Durante 10 años los dioses lucharon los unos contra
los otros en la mayor batalla que jamás ha sucedido. Por un lado se
encontraban Cronos y sus hermanos, los ilustres titanes, asentados en
la cima del monte Otris, y por el otro Zeus y sus hermanos, en lo alto
del monte Olimpo. Pasados 10 años, la lucha seguía empatada pero Zeus
rescató del profundo Tártaro a los Hetancoiros –Coto, Briareo y Giges–,
los tres gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas que había
encerrado Cronos en el Tártaro por el miedo que le inspiraban. Pero,
quizá lo más sensato, es que sea el mismo Herodoto quien nos explique
lo que sucedió entonces:
« [el gigante Coto le habla a Zeus] …Paladín
fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabiduría
regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo
de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre
inexorables cadenas. Por ello, también ahora, con corazón firme y
resuelta decisión defenderemos vuestro poder en terrible batalla
luchando con los Titanes a través de violentos combates.
»Así habló. Aplaudieron los dioses dadores de
bienes al escuchar sus palabras, y su espíritu anhelaba la guerra con
más ansia todavía que antes. Provocaron aquel día una lucha terrible
todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de
Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la
tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable
vigor. Cien brazos salían agitadamente de sus hombros, para todos
igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacían de los hombros, sobre
robustos miembros.
»Aquéllos se enfrentaron a los Titanes en
funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de
otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibían
el poder de sus brazos y de su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso
ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió
estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de
los inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el
tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible
refriega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban
recíprocamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó
hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron entre cánticos de
guerra.
»Ya no contenía Zeus su furia, sino que ahora
se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza.
Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar
relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el
relámpago, volaban desde su poderosa mano girando sin parar su sagrada
llama.
»Por todos los lados resonaba la tierra
portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo,
envuelto el fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las
corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda
envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada
alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy
fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago.
»Un impresionante bochorno se apoderó del
abismo y pareció verse ante los ojos y oírse con los oídos algo igual
que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan
gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó
desde las alturas.
»Al mismo tiempo, los vientos expandían con
esrépito la conmoción, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante
rayo, armas del poderosos Zeus, y llevaban el griterío y el clamor en
medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible
contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó
la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a
través de violentos combates.
»Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges
insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate.
Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y
cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los
enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables
cadenas después de vencerlos con sus brazos…»
(655-720)
La derrota de los Titanes
Jordaens (siglo XVI)
Jordaens (siglo XVI)
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