martes, 11 de junio de 2013

JUAN BAUTISTA.

 I. Juan, enviado por Dios (Lc 3,2) en cumplimiento de la profecía de Isaías (Mc 1,2s par.), se presenta como el precursor de Jesús (Mc 1,7s par.). Se le describe bajo los rasgos de Elías (Mc 1,6 par.; d. 2 Re 1,8; Lc 1,17). Su misión: exhortar a la enmienda, expresada con un bautismo, para obtener el perdón de los pecados (Mc 1,4s; cf. Ez 36,25). Se instala en el desierto, para hacer patente su ruptura con la sociedad injusta y recordar a Israel la fidelidad a Dios.

Gran movimiento de masas (Mc 1,5); también Jesús se bautiza (Mc 1,9), mostrando su acuerdo con el mensaje de Juan y comprometiéndose a llevar a cabo su misión (hacer posible el reinado de Dios, la sociedad alternativa) hasta el fin, incluso dando la vida.

La figura de Juan Bautista es plenamente positiva en Mc y Jn. En Mt y Lc, por el contrario, aunque se afirma la autenticidad de su misión y mensaje (Lc 3,2; Mt 21,32), se le atribuye una expectación mesiánica que no concuerda con la de Jesús. Espera un juicio inmediato por parte del Mesías (Mt 3,10; Lc 3,9) y se muestra defraudado al ver que no se verifica (Mt 11,3; Lc 7,19). Para Juan Bautista, Israel no tiene privilegio en el juicio (Mt 3,7; 12,41s par.) ni como pueblo (Mt 3,9; 8,11s par.); rechaza a los representantes de la religión y de la observancia de
la Ley (Mt 3,7-10) Y acepta a los pecadores, a los excluidos de la comunidad judía (recaudadores) y a los paganos (soldados) (Lc 3,12-14).

Jesús reconoce que el bautismo de Juan era cosa de Dios (Mc 11,30 par.) y que había propuesto el camino recto (Mt 21,32); era más que profeta por ser precursor suyo (Mt 11 ,9s par.), el más grande de todos los nacidos antes de la llegada del reino de Dios (Mt 11,11); él termina la antigua época (Lc 16,16) y empieza la nueva (Mt 11,12-14).

El adulterio de Herodes, que Juan denuncia (Mc 6,18 par.), sirve de figura a otra infidelidad: la de los notables judíos de Galilea que se han aliado con el poder de Herodes, traicionando el ideal mesiánico. Esta doble denuncia causará su muerte.

II. En el Evangelio de Juan, Juan Bautista es un enviado de Dios para ser testigo de la luz/verdad (1,6), que se identifica con la vida (1,4), Y desenmascarar la tiniebla/mentira, que es muerte. Su misión se formula también como «bautizar con agua» (1,33), simbolizando la ruptura con la institución judía, cuya ideología es la tiniebla/mentira.

Juan Bautista presenta constantemente al Mesías que viene bajo la imagen del Esposo (1,15.27.30; 3,28s). Anuncia, pues, una alianza fundada sobre el vínculo de amor y fidelidad entre el Mesías y el pueblo mesiánico (esposo-esposa); será una era de fecundidad (3,30). Juan, por su parte, se define como «el amigo del esposo», que prepara la boda y está a su disposición. Se alegra al oír su voz, que hace presente la restauración predicha por Jeremías Gr 33,10s).

Juan reconoce al Mesías al ver bajar el Espíritu y permanecer sobre Jesús (1,33s); se alude a la unción de David (1 Sm 16,13; cf. Ez 34,23). Describe la misión del Mesías de dos maneras complementarias: «quitar el pecado del mundo» (1,29) Y «bautizar con Espíritu Santo» (1,33). El Mesías quitará el pecado de la humanidad (la opción que priva al hombre de la vida, impidiendo la realización del designio divino sobre él) bautizando con Espíritu Santo, es decir, infundiendo al hombre el principio de vida que completa su creación y dándole con él la libertad.

Juan Bautista testifica que Jesús, que ha recibido el Espíritu en su plenitud, es el Hijo de Dios (1,34), igual al Padre y su presencia en el mundo.

Hay tres tipos de discípulos de Juan: 1) los que han recibido su bautismo y han escuchado su mensaje sobre el Mesías; éstos dejan a Juan y siguen Jesús, quedándose a vivir con él (1,35-39); 2) Simón Pedro, que ha roto con las instituciones, pero no ha escuchado el mensaje de Juan y espera un Mesías que se opondrá a las instituciones con la violencia (1,40-42); 3) aquellos que no han roto con las instituciones, sino que interpretan el bautismo de Juan como una purificación más (3,25). Éstos no han hecho caso de su mensaje y han absolutizado su figura, considerándolo el Mesías mismo (3,28); por eso muestran su despecho por el éxito de Jesús (3,26).

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