I.
Concepto
El
modo fundamental del --> conocimiento humano es el acto total del juicio. En
él la multiplicidad de los datos se reduce a una unidad sintética. El que esta
unidad se llame sintética indica que ella no es el primer momento en el proceso
total del conocimiento; más bien en dicha unidad late ya la unidad todavía
no articulada de la simple aprehensión, que se articula luego a través de los
conceptos. Por tanto, en el ->concepto se disuelve la unidad inmediata, pero
se disuelve a su vez en unidades (diversos contenidos parciales). Este proceso
llega a su meta en el juicio, como unificación de unidades conceptuales.
En
cuanto -->unidad en un estadio superior, el juicio no es un retorno al
conocimiento todavía no articulado, sino una unidad funcional, una ordenación
(que, evidentemente, no se añade posteriormente, sino que configura siempre la
percepción misma -como humana o «sinóptica» [KANT, Crítica de la razón
pura, A 94] - y la contiene como momento de su propio acto).
Pero
dicha unidad ordenada no queda suficientemente descrita mediante las unidades a
base de las cuales ella se construye, pues está esencialmente determinada por
las unidades en virtud de las cuales abarca ordenadamente sus partes. Así,
pues, en el juicio, además de los conceptos sintetizados, hay que considerar
los conceptos sintetizadores, además de lo dicho, los modos de decirlo. Y desde
el escrito de Aristóteles sobre las categorías éstos se llaman categorías
(de kategorein, de enunciar, declarar), en latín praedicamenta (de
praedicare, afirmar).
II.
Historia
Como
la filosofía trata de comprender la -> realidad como orden (->
ontología), por principio se pregunta también por el orden de sus afirmaciones
acerca de ésta. En occidente, de acuerdo con las series de contraposiciones de
los pitagóricos, Platón designa en el Teeteto como koiná perí
panton las determinaciones generales que se realizan en todos los órdenes
diversos (llamadas -> transcendentales por
la --> escolástica), las cuales no son conocidas a través de un órgano
especial, sino que el alma las conoce por sí misma (Teet. 185 C ss).
En
contraposición a estas determinaciones, él llama meguista ton guenon (Sof
254 C) a aquellos conceptos fundamentales que originan diversos órdenes propios
(y por eso no convienen a todos); pero sin hacer una enumeración completa de
tales conceptos y sin ofrecer un sistema sobre ellos.
La
clasificación de estos géneros supremos de predicación fue obra de
Aristóteles. Se encuentra en su forma más completa, en el escrito de las
Categorías (4; lb, 25-27) y en el de los Tópicos (i, 9; 103b, 20-23). Allí se
enumeran 10 categorías, contraponiendo a la -> substancia los nueve
accidentes: cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, donde, cuando,
situación y hábito (-> aristotelismo, esquema -> espacio-tiempo, ->
causalidad, -> acto y potencia). Por encima de las tentativas del ->
estoicismo y de Plotino (-> neoplatonismo), este catálogo fue decisivo para
la escolástica, y Tomás de Aquino trató de fundamentar su necesidad interna (Comment.
in Phys., IIl, 1, 5).
La
era moderna ha presentado tablas propias de categorías. Kant (-> kantismo)
deriva de las formas del juicio doce categorías como estructuras
transcendentales de toda experiencia posible. Fichte censura la defectuosa
contundencia de la deducción y él mismo trata de llegar por un método
dialéctico a una serie rigurosamente conexa de determinaciones fundamentales
partiendo de la acción. La empresa más amplia a este respecto es la lógica de
Hegel, que trata de esbozar el autodesarrollo dialécticamente necesario de la
idea absoluta a partir del ser indeterminado. En la actualidad N. Hartmann ha
llevado a cabo detallados análisis categoriales. Mientras él acentúa la
transformación de las categorías en cada uno de los estratos de la realidad,
Heidegger sólo aplica el nombre de categoría al ámbito extrahumano de la
realidad que está «meramente presente»; a las determinaciones fundamentales
de la -> «existencia», del «ser-ahí», las llama --> existenciales.
III.
Problemática
Sin
embargo, la cuestión fundamental de esta problemática no está en el análisis
de las c. y en su enumeración sistemáticamente completa. La cuestión
fundamental es la del origen de las c., que raramente se plantea. Ni hay que
derivarlas simplemente de la percepción (cuyas modalidades ellas unifican por
primera vez) ni preexisten (como «innatas») en el entendimiento.
Proceden
más bien de la realización del conocimiento mismo. Esta afirmación no trata
de degradarlas, por así decir, a la condición de lo «meramente subjetivo»;
pues justamente in actu, cognoscens et cognitum son idem.
En
la percepción de los datos empíricos la -> experiencia reflexiva y
transcendental que el espíritu finito tiene de sí mismo permite que ellos se
determinen a sí mismos y así descubran al experimentador el orden de lo
percibido. Por eso las categorías son las determinaciones comunes del
cognoscente y de lo conocido, o más exactamente: la autoconfiguración de ambos
en un solo acto de conocimiento.
«Así
como el yo en la transcendencia (del conocimiento, en el que se actualiza lo que
es el ser mismo) se alcanza como mismidad llena de contenido, igualmente el ser
objetivo llega a la forma de su contenido, la cual, hallándose antes oculta,
ahora está actualizada en el yo» (M. Krings); y este contenido de ambos es la
c.
Pero
de aquí se desprende que en principio no cabe elaborar una tabla completa de c.
Y esto no es posible porque el acontecer de la transcendencia, del cual brotan
las c., y el conocer son una acción de la --> libertad y, con ello, un
acontecimiento histórico. P. ej., no todo pensamiento ve el mundo desde el
punto de vista causal; así en el pensamiento estético, la c. de la presencia
ocupa el lugar de la causa (formas de --> pensamiento.
Sólo
bajo el presupuesto de una determinada visión del saber (p. ej.,
«científica», técnica, etc.), se pueden presentar sistemas propios de c.
Así
el espíritu humano tiene conciencia de su condición categorial, de su
referencia al ser multiforme. Aquel y éste sólo se hacen «reales» (actuales)
en la acción (actu). Pero, aparte lo más general y formal, no se puede decir a
priori qué valores consigue el hombre en el acto del conocimiento, a qué c.
llegará él.
Jörg
Splett
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