sábado, 21 de febrero de 2015

La guerra de los dioses

Durante 10 años los dioses lucharon los unos contra los otros en la mayor batalla que jamás ha sucedido. Por un lado se encontraban Cronos y sus hermanos, los ilustres titanes, asentados en la cima del monte Otris, y por el otro Zeus y sus hermanos, en lo alto del monte Olimpo. Pasados 10 años, la lucha seguía empatada pero Zeus rescató del profundo Tártaro a los Hetancoiros –Coto, Briareo y Giges–, los tres gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas que había encerrado Cronos en el Tártaro por el miedo que le inspiraban. Pero, quizá lo más sensato, es que sea el mismo Herodoto quien nos explique lo que sucedió entonces:
« [el gigante Coto le habla a Zeus] …Paladín fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello, también ahora, con corazón firme y resuelta decisión defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando con los Titanes a través de violentos combates.
»Así habló. Aplaudieron los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espíritu anhelaba la guerra con más ansia todavía que antes. Provocaron aquel día una lucha terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salían agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacían de los hombros, sobre robustos miembros.
»Aquéllos se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibían el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible refriega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban recíprocamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron entre cánticos de guerra.
»Ya no contenía Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano girando sin parar su sagrada llama.
»Por todos los lados resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo, envuelto el fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago.
»Un impresionante bochorno se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oírse con los oídos algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las alturas.
»Al mismo tiempo, los vientos expandían con esrépito la conmoción, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, armas del poderosos Zeus, y llevaban el griterío y el clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de violentos combates.
»Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos…» 
(655-720)
La derrota de los Titanes por Jordaens
La derrota de los Titanes
Jordaens (siglo XVI)

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