jueves, 1 de mayo de 2014

BUDA. POR LA BOCA MUERE EL PEZ.



Aunque este refrán suele emplearse para describir un desacertado comentario verbal, aquí está tomado al pie de la letra y nos viene muy bien para relatar la siguiente historia. 

El príncipe Siddharta, que luego sería conocido como Buda, nació en el año 563 a.C. en el pequeño reino de su padre Shakya. Su madre murió al poco de nacer él y el rey procuró evitar a su vástago cualquier experiencia desagradable en su educación. En la actualidad se asegura que Siddharta era de origen tibetano-mongólico, no ario como tantas veces se ha dicho. 

El príncipe creció rodeado de comodidades y a los 16 años se casó con Yashodara, posiblemente prima suya. Su mujer parece que le amó y se entregó a él en cuerpo y alma, y esta entrega le ocasionó la muerte ya que se cree que fue víctima de las pasiones espirituales de su esposo. El descubrimiento de la vida Lo que en cualquiera hubiera sido un motivo de alegría, fue causa de angustia para el joven padre que abandonó el palacio y en él a su esposa y a su hijo. 

Decidió convertirse en un mendigo en Magadha, un reino que era enclave de numerosas escuelas místicas. A pesar de que las estudió todas, desde el nihilismo al materialismo o al fatalismo, ninguna le satisfizo y decidió emprender su propio camino sometiéndose a una ascesis solitaria tan rigurosa que a punto estuvo de costarle la vida y que prolongó por espacio de seis años según algunos y diez según otros. Se decidió a cambiar si no quería perecer en el intento. Se bañó para desprenderse de la suciedad acumulada durante los largos años de ascesis y se confeccionó una túnica con un pedazo de tela que envolvía el cadáver de una joven, e incluso tomó la decisión de comer. Una mujer le ofreció un tazón de arroz con leche y miel y alimentado de manera tan frugal marchó hacia la ciudad de Gaya. En el camino se sentó a descansar y meditar y a la sombra de un árbol, experimentó la sensación de sentirse iluminado, como si participara de la esencia del espíritu. Desde entonces se convirtió en Buda, o sea, el Iluminado. 

La religión budista no es una religión sin dios como se ha dicho en multitud de ocasiones. 

Buda tomó elementos de religiones ya existentes y creía en multitud de dioses y demonios, como es común en las creencias orientales. Para Suda la gran verdad es el dolor. Del dolor se puede escapar mediante el conocimiento de las Cuatro Verdades: todo es dolor, el dolor arranca del deseo, la liberación del dolor sólo puede lograrse cuando uno se desprende de los apetitos.

 La extinción de los apetitos se produce por el Óctuple Sendero, que implicaba la visión, el pensamiento, la palabra, la actividad, los medios de vida, el esfuerzo, la atención y la concentración correcta. La meta del budismo es alcanzar el Nirvana, un concepto que no debe identificarse solamente con la unión al Absoluto, sino sólo con la aniquilación total. 

En un principio Buda dudó en predicar su nueva doctrina, pero finalmente reunió a algunos discípulos y fundó una comunidad monástica cerca de Benarés. Como casi todas las religiones la mujer era considerada por Suda como la "animalidad encarnada" y con muy pocas posibilidades de alcanzar el famoso Nirvana, pero uno de sus discípulos, Ananda, le convenció
para que permitiera la creación de un monacato femenino con normas diferentes al mascuino y sujeto a él. 

El budismo comenzó a extenderse con dificultades, con rechazo algunas veces y con aceptación en otras, pero a la muerte de Suda estaba en clara expansión y hoy se cuentan por
millones los adeptos a esta religión que parece que conoce un nuevo auge en las sociedades
occidentales, especialmente en Norteamérica. 

Los últimos años de Buda se vieron amargados por los numerosos cismas que sufrió su recién creada religión. Notando que su vida se acababa decidió emprender un viaje hacia su solar patrio y durante este viaje se produjo su óbito de forma un tanto particular. Un herrero le dio hospitalidad y en su deseo de proporcionarle lo mejor le ofreció un plato de carne de cerdo. 

Suda, que hacía años que no probaba la carne y siempre predicó las virtudes de la dieta vegetariana, lo comió tal vez por complacer a su anfitrión, y la carne causó estragos en aquel organismo que no estaba habituado a las proteínas animales. Y allí empezaron los vómitos y las diarreas que acabaron con él en poco tiempo. Sus discípulos a punto estuvieron de matar al pobre herrero pero Suda lo impidió. Según la leyenda su cuerpo fue envuelto en 500 telas de algodón y lana, pero lo más seguro es que siguiendo la tradición fuera incinerado. 

I Y así Buda alcanzó el Nirvana, por comer algo tan poco espiritual como la carne de cerdo!

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