sábado, 7 de septiembre de 2013

Abraham. Teología Bíblica.

SUMARIO
I. Los patriarcas y el período patriarcal:
1.
Las historias patriarcales;
2. Las diversas tradiciones escritas: 
    a)
La tradición J, 
    b)
Las tradiciones E y P,
    c) Trasfondo antiguo;
3. Datación de las tradiciones orales;
4. Su origen. 
II. Abrahán en el A T:
1. El ciclo
genesíaco de Abrahán: 
    a)
La tradición J, 
    b)
La tradición E
    c)
La tradición P
    d) Fundamento histórico, 
    e)
El Dios de Abrahán;
2. Abrahán en los otros libros del AT. 
III. Abrahán en el NT:
1.
En la literatura no paulina;
2. Relectura paulina: 
    a)
Carta a los Gálatas, 
    b)
Carta a los Romanos.

La historia de los orígenes de Israel está dominada por la figura de Abrahán, considerado como el padre del pueblo elegido (Is 51,2). También los cristianos lo consideran su padre en la fe (Rom 4,11). Los musulmanes llaman a Abrahán el-Khalil, el amigo de Dios. 
I. LOS PATRIARCAS Y EL PERÍODO PATRIARCAL. Entre la historia primitiva (Gén 1-11) y el éxodo de Egipto (Ex 1-15) se leen en Génesis unos cuarenta capítulos (11,10-50,26) relativos a los antepasados del pueblo de Israel, llamados patriarcas: Abrahán (11,10-25,30), Isaac, Jacob (25,11-36,43) y José (3750). Su historia tiene una importancia capital para el pueblo de Dios, ya que explica los presupuestos que condicionan la /alianza establecida por Dios con el pueblo de Israel asentado en la tierra de Canaán. En los relatos de los patriarcas destacan los temas principales de la religión de Israel: el culto a un único /Dios, la /revelación, la /elección, la promesa, el don de la /tierra.
1. LAS HISTORIAS PATRIARCALES. Los capítulos relativos a los patriarcas propiamente dichos (Abrahán, Isaac y Jacob) describen los viajes y las emigraciones de los padres,  sus ocupaciones, sus vicisitudes familiares, sus matrimonios y sus fallecimientos, así como sus relaciones con los vecinos. Se trata de la historia clánica de un grupo sólidamente ligado por vínculos de sangre. Las narraciones son breves y episódicas, en conexión con los diversos lugares cultuales de Palestina. Abundan las genealogías, las etimologías populares de nombres de lugares y de personas, los relatos dobles. El conjunto da la impresión de ser un engarce de anécdotas autónomas. Son frecuentes las intervenciones de Dios, que se manifiesta para hacer promesas. El hilo conductor que une los episodios es la promesa de un hijo o de una numerosa descendencia y el ofrecimiento de la posesión de la tierra de Canaán. Se pone de relieve la actitud religiosa de los patriarcas. La historia de José [/Génesis III] presenta una estructura unitaria y continua, y la acción de Dios se revela a través del juego normal de las causas naturales.
2. LAS DIVERSAS TRADICIONES ESCRITAS. El conjunto narrativo sobre los patriarcas, en su forma actual, se fijó por escrito después del destierro de Babilonia. Teniendo a su disposición varias fuentes escritas (J, E, P) [/Pentateuco II-V], el redactor final hizo una selección de episodios, destacando la tradición yahvista, insertando las anécdotas en la cronología sacerdotal y yuxtaponiendo los diversos relatos sin preocuparse de su armonización.
a) La tradición J. En el siglo x el autor yahvista fue el primero que recogió las tradiciones existentes en estado oral y les dio una interpretación religiosa. Deseando legitimar la institución monárquica en un momento en que el paso a esta nueva forma de gobierno suponía serios problemas religiosos, el autor reunió materiales preexistentes de distinto origen y finalidad, procedentes del norte y del sur del país, insertándolos en un cuadro unitario y aplicándolos a todo el pueblo de Israel gracias a la unidad realizada por la monarquía; en efecto, la dinastía davídica era considerada como la realización de las promesas hechas por Dios a los patriarcas y al mismo tiempo como la institución que había de procurar la salvación de las naciones.
b) Las tradiciones E y P. En el siglo VIII a.C. el autor elohísta, perteneciente al reino del norte, recogió y fijó por escrito las tradiciones patriarcales, especialmente las relativas a la Palestina central, con la finalidad de legitimar la alianza del Sinaí, amenazada por el sincretismo cananeo. El autor presenta a sus contemporáneos la figura de los patriarcas como modelos de fidelidad al Dios de la alianza. Durante el destierro de Babilonia los sacerdotes y los teólogos de Jerusalén interpretaron a su modo las antiguas tradiciones patriarcales con la intención de infundir ánimo en los desterrados, sumergidos en la apatía y en la desesperación. Las promesas de la descendencia numerosa y de la posesión de la tierra habrían de realizarse una vez más, ya que la palabra de Dios se cumple infaliblemente.
c) Trasfondo antiguo. En tiempos de su fijación por escrito y en el momento de su redacción final las tradiciones patriarcales se vieron sometidas a un evidente proceso de actualización. Los pueblos vecinos y adversarios de los patriarcas fueron identificados con las tribus y los pueblos sometidos por el rey David: arameos, moabitas, amonitas, edomitas, filisteos. Las tradiciones de Abrahán, que se habían conservado hasta entonces dentro del grupo tribal de la Palestina meridional, se integraron en el patrimonio narrativo de todo el pueblo de Israel. De esta forma Abrahán se convirtió en el ancestro de la genealogía de los patriarcas. No hay que excluir, sin embargo que la emigración de Abrahán de Mesopotamla, con etapas en Siquén y en Betel, represente una reivindicación de las tradiciones relativas a Jacob-Israel en favor del antepasado.
Sin embargo, la actualización de las tradiciones, realizada en tiempos de David y en los siglos sucesivos, no afectó a la solidez sustancial de las tradiciones preexistentes. Dentro de la tradición escrita se advierte una convergencia fundamental sobre la trama y la naturaleza de los relatos patriarcales. El contexto religioso y social en que se desarrollan los acontecimientos patriarcales es muy distinto del contexto del Israel histórico.
Los clanes patriarcales son grupos nómadas que no poseen tierras. El poder del padre es absoluto; la religión del Dios de la promesa y del Dios de los padres es muy distinta del yahvismo mosaico y de la religión popular cananea. Los santuarios frecuentados por los patriarcas no comprenden los lugares de culto que surgieron después de la ocupación de Palestina (Guilgal/Gálgata, Silo, Mispá, Jerusalén), y se identifican con los santuarios reprobados en el Deuteronomio. Los patriarcas son considerados por el pueblo de Israel, no como héroes populares y proféticos o como jefes carismáticos, sino como padres y antepasados del pueblo de Dios (cf Os 12 y el conocimiento de los diversos episodios patriarcales del ciclo de Jacob). Como descendientes de los patriarcas, los hebreos se sienten comprometidos en las vicisitudes y en las promesas que forman el objeto de los relatos de Génesis.
3. DATACIÓN DE LAS TRADICIONES ORALES. La formación de las tradiciones orales relativas a los patriarcas se sitúa en el segundo milenio a.C., antes del asentamiento de los hebreos en Canaán (s. xiii). Es verdad que ningún texto extrabíblico y ningún testimonio arqueológico confirman explícita o implícitamente la existencia histórica de cada uno de los patriarcas. No se encuentran fuera de la Biblia alusiones a personas, grupos o tribus pertenecientes a la época patriarcal. Ni aparecen en Génesis nombres, fechas o acontecimientos que permitan datar con precisión la época histórica de los antepasados de Israel. Ni siquiera nos sirve de ayuda el capítulo 14 de Génesis, que presenta diversas dificultades literarias e históricas. Sin embargo, se puede afirmar que los nombres propios contenidos en Génesis, la geografía supuesta, las costumbres practicadas, la historia posterior de las tribus inducen a situar a los patriarcas entre los siglos xix y xiv del segundo milenio a.C. Algunos autores se inclinan por el siglo xix (R. de Vaux), otros en favor del siglo xiv (C.H. Gordon). Los nombres de los patriarcas se encuentran en los textos mesopotámicos de la primera mitad del segundo milenio (Mari, Chagar Bazar) y en los textos egipcios de execración. Se trata de nombres semíticos, que no pertenecen al tipo ordinario de la onomástica acádica y recuerdan a los nombres israelitas de persona más antiguos. Hay que admitir que se ha conservado históricamente el recuerdo de los que llevaron esos nombres. Las costumbres patriarcales y los usos jurídicos que se suponen en los relatos de Génesis -por ejemplo, el estatuto del concubinato y de la adopción- guardan relación con los textos descubiertos en Mari y en Nuzu (s. xv) y con las leyes hititas (s. xv). Pero estos textos recogen concepciones jurídicas difundidas por todo el antiguo Oriente, desde comienzos del segundo milenio hasta la época neobabilónica; por eso no ofrecen argumentos seguros para fechar con precisión los relatos de Génesis.
4. SU ORIGEN. Las antiguas tradiciones orales se referían a los jefes de cada clan seminómada, que vivían independientemente unos de otros. La cultura era la de los pastores de pequeños rebaños, interesados por las trashumancias, que ofrecían la posibilidad de utilizar pozos y terrenos húmedos. La religión era la del Dios de los padres, basada en el culto a un Dios personal, que prometía la fecundidad, la descendencia y la posesión de la tierra en el contexto de un pacto al que tenía que permanecer fiel el clan. En un segundo tiempo estas figuras de los jefes se confundieron con las tribus, que los consideraron como antepasados; las tradiciones de los jefes se adornaron con los rasgos característicos de cada grupo. A continuación, los antepasados y las tribus que se sedentarizaron fueron localizados en varios centros: en Mesopotamia, en torno a Jarán, patria de la parentela de los tres patriarcas; en Galaad, más allá del Jordán; en la Palestina central (slquén Betel); en la Palestina meridional (Mambré, Hébrón), y en el Negueb (Berseba).Las tradiciones se enriquecieron con rasgos culturales sacados de los pueblos vecinos, asumiendo formas literarias, jurídicas y religiosas de cuño amorreo, hurrita y cananeo. El Dios de los padres fue identificado con El-Elyón, El-Roy, El-Olam, y se adoptaron las formas cultuales de los diversos santuarios cananeos. Se desarrollaron las etimologías populares, las etiologías locales y las leyendas cultuales. Con el transcurso de los años surgieron ciclos literarios en los que se estructuraron orgánicamente las antiguas tradiciones tribales. Las relaciones existentes entre los clanes particulares y los diversos grupos más amplios se expresan mediante el procedimiento de la genealogía. De este modo se llega desde Abrahán hasta los héroes epónimos de las tribus de Israel.
Los relatos patriarcales no son biografías, sino una colección de materiales variados, que surgieron de forma autónoma y se reunieron luego en ciclos y en tradiciones durante un largo período de transmisión oral. En torno a los jefes clánicos, de cuya historicidad sustancial no es razonable dudar, se desarrollaron sagas y leyendas, cuyo valor tiene que sopesarse en cada caso. Por eso es imposible reconstruir detalladamente la figura de los patriarcas. Estos personajes podían ser incluso contemporáneos, como lo atestigua su origen, los itinerarios, los lugares visitados y los motivos de las narraciones, muchas veces análogos y a veces paralelos.
II. ABRAHÁN EN EL AT. Abrahán es el primero de los patriarcas, y su historia se nos narra en catorce capítulos de Génesis.
I. EL CICLO GENESÍACO DE ABRAHÁN. Los capítulos 11, 10-25,10 de Génesis presentan un cuadro relativamente orgánico de la figura de Abrahán. Son el resultado de la fusión y yuxtaposición de las tradiciones J, E y P, que se derivan a su vez de una larga tradición oral. En el transcurso de este proceso secular, la figura de Abrahánse enriqueció con narraciones de diverso origen y orientación. En los capítulos del Génesis se encuentran tradiciones etnológicas (16,12; 19,36-38), listas de tribus (25,1-4), etimologías populares (16,11.14 17,5; 21,6.31), sagas relativas a la fundación de cultos locales (12,7-8; 14,18-20), relatos de teofanías (15,1-11; 16,13; 18). Pueden distinguirse dos ciclos de narraciones: el ciclo de Abrahán propiamente dicho y el de Lot. El núcleo primitivo de la historia de Lot es una tradición popular relativa a un cataclismo que sacudió el sur y el sudeste del mar Muerto (c. 19). Al menos para algunos detalles, como los episodios de la mujer de Lot y el origen de los moabitas y amonitas (19,26.30-35), se trata de un relato etiológico de origen trasjordánico, integrado en la historia de Abrahán. Lot es sobrino del patriarca (12,5), que compartió con él el país y lo salvó de la catástrofe (19,29). La historia alude al parentesco de origen entre los israelitas y sus primos de Trasjordania.
a) La tradición J. Esta tradición es la que se impone en la narración del Génesis sobre Abrahán. Se abre con un solemne preámbulo de gran relieve teológico (Gen 12,1-3). Invitado a dejar el país de sus padres, Abrahán recibe la promesa de una descendencia. Después de atravesar Siquén y Ay, el patriarca pasa a Egipto (c. 12) y, una vez de vuelta a Cancán, se separa del sobrino Lot (c. 13). El nacimiento de Ismael no soluciona el problema del hijo prometido. En Mambré, donde establece su residencia, Abrahán recibe una nueva promesa de descendencia. Convertido en el amigo de Dios, intercede en favor de Sodoma (c. 18) y salva a Lot cuando es destruida Sodoma, mientras que las hijas de Lot, mediante un incesto, dan origen a las tribus moabita y amonita (c. 19). Nace el hijo prometido, Isaac (21,17), que, junto con Ismael, se establece en Berseba (16,14; 24,62). Los últimos episodios yahvistas del ciclo de Abrahán son: el pacto establecido con Abimelec en Berseba (21,32-34), el sacrificio de Isaac en el monte Morra (22,16) y el envío del criado a Jarán para preparar el matrimonio de Isaac (c. 24).
El punto de vista teológico que predomina en la presentación yahvista de la figura de Abrahán es la dialéctica entre promesa y cumplimiento y el tema de la bendición. Llamado por Dios en un mundo pagano, Abrahán es el depositario débil y amenazado de las promesas divinas sobre la prole y la tierra. Dios vela por él, y progresivamente va haciendo que los hechos rubriquen sus palabras. Abrahán anciano y Sara estéril se convierten en los padres de Isaac, y el patriarca va tomando poco a poco posesión de la tierra de Cancán. Cuando el tema de la descendencia se relacionó con la constitución del pueblo de Israel y el de la posesión de la tierra con el tema del éxodo, se amplió la promesa hecha a Abrahán y se la relacionó con el crecimiento global de su estirpe (16,116; 21; 15,1-6), mientras que la toma de posesión de todo el territorio de Canaán se desplazó en el tiempo (15,7-21).
La bendición se comprendió como una fuerza interna que irrumpe en la estirpe de Abrahán, desemboca en la constitución del pueblo de Israel y se extiende a todas las naciones que tienen alguna relación con el pueblo de Dios (12,2-3; 26,3). Abrahán intercede por los que están sometidos a la ira divina (18,17-18), se alía con los que eran sus enemigos (26,29) e interviene favorablemente en el sector de la prosperidad material (c. 20).
Para la tradición J, Abrahán es un modelo de vida religiosa y moral. A pesar de las dificultades, se somete a Dios con una fe a toda prueba. Es totalmente obediente a las indicaciones del cielo, invoca el nombre de Dios y erige memoriales para recordar las apariciones divinas y las promesas acogidas con heroica confianza.
b) La tradición E. Está representada en el ciclo de Abrahán de forma fragmentaria. Gén 15, que trata de las promesas y de la alianza, y el capítulo 24, que narra el matrimonio de Isaac, están compuestos de fragmentos enlazados con la tradición J. En Gén 15,6 es donde se lee la célebre frase: "Creyó al Señor, y el Señor le consideró como un hombre justo". Gén 15 termina con el recuerdo de la estancia de los descendientes del patriarca en Egipto y de su instalación en Cancán, después de haber llegado a su culminación la iniquidad de los amorreos. Los hechos principales de la vida de Abrahán están localizados en Berseba: el rapto de Sara por el rey Abimelec (c. 20), el pacto establecido con dicho rey (21,22s), la expulsión de Agar y de su hijo Ismael (21,6.8-21) y el sacrificio de Isaac (c. 22). La figura de Abrahán es idealizada. En el episodio de Abimelec se ve exonerado de la mentira, al haber entregado su mujer al rey no por fragilidad humana, sino por obediencia a Dios; es un profeta y un modelo de confianza en Dios (15,6). Gracias al temor de Dios supera la terrible prueba del sacrificio de su hijo, reconociendo la misteriosa y exigente autoridad de Dios y fiándose por completo de su voluntad. Abrahán es el prototipo del hombre justo, que tiene una fe inquebrantable en la palabra de Dios.
c) La tradición P. Son propias de esta tradición algunas noticias topográficas y biográficas, como el detalle de que Abrahán salió de Ur hacia Canaán, y no sólo de Jarán (11,31), y de que tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán (12,4). Gén 17 describe la alianza que Dios estableció con Abrán, el cambio de este nombre por Abrahán y la imposición de la circuncisión. Hay noticias particulares relativas a la separación de Lot al nacimiento de Ismael y de Isaac. En Gen 23 se narra la compra de la cueva de Macpela en Hebsón para el sepulcro dé su esposa y el suyo propio.
Los círculos sacerdotales del tiempo del destierro subrayan el compromiso que Dios asumió con Abrahán y sus descendientes (berit = alianza) y la observancia de la ley por parte del patriarca, qué se sometió a la circuncisión como signo de la pertenencia al pueblo de Dios. De forma legal, Abrahán se convierte en propietario de un pequeño trozo de aquella tierra que Dios le había prometido a él y a sus remotos descendientes. Los datos cronológicos de la tradición P no son fiables. Sara habría tenido setenta y cinco años cuando fue deseada por Abimelec (c. 20); Agar habría cargado sobre sus espaldas a su hijo Ismael de diecisiete años (21,14).
d) Fundamento histórico. El nombre de Abraham parece ser una forma abreviada de Abiram, que significa "mi padre es excelso".'Es un nombre teofórico, ya que "mi padre" designaría al Dios protector. La forma Abrahán, de la que Gén 17,5 ofrece una explicación popular (padre de la multitud), es simplemente una variante dialectal del nombre Abrán, y está atestiguada en los textos egipcios de execración (siglo xviii a.C.) bajo la forma de Aburah(a)ma. La patria del clan de Abraham parece que ha de buscarse alrededor de Jarán, una región llamada "Arán de los dos ríos" (Aram Naharaim: 24,10) o llanura de Arán (Padán Arán: 25 20) identificada con el valle de Balih situado entre el Tigris y el Éufrates. En esta región están localizados varios nombres de los antepasados del patriarca, como Téraj (I1 26), Najor (11,22s), Sarug (11,21 s). Como seminómadas, Abrahán y su clan transmigraron a la tierra de Canaán, plantando sus tiendas al sur de Palestina, en Mambré. Aquí el patriarca erigió un altar (13,18 J), recibió la visita divina (c. 18) y adquirió una cueva (c. 23 P).
e) El Dios de Abrahán. El clan de Abrahán pertenecía al grupo de semitas noroccidentales, que a comienzos del segundo milenio tuvieron un papel político importante en el cercano Oriente (cf Hammurabi en Babilonia), y que suelen llamarse amorreos o protoarameos para distinguirlos de los arameos del primer milenio a.C. Abrán adoraba a un Dios personal, que acompañaba al clan durante las emigraciones y había hecho algunas promesas relativas a la descendencia y a la posesión de la tierra. Era un Dios siempre y solamente protector, que no castigaba nunca al favorito. En Canaán este Dios entró en relaciones con el Dios 'El, el ser supremo del panteón cananeo, conocido bajo los diversos títulos de 'El-`Elyón, 'El-`ólam, El-Sadday. Abrahán se adhirió a este Dios con lealtad y confianza.
2. ABRAHÁN EN LOS OTROS LIBROS DEL AT. Como clara demostración de la realización de las promesas divinas, Abrahán es considerado también como el progenitor de los israelitas, llamados "raza de Abrahán" (Is 41,8; Jer 33,26). El patriarca vivió como monoteísta en medio de una sociedad pagana (Jos 24,3), fue escogido (Neh 9,7), redimido (Is 29,28) y bendecido por Dios (Miq 7,20). Después del destierro se subraya su perfecta observancia de la ley. Según Si 44,19ss, fue Abrahán el que estableció una alianza con Dios, y las promesas que recibió son un premio por su fidelidad de hombre obediente y circunciso. En 1 Mac 2,52, la fe que justificó a Abrahán se presenta no como confianza en la promesa divina, sino como fidelidad práctica a la orden de sacrificar a su hilo Isaac. En el /judaísmo intertestamentario la fe de Abrahán es considerada como una acción meritoria según la lógica de la retribución (Libro de los Jubileos 24,11; 12,19; Flavio Josefo, Antiquitates judaicae 1, 10,3).
III. ABRAHÁN EN EL NT.
1. EN LA LITERATURA NO PAULINA. El patriarca no sólo se presenta como antepasado del pueblo de Israel (Mt 3,9; Jn 8,53.56; He 7,2; 13,26), sino también como progenitor del sacerdocio levítico (Heb 7,5) y del mesías (Mt 1,1). El "seno de Abrahán" es una imagen de la felicidad ultraterrena (Lc 16,22-23), y el cielo es el lugar donde se celebra el banquete de Abrahán, Isaac y Jacob (Mt 8,11; Lc 13,28). En Sant 2,21-23, Abrahán es considerado como el tipo del hombre que es justificado gracias a las buenas obras que ha realizado.
2. RELECTURA PAULINA. En Gálatas y en Romanos Pablo utiliza el ejemplo de Abrahán para probar, en contraste con el judaísmo intertestamentario, que el patriarca obtuvo la justificación no por medio de las obras, es decir, de las observancias mosaicas consideradas como prestaciones autosuficientes y que exigían una recompensa, sino por medio de la fe, que implica una absoluta confianza en la palabra y en la obra de Dios.
a) Carta a los Gálatas. Utilizando con pericia consumada el método rabínico como clave de interpretación del AT, Pablo demuestra en Gál 3,6-18 que la justificación de Abrahán se realizó por la fe, como se lee en Gén 15,6. Por eso hijos de Abrahán son solamente aquellos que imitan la fe del padre. Además, Abrahán fue proclamado fuente de bendición para todos los pueblos, como atestigua Gén 12,3; 18,18.
Siendo el patriarca el creyente por excelencia, se participa de su bendición únicamente a través de la fe. Las promesas hechas a Abrahán se extendieron también a su descendencia (semilla); pues bien, el término "descendencia" está en singular y se refiere a una sola persona, que es Cristo (Gál 3,16). Por eso solamente creyendo en Cristo se entra en posesión de los bienes anunciados y se hereda la promesa. Dado que esta promesa es gratuita y compromete sólo a Dios, hay que excluir que los herederos de los bienes prometidos sean los que observan la ley.
En Gál 4,21-31, el apóstol ofrece una explicación alegórica del texto del Génesis sobre Sara y Agar y sus hijos Isaac e Ismael, el uno fruto de la promesa y el otro de la naturaleza. Los que observan la ley reflejan la condición de Ismael, hijo de la esclava, mientras que los que creen en Cristo apelan a la mujer libre y al hijo de la gracia [/Jerusalén IV, 4].
b) Carta a los Romanos. En el midras exegético contenido en Rom 4,1-25 el apóstol interpreta la historia de Abrahán a la luz de Cristo y al servicio de su profunda teología de la historia de la salvación. Abrahán no tiene por qué jactarse ante Dios, ya que se ha hecho justo por fe y por pura gracia. En efecto, fue justificado antes de estar circuncidado; por eso su relación con Dios no depende de las obras. Como beneficiario de la promesa divina basada en la fe, Abrahán tiene por herederos a los creyentes. La fe de Abrahán, profesada en una situación desesperada, es una prefiguración de la fe de los creyentes en Cristo, resucitado de entre los muertos.
En la figura articulada de Abrahán, el apóstol Pablo encuentra los motivos fundamentales de su teología de la justificación, que se realiza independientemente de las obras de la ley y de la circuncisión, mediante la fe sola, de forma gratuita, que excluye toda discriminación entre judíos y paganos. En la relación con Dios no hay nada que se deba, no hay ninguna razón para exaltar la propia suficiencia y el propio mérito; todo parte de la gracia divina, a la que uno se adhiere por medio de la fe. Abrahán es el modelo histórico y el preanuncio profético de esta economía de la fe y de la gracia.
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S. Virgulin

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