lunes, 10 de junio de 2013

EL PARALÍTICO DE LA PISCINA.

(Jn 5,1-9a)

El evangelio de Juan presenta la curación de un paralítico, pero en un contexto y de un modo muy diferente de los sinópticos. El episodio se encuentra en Jn 5,1-9a. Hay que preguntarse si también ese paralítico es un simple individuo o, de algún modo, una figura representativa del pueblo.

Para establecerlo hay que prestar atención a las delicadas marcas que pone Juan en la introducción del episodio. En primer lugar, la alusión a las ovejas: “Hay en Jerusalén, junto a la Puerta Ovejera” (5,2); esta puerta existía en Jerusalén (cf. Neh 3,1.32), y por ella entraban los rebaños en la ciudad; pero en su texto, el evangelista suprime la palabra “puerta” y deja solamente el adjetivo “Ovejera”, quitando así a la expresión todo aspecto de movimiento; el sentido queda limitado a “el lugar de las ovejas”, que utilizará más adelante en el evangelio (10,1ss), donde las ovejas son explícitamente figura del pueblo. Insinúa así Juan que la muchedumbre mencionada a continuación (5,3) representa al pueblo.

Para describir la piscina, Juan dice que tenía cinco “pórticos”, detalle histórico, pero completamente innecesario para el desarrollo de la narración que sigue. Sin embargo, la palabra “pórtico” es clásica para designar los soportales del templo (10,23: “el pórtico de Salomón”). Hay, pues, alguna relación entre la piscina y el templo: el templo explotador (2,16: “no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios”) es el lugar de la fiesta religiosa y el reducto de los dirigentes (5,1: “era la fiesta de los Judíos”); la piscina es el ámbito del pueblo (las ovejas), circundado por el templo (los pórticos), donde se enseñaba y desde donde se imponía la Ley, contenida en los cinco libros de Moisés (“cinco pórticos”). Juan aprovecha así un dato histórico para fundar un sentido figurado.

El paralítico forma parte de la muchedumbre del pueblo que yacía en los pórticos. Todos son enfermos, pero no de enfermedades diferentes, sino que, según la construcción del texto, todos padecen tres invalideces: todos son ciegos, todos están tullidos y todos están resecos o faltos de vida (5,3: “En ellos [ en los pórticos ] yacía una muchedumbre, los enfermos: ciegos, tullidos, resecos”). El hecho históricamente imposible de que todos padeciesen de las tres cosas da a la enfermedad un sentido figurado.

La ceguera, como ya se ha visto, es figura de la falta de comprensión, de la obcecación de la mente. En Juan, la ceguera es consecuencia de “la tiniebla” (1,5), símbolo de la ideología de la Ley, que impide conocer el amor de Dios por los hombres y la calidad y libertad a la que Dios llama al hombre. El pueblo, por tanto, está ciego por su sumisión a la Ley/tiniebla. “Tullido” es el que no tiene libertad de movimientos ni de acción; es la Ley la que, programando la vida del hombre lo priva de iniciativa. “Resecos”, sin vida, alude a la visión de los huesos secos o calcinados de Ez 37,1-14, que eran figura del pueblo sin vida. Así representa Juan la situación del pueblo, en contraste con la fiesta oficial.

La presencia de Jesús en este lugar recuerda el texto de Zac 10,2-3 (LXX): “Por eso fueron arrebatados como ovejas y maltrechos, porque no había curación… pero yo me cuidaré de los corderos y visitaré al Señor… su rebaño.”

En este contexto aparece la figura del enfermo que va a curar Jesús. Es uno de la “muchedumbre de enfermos” (5,4) y hay que ver si los representa a todos. Para ello, veamos el primer dato que da Juan sobre él: es que “llevaba treinta y ocho años en su enfermedad”. Extraña la precisión de la cifra; bastaba haber dicho “mucho tiempo”. Sin embargo, se descubre que esta cifra es la que da el libro del Deuteronomio para indicar que todos lo que salieron de Egipto murieron en el desierto (Dt 2,14: “anduvimos caminando treinta y ocho años, hasta que desapareció del campamento toda aquella generación de guerreros, como les había jurado el Señor. La mano del Señor pesó sobre ellos hasta que los hizo desaparecer del campamento. Y cuando, por fin, murieron los últimos guerreros del pueblo, el Señor me dijo: “Hoy vas a cruzar la frontera de Moab por Ar {la frontera de la tierra prometida]”).

El paralítico representa, pues, al Israel que nunca consiguió llegar a la tierra prometida. Es así figura representativa de todos los enfermos, es decir, del pueblo sometido y sin vida, descrito como “muchedumbre”.

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