martes, 11 de junio de 2013

ESPÍRITU.N.T.

I. Tanto en griego como en hebreo, el término significa primariamente «viento», «aliento», que implican respectivamente «fuerza» e «interioridad vital. y designa secundariamente realidades no perceptibles con los sentidos; de ahí el juego entre «viento» y «espíritu» en Jn 3,5-8.  
II. Espíritu del hombre (Mt 26,41, en opos. a «carne»; 1 Cor 2,11; 2 Cor 7,1.13) y, por extensión, la persona (“vosotros», Gál 6,18; Flp 4,23; Flm 25; cf. Rom 1,9: «con toda mi alma»).
En Mt 5,3 denota la interioridad del hombre en cuanto dinámica (acto de conocimiento o voluntad, o expresión de sentimiento), por oposición a «corazón» (Mt 5,7), que denota la interioridad estática o permanente (ideología, disposiciones, amores u odios). En el contexto de 5,3 denota primariamente e! acto de voluntad o decisión personal (<<los que deciden/eligen ser pobres»), Acto de conocimiento, en Mc 2,8 (<<intuyendo», lit. «conociendo con su espíritu»): expresión de sentimiento, en Mc 8,12 «<dando un profundo suspiro», lit. «suspirando con su espíritu»), Lc 1,47 «<exulta mi espíritu».
III. Espíritu inmundo, fuerza (espíritu) exterior inaceptable para Dios (inmundo) que despersonaliza al hombre que la acepta, impidiéndole e! uso de su razón, suprimiendo su libertad y dominando su actividad. En los sinópticos, este antiguo concepto designa el fanatismo producido por una ideología de violencia, tanto la nacionalista judía (Mc 1,23.28; 3,l1s; 9,25) como la de los esclavos paganos en rebelión (Mc  5,2-5 par.; 7,25 par.). Cuando el fanatismo se muestra habitual y públicamente, se le llama también «demonio» (Mc 1,32.34; 3,22).
Liberar al hombre de los espíritus inmundos es señal de que llega el reinado de Dios (Mt 12,28; Le 11,20), por eso a la proclamación se une la autoridad para expulsar demonios (Mt 10,1.7s; Mc 3,14s; 6,7; Lc 9,ls; 10,17). La falta de fe/adhesión a Jesús impide expulsar el espíritu inmundo (Mc 9,18.28 par.).
IV. El Espíritu de Dios (Mt 3,16; 12,28; Rom 8,9; 1 Cor 2,11; 3,16; 2 Cor 3,3; Flp 3,3; 1 Pe 4,14; 1 Jn 4,2) o del Señor (Lc 4,8, cf. Is 61,1; Hch 5,9; 8,39) o de vuestro Padre (Mt 10,20) o de Jesús (Hch 16,7) o del Mesías (Rom 8,9; 1 Pe 1,11) o de Jesús Mesías (Flp 1,19) o de su Hijo (Gál 4,6), Santo/santificador (Mc 1,8) o simplemente el Espíritu (Mc 1,10.12).
El Espíritu es la fuerza (Mt 12,28; Hch 1,8; 1 Cor 2,4) de vida de Dios mismo (Rom 8,2), que se identifica con su amor y da al hombre la libertad (2 Cor 3,17). Es fuerza creadora, de él tiene origen la humanidad de Jesús, que da comienzo a una nueva humanidad (Mt 1,18-20; Lc 1,35); en el bautismo, bajá y permanece en Jesús (Me 1,9s par.). Jesús portador del Espíritu (Mt 12,18; Lc 4,18); a partir de su muerte-resurrección, dador del Espíritu (Jn 7,39; Hch 2,33).

a) Símbolos del Espíritu: paloma, espíritu creador, Cf. Gn 1,2 (Mc 1,10 par.); viento, fuerza (Jn 3,8; Hch 2,2); lenguas de fuego, fuerza de convicción; lluvía que empapa y fecunda (<<bautismo con Espíritu Santo» Mc 1,8; 1 Cor 12,13; cf. Sal 63,2), agua (Jn 7,38s; se derrama, cf. Hch 2,17s; Rom 5,5); sello, que hace de los cristianos propiedad de Dios (2 CoI: 1,22; Ef 1,13).
b) Como estaba anunciado (Jl 3,1), Dios derrama su Espíritu sobre todo hombre, por medio de Jesús exaltado (Hch 2,17.33; 10,44-47; 11,15). Espíritu = don de Dios por excelencia (Hch 2,38; 8,20; 10,45; 11,17) para todo el que responde al mensaje con la fe/adhesión a Jesús, independientemente del bautismo (Hch 2,4; 10,44-47) o en el bautismo (9,17s; 19,6). Si anormalmente el don del Espíritu no acompaña al bautismo, hay que suplir con la oración (Hch 8,15-17). Efectos del Espíritu, hablar en lenguas o inspirados (Hch 2,4; 10,45s; 19,6).
e) El Espíritu está en el hombre rehabilitado por Dios (Rom 8,9; 1 Cor 3,16) y lo consagra (1 Pe 1,2); da la experiencia del amor que Dios tiene al hombre (Rom 5,5), hace hijos de Dios (Rom 8,15s; Gál 4,6s), libera al hombre de la tiranía del pecado y de la muerte (Rom 8,2) y del dominio de los bajos instintos (8,9; Gál 5,16); es primicia de la gloria futura (Rom 8,23) y su garantía (2 Cor 1,22; 5,5; Ef 1,14). Fruto del Espíritu (= madurez cristiana) (Gál 5,22); la libertad, efecto propio del Espíritu (2 Cor 3,17); anima a la Iglesia (Hch 9,31), guía su actividad (Hch 8,29.39; 10,19; 11,12; 13,2; 15,28); crea la unidad (Ef 4,3), su voz es la de Jesús (Ap 2,7.11, etc.); es abogado o valedor de la comunidad cristiana frente al mundo Un 14,16.26; 16,3).
d) Existe oposición entre la ley escrita, propia del AT, y la guía del Espíritu, propia del NT (2 Cor 3,6), que equivale a oposición entre muerte y vida (Rom 7,5; 8,2.6; 2 Cor 3,6), entre esclavitud y condición de hijos (Rom 8,15; Gál 4,7), entre temor y libertad (Rom 8,15). Conforma el modo de pensar al de Cristo (1 Cor 2,16) y da capacidad para juzgar con el criterio del Espíritu (1 Cor 2,14s).
Acción especial del Espíritu en el momento de la persecución (Mt 10,20; Mc 13,11; Lc 12,12); puede «llenar» a una persona y dar habilidad para expresarse (Lc 1,41.67; Hch 4,8.31; 6,5) o eficacia a sus palabras (Hch 13,9).
e) Inspiró a los profetas del AT (Hch 28,25; Heb 10,15; 2 Pe 1,21) Y al salmista (Mt 22,43; Heb 3,7); inspira a los profetas del Nuevo (Hch 11,28; 1 Pe 1,11). Su acción se manifiesta en la asamblea cristiana (1 Cor 14,23s.26; Ef 5,18s); no como premio a la observancia de la Ley, sino como respuesta a la fe (Gál 3,2.5).
V. Jn emplea el término pneuma solamente en sentido positivo (no menciona «espíritus inrnundos»). Ordinariamente designa al Espíritu divino, una vez el pneuma de Jesús (11,33), dos veces el «hombre-espíritu» (3,6; 7,39). En Jn, el gran símbolo del Espíritu es el agua, que significa vida, fecundidad, satisfacción de 1as aspiraciones (sed) del hombre. En el contexto de la boda-alianza, lo es el vino, símbolo de la alegría y el amor.
El Espíritu que baja del cielo sobre Jesús y permanece en él (1,32s) es la riqueza/gloria del Padre, su amor leal, cuya plenitud comunica al Hijo único (1,14). De ahí el paralelo entre las expresiones «amor y lealtad» (1,14) y «Espíritu y lealtad» (4, 23s).
VI. Dios es Espíritu, es decir, fuerza de vida/amor (4,24; cf. 1 Jn 4.8: «Dios es amor»). Al bajar el Espíritu sobre Jesús y permanecer en él de forma estable (1,32s) realiza en su condición humana el proyecto divino (1,14: el Proyecto hecho «carnes/hombre), haciendo de Jesús el Hombre acabado, el modelo de Hombre (el Hijo del hombre); la condición humana llega así a su cumbre, al ser el Hombre «el Hijo de Dios» (1,34), el Dios engendrado (1,18; d. 20,28), en quien se hace visible el Padre (12,14;14,9) (línea de la creación). Al mismo tiempo, el Espíritu lo consagra Mesías (1,41; 6,69; 10,36; 17,19), nuevo David (1,32.33, cf. 1 Sm 16,13) (línea de la Alianza-Pascua o de la liberación/salvación, cf. Introd. a Juan). La salvación se efectúa dando remate a la creación.

La misión de Jesús como Mesías es comunicar el Espíritu (1,33), simbolizado por el agua del costado (19,34); por ella, el hombre «nace de nuevo/de arriba» (3,3.7). En la muerte de Jesús, la manifestación de la gloria/amor del Padre coincide con la entrega del Espíritu/amor (13,31s; 17,1), culminación de su obra (19,30.34). 
La plenitud de la gloria/Espíritu que reside en Jesús hace de él el santuario de Dios (1,14; 2,19.21), el nuevo templo de donde fluyen los ríos del Espíritu (7,38s); los que le dan su adhesión pueden beber de este agua viva (7,38s), participando así de su plenitud (1,16).
La comunicación del Espíritu (Mc 1,8 par.) caracteriza a la nueva alianza, sustituyendo a la Ley (1,17: «amor y lealtad» = Espíritu). 

VII. a) La comunicación al hombre del Espíritu/amor produce una separación (consagración) o ruptura consumada con "el mundo», liberándolo del «pecado del mundo» (1,29), la integración en el orden injusto (8,23). «El mundo» o sistema de injusticia está caracterizado por su actitud en contra de la vida y del hombre (8, 44: homicida y mentiroso); el Espíritu/amor leal efectúa la separación por el cambio de actitud hacia el hombre.
b) Con otra imagen, el Espíritu, principio vital, realiza -en el hombre un «nuevo nacimiento» (3,3.5.7), que se contrapone al de «la carne» (3,6) y hace superar esa condición, caracterizada por la debilidad; lleva así a término la obra creadora (cf. 20,22: «sopló», línea de la creación). En otras palabras, el hombre no llega a serio del todo mientras no posea la capacidad de amar que comunica el espíritu; así completado, es «espíritu» (3,6; 7,39), semejante a Dios (4,24). «Nacer del Espíritu» significa «nacer de Dios» (1,13), recibir la capacidad de «hacerse hijo de Dios» (1,12) por la semejanza con él que produce la práctica de! Amor.
c) El Espíritu comunicado al hombre, simbolizado por el agua viva y vivificante (4,14), se convierte en un manantial interior que vivifica el ser y la actividad de cada uno; es principio personalizante, que desarrolla las capacidades del hombre y produce vida definitiva (4,14; 6,63).
d) La práctica del amor leal, para la que capacita el Espíritu, es el único culto que e! Padre acepta (4,23s).
e) Las exigencias de Jesús son Espíritu y, en consecuencia, son vida (Espíritu principio vital), pues su práctica comunica el Espíritu sin medida (3,34); la práctica del amor es fuente inagotable de Espíritu.
VIII. En la comunidad, el Espíritu es el valedor permanente que le da seguridad (14,16s). Él le enseña, recordándole el mensaje de Jesús: la experiencia de! Espíritu recibido descubre el sentido de sus palabras (14,26). Es el Espíritu de la verdad porque actualiza el mensaje de Jesús (el del amor hasta el extremo), que es «la verdad» (14,6), y porque, al ser aceptado, la experiencia de vida que produce hace conocer la verdad (8,31s).
La venida del Espíritu a la comunidad se identifica con la de Jesús (14,17 -19); el nuevo valedor no lo sustituye, sino que lo hace presente, interiorizando a Jesús en los discípulos; es una nueva calidad de presencia y ayuda de Jesús mismo; no externa, como antes de su muerte-exaltación, sino interior (14,17).
En la comunidad, el Espíritu da testimonio de Jesús (15,26) Mesías e Hijo de Dios (d. 20,31). Los discípulos, a su vez, lo dan en medio del mundo (15,26). El contenido del testimonio no es e! enunciado de una verdad, sino la persona misma de Jesús vivo, cuya presencia se percibe por «sus obras»: la transformación que produce e! Espíritu en los que dan su adhesión a Jesús.
El Espíritu crea la unidad (17,11b.21-23) y da la experiencia interior de ella (14,20); consagra a los discípulos para la misión, que es la de Jesús (17,17s; 20,21s). Él los sostiene frente a la hostilidad del mundo, dándoles la seguridad en su postura (16,17-11). Él les irá interpretando los acontecimientos, capacitándolos así para una misión eficaz (16,13). Habla en la comunidad por medio del mensaje profético, cuyo contenido recibe de Jesús (16,14s).
IX. «Espíritu» (gr. pneuma), amor leal (kharis kai alêtheia, agápê), gloria (dóxa), vida (zôê), son términos que denotan una misma realidad, que Jesús recibe del Padre y los discípulos, a su vez, de Jesús. Se llama «Espíritu» en cuanto es la fuerza vital de Dios mismo y consagra para una misión. «Amor», en cuanto describe la naturaleza de esa fuerza vital y produce la actividad propia de la vida. «Gloria» (= esplendor, riqueza), en cuanto es posesión de la riqueza del Padre y esplendor visible de la actividad del amor. «Vida», en cuanto exalta las capacidades de! hombre y le hace superar la muerte. La «verdad», por su parte, es la experiencia formulable de la vida que produce el Espíritu y que lleva a conocer el ser de Dios (su amor) y e! del hombre (el proyecto de su amor).

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