Este nombre, que significa "Él es Dios", designa a veces a dos personajes llamados en otro lugar Eliab: el hermano mayor de David, en un pasaje de CRÓNICAS (1Cró 27,18), y un antepasado de Samuel en SAMUEL (1S 1,1). Lo llevan también dos contemporáneos de David: un miembro de la tribu de Manasés ya aliado con éste antes de la muerte de Saúl (1Cró 12,20 o 21 según vers), y un levita incluido entre los porteros del santuario, nieto de Obed-Edom (1Cró 27,7-8) que recibe el Arca de la Alianza en su casa (cf. 2S 6,10-12; 1Cró 13,13-14; 15,25).
El Elihú del libro de JOB ocupa en la Escritura un lugar más importante (Jb 32 a 37). Este inesperado interlocutor interviene discretamente en el debate del santo varón con sus tres viejos amigos y desaparece del mismo modo que había venido. Se le llama hijo de Baraquel, desconocido en otros pasajes, descendiente de Buz, tribu incluida por el GÉNESIS entre la descendencia de Najor (Gn 22,21), como la de Us, cuyo territorio es "el país de Job (cf. Jb 1,1)". La juventud e Elihú, de la que éste se vanagloria con insolencia (Jb 32,6-9), explica con vehemencia o mejor aún la irritante mezcla de fatuidad y de sabiduría profética que caracteriza sus discursos. Después de haberse preciado de su superioridad sobre los ancianos (Jb 32,10-16), de la calidad de su saber (ej.: Jb 32,17; cf. 36,1-4) y del poder de su inspiración personal (Jb 32,18), se dedica sobre todo a repetir las tesis de los restantes oradores y tiene que constatar también él que las vías de Dios son impenetrables (3j.: Jb 36,23 y 26; 37,23-24). Se puede apreciar con todo en su discurso una notable vena poética en la que algunas veces se percibe el esbozo del lenguaje con el que hablará Yahvé con su servidor (ej.: Jb 36,27 a 37,18) Se descubre también en él un interesante punto de vista sobre la utilidad del sufrimiento; recuerda al hombre, tentado por el orgullo, su modesta condición humana y, una vez sometido, lo conduce hacia Dios (ej.: Jb 33,19-28; 36,7-17).
El Elihú del libro de JOB ocupa en la Escritura un lugar más importante (Jb 32 a 37). Este inesperado interlocutor interviene discretamente en el debate del santo varón con sus tres viejos amigos y desaparece del mismo modo que había venido. Se le llama hijo de Baraquel, desconocido en otros pasajes, descendiente de Buz, tribu incluida por el GÉNESIS entre la descendencia de Najor (Gn 22,21), como la de Us, cuyo territorio es "el país de Job (cf. Jb 1,1)". La juventud e Elihú, de la que éste se vanagloria con insolencia (Jb 32,6-9), explica con vehemencia o mejor aún la irritante mezcla de fatuidad y de sabiduría profética que caracteriza sus discursos. Después de haberse preciado de su superioridad sobre los ancianos (Jb 32,10-16), de la calidad de su saber (ej.: Jb 32,17; cf. 36,1-4) y del poder de su inspiración personal (Jb 32,18), se dedica sobre todo a repetir las tesis de los restantes oradores y tiene que constatar también él que las vías de Dios son impenetrables (3j.: Jb 36,23 y 26; 37,23-24). Se puede apreciar con todo en su discurso una notable vena poética en la que algunas veces se percibe el esbozo del lenguaje con el que hablará Yahvé con su servidor (ej.: Jb 36,27 a 37,18) Se descubre también en él un interesante punto de vista sobre la utilidad del sufrimiento; recuerda al hombre, tentado por el orgullo, su modesta condición humana y, una vez sometido, lo conduce hacia Dios (ej.: Jb 33,19-28; 36,7-17).
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