamentario, doctrina de la
encarnación y de la de la gracia). La lucha contra el -> arrianismo llevó
la especulación trinitaria a una mayor claridad conceptual. El donatismo
obligó a la reflexión sobre el campo de la eclesiología, casi totalmente
descuidado por la clásica teología griega. Los movimiontos de -> pobreza en
la edad media, especialmente el de los -> cátaros, forzaron a las fuerzas
católicas a una interpretación dogmática de la concepción cristiana del
mundo y contribuyeron a la realización de la vida apostólica. La reforma del
s. xvr dio el impulso decisivo para la -> reforma católica en Trento. Pero a
la vez hay que tener en cuenta cómo la Iglesia, con su delimitación frente a
la herejía y el c. se expuso constantemente al peligro y llegó a caer de hecho
en el peligro de olvidar la verdad defendida por los disidentes, de modo que se
enfrentó con desconfianza a un legítimo testimonio profético.
Así
la historia de los c. posee una cierta dinámica integrante, la cual en el
transcurso histórico se pone cada vez más de manifiesto y termina disolviendo
el c., pues la herejía y el c. por su naturaleza son una acentuación excesiva
de una verdad parcial o de un aspecto olvidado de las estructuras eclesiales, y
reciben su poderío histórico de verdad unilateralmente resaltada en medio del
error. Cabe perfectamente que la escisión en la fe y en la Iglesia sea un rodeo
para llegar al reino de Dios, en primer lugar porque conduce a una reflexión
reformadora y renovadora sobre el mensaje cristiano de salvación, y en segundo
lugar porque, como esbozos de una reforma de la Iglesia, poseen y siguen
desarrollando elementos que pueden ser incorporados nuevamente a la plena
comunión eclesiástica. Mas hasta llegar a esto, la escisión es un castigo
impuesto a la culpable claudicación de los cristianos en su convivencia, en su
amor y en su fe. Por tanto el sentido de su perduración está en despertar de
nuevo el amor unificante. En sus divisiones, la cristiandad se halla bajo el
juicio de Dios; en cierto modo el juicio escatológico se anticipa en la
historia (cf. Mt 24 y 25). Pero, bajo el juicio de la ira de Dios se esconde ya
su gracia, que impulsa a las confesiones divididas a superar la separación.
Viktor
Conzemius
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