lunes, 10 de junio de 2013

NUBE.

La conexión de la nube con lo divino hunde sus raíces en el animismo primitivo, pero se consolida porque de ella depende de la vida del hombre: de la nube procede la lluvia, viene el rayo, cae el granizo, se desata el diluvio destructor. Sobre todo los nubarrones, que sumergen la tierra en las tinieblas, tienen un efecto sobrecogedor.

En el AT, el símbolo de la nube se utiliza ampliamente: ya en el canto de Débora la aparición de Yahvé se presenta como una tempestad (Jue 5,4s); lo mismo en Sal 18. Yahvé aparece en las nubes (Ez 1,14); la nube es la orla de su manto que llena el templo (1 Re 8,10s; Ez 10,3s); la nube es su carro (Is 19,1; Sal 104,3).
Dios se manifiesta veladamente en la nube (cf. Gn 9,13ss). Esa clase de manifestación es uno de los rasgos característicos de la historia del éxodo: “La columna de nube” sirve para indicar el camino (Éx 13,21s), y en el momento del paso del mar se interpone entre Israel y el enemigo, para proteger al pueblo y aterrorizar al perseguidor (Éx 14,19ss). Acompaña a los israelitas durante todo el viaje por el desierto (Núm 14,14) y, a cada revelación particular, desciende sobre la tienda de la reunión (Éx 33,9s).

En el monte Sinaí, la nube oscura posada sobre la cima, y recorrida por relámpagos o asociada al fuego, hace visible, escondiéndola al mismo tiempo, la presencia de Yahvé. En Is 4,5, se promete la misma presencia para el tiempo final.

En los evangelios aparece la nube como símbolo de la presencia de Dios en la escena de la transfiguración, donde cumbre con su sombra (Mc 9,7par.). No quiere decir el texto que la nube proyecte su sombra sobre los que se encuentran fuera de ella, sino que ella envuelve a Dios y a lo que le pertenece, en este caso a Jesús. Los discípulos se encuentran fuera de ella, puesto que los tres sinópticos dicen que la voz celeste se dirige a ellos “desde la nube”. En Lc 9,34, los discípulos se asustan cuando Jesús y los que están con él entran en la nube. Mt 17,5 dice que la nube era “luminosa”, expresando así el aspecto sereno del encuentro con Dios, típico del NT, aunque la presencia divina asusta a los discípulos (Mt 17,6).

“Llegar entre nubes” (Mc 13,26 par.), “entre las nubes del cielo” (14,62 par.; cf. Dn 7,13), significa una manifestación histórica del Hombre en su condición divina. En el relato de la ascensión (Hch 1,9), “ser ocultado por la nube” significa de nuevo la entrada de Jesús en la esfera divina. Como la nube solamente oculta la figura, podrá seguirla relación personal de Jesús con los discípulos.

Resumiendo, puede decirse que el uso en los evangelios del símbolo “la nube” no difiere mucho del que se hacía en las culturas circundantes, pero la referencia a Jesús le da un nuevo sentido. La nube se convierte en símbolo de la presencia del Padre.

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