SUMARIO:
Introducción. — 1. Identidad y finalidad de la Acción catecumenal.
1.1. La
Acción catecumenal se inspira en el Catecumenado bautismal. 1.2. La
catequesis, elemento central para la iniciación cristiana en el
Catecumenado. 1.3. La catequesis iniciatoria es el otro nombre de la
Acción catecumenaL 1.4. Rasgos de identidad de la catequesis
iniciatoria. — 2.
Algunas consecuencias para lo praxis. 2.1. Lugar de /a Acción
catecumenal o
catequesis iniciatoria en la acción evangelizadora de la Iglesia.
2.2.
Vigencia de la catequesis iniciatoria en la acción evangelizadora de
la
Iglesia. 2. Urgencia de la catequesis iniciatoria en nuestro tiempo.
2.3. La
catequesis kerigmática o de carácter misionero: la precatequesis.
2.4. La
catequesis iniciatoria y la catequesis permanente (DGC, 69-721. — A
modo de
conclusión.
Introducción
En la Presentación
de este Diccionario de Evangelización y Pastoral, se presentan cuatro
realidades eclesiales que fundamentan la acción salvffica de la Iglesia
hasta el final de los tiempos: la Evangelización y, dentro de ella, la
Acción misionera, la Acción catecumenal, y la Acción pastoral.
Nos referimos a cuatro conceptos clave de la actual teología de la acción
eclesial, que, como se dice en los artículos correspondientes, han tomado carta
de naturaleza en ella, en su actual significación, a partir del Sínodo sobre la
Evangelización (1974) y su correspondiente Exhortación Apostólica
Evangelii Nuntiandi (EN, 1975) de Pablo VI, y del Sínodo sobre la
Catequesis (1977) y sus correspondientes:
Mensaje al Pueblo de Dios
(MPD-77) y Exhortación Apostólica Catechesi
Tradendae (CT, 1979) de Juan Pablo II. En este artículo abordamos la
Acción catecumenal.
Ha sido tan
profundo el cambio socio-cultural del mundo en los últimos veinticinco-treinta
años, que la Iglesia ha tenido necesidad de actuar de formas muy creativas a la
hora de cumplir el mandato misionero de su Señor (cf Mt 28,18-20) y por tanto,
también ha tenido que expresar de manera renovada y unitaria su teología
sobre su acción apostólica.
Por eso, si en las
décadas de los 60-70 se hablaba del ministerio de la Palabra, del
ministerio de la Liturgia y del ministerio de la Caridad; y si, en el
ministerio de la Palabra se distinguía: la evangelización para la
conversión de los no creyentes, la catequesis para profundizar en la
fe-conversión; la homilía, para preparar a los fieles a adentrarse en el
misterio que se celebra, y la teología para la exposición sistemática y
la investigación de las verdades de la fe (cf DCG 17), hoy, a la luz del
Vaticano II y, particularmente, de EN (1975) y CT (1979), esas realidades de la
acción eclesial se engloban en el gran concepto de Evangelización: "la
dicha y vocación propia de la Iglesia; su identidad más profunda. Ella existe
para evangelizar" (EN 14; cf EN 17-24).
La
evangelización es "un proceso complejo" con componentes muy variados:
apuntando a la transformación profunda de la humanidad, abarca el testimonio,
el anuncio explícito, la adhesión del corazón, la entrada en la comunidad, la
celebración y acogida de los signos sacramentales y las iniciativas de
compromisos transformadores y misioneros (cf EN, 24-3°).
Todos estos
elementos del proceso evangelizador se estructuran "en tres etapas o momentos
esenciales" (CT, 18): la Acción misionera, para los no creyentes o
indiferentes; la Acción catecumenal, para los que optan por el Evangelio,
y la Acción pastoral, para los cristianos ya maduros y su formación
permanente en el seno de la comunidad cristiana (cf DGC 49).
Importante. Estos
tres "momentos" de la Evangelización de la Iglesia no sólo se vivieron
históricamente en los primeros siglos de la Iglesia: 1) cuando los apóstoles, y
los cristianos comunicaban a los paganos —para provocar su conversión— el núcleo
del mensaje de Jesús: "murió, resucitó y vive por nosotros y con nosotros"; 2)
cuando los creyentes se iniciaban en la vida cristiana en el Catecumenado e
ingresaban en la comunidad cristiana mediante los sacramentos de la iniciación;
y 3) cuando los convertidos y bautizados vivían en las "comunidades cristianas,
nutridas con la Palabra, la Eucaristía y la Caridad fraterna y dando testimonio
de Cristo en medio del mundo pagano.
Estos "momentos" no
son sólo períodos históricos, ni etapas cerradas: "se reiteran siempre que sea
necesario" para las personas concretas o para grupos o comunidades necesitados
de aliento cristiano, porque "tratan de dar el alimento evangélico más adecuado
(según etapas), al crecimiento espiritual de cada persona o de toda una
comunidad" (DGC 49, final).
En este
encuadramiento ¿qué finalidad tiene la Acción catecumenal? ¿qué elementos
eclesiales la dinamizan? ¿qué relación tiene con las etapas anterior y
posterior? ¿es un período opcional para la formación cristiana? ¿cuáles son las
condiciones de su eficacia evangelizadora? ¿quiénes la ponen en movimiento?
1. Identidad y
finalidad de la Acción Catecumenal
1.1. La Acción
catecumenal se inspira en el Catecumenado bautismal
El Vaticano II, en
el Decreto sobre la
actividad
misionera (AG), evoca el proceso que la
Iglesia sigue prácticamente desde el principio a la hora de promover cristianos
y comunidades de Iglesia.
En primer lugar, la
Iglesia ha de anunciar al Dios vivo y a Jesucristo para que "los no cristianos,
por el Espíritu Santo que abre sus corazones, creyendo se conviertan libremente
al Señor y se adhieran sinceramente a El" (AG 13, 1º: Acción
misionera).
En segundo lugar,
AG deja constancia de la Acción catecumenal: "Los que han recibido de
Dios la fe en Cristo por la Iglesia, deben ser admitidos con ceremonias
litúrgicas al catecumenado; éste no es una mera exposición de dogmas y
preceptos, sino una formación y el noviciado debidamente prolongado de toda la
vida cristiana, en que los discípulos se unen a Cristo, su Maestro" (n° 14, 1°,
a).
A continuación, el
Concilio expone la identidad y finalidad de esta formación catecumenal: "Por lo
tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la
salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados
que deben celebrarse en tiempos sucesivos (SC 64-65), e introducirlos en la vida
de la fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14, 1°, b). Más aún,
"Los catecúmenos deben aprender a cooperar activamente en la evangelización
(aquí, acción misionera) y construcción de la Iglesia con el testimonio
de vida y la profesión de fe" (n° 14, 4°).
Como final del
proceso catecumenal, los catecúmenos celebran los sacramentos de la
iniciación cristiana bautismo, confirmación y eucaristía e ingresan en la
comunidad cristiana (cf AG 14, 2° y 15). Según todo lo dicho, el Catecumenado
bautismal o etapa catecumenal es el cauce formativo para
realizar la iniciación cristiana (AG 14, 4°).
1.2. La
catequesis, elemento central para la iniciación cristiana en el Catecumenado
Por la historia del
Catecumenado bautismal (cf J. DANIÉLOU-R. Du CHARLAT, La Catéchése aux
prémiers siécles, Fayard-Mame, París, 1968) y de la catequesis patrística (cf.
E. ROMERO POSSE, Catequesis en la época patrística, en Nuevo
Diccionario de
Catequética, S. Pablo Madrid 1999,
362-374) y por el Ritual de la
Iniciación Cristiana de Adultos (RICA),
(Editoriales Asociadas Madrid 1976, en Observaciones generales, Santa
Sede, y Observaciones previas,
Comisión de Liturgia, 9-33), se deduce, que la
médula espiral del Catecumenado es la catequesis de carácter
iniciatorio, apoyada por celebraciones litúrgicas y por la propia
comunidad cristiana, y
concebida como un aprendizaje -un rodaje- de la
vida cristiana.
Este carácter
iniciatorio o catecumenal estuvo bastante ausente de la catequesis a lo
largo de todo el siglo XX, a pesar de los grandes avances del movimiento
catequético en sus diversos períodos: metodológico-doctrinal, kerigmático,
antropológico y social-liberador. La catequesis daba por supuesta una fe
robustecida, por eso no iniciaba, no propiciaba la fundamentación de la fe.
Para la Conferencia
Episcopal Italiana con su documento II rinnovamento della catechesi
(1970) y, sobre todo, la EN (1975 n° 17-24 y 44), el
MPD del Sínodo
de 1977 (passim), la Exhortación Apostólica CT
(1979, n° 18; 21,22,3°; 25) y la Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis de
la Iglesia Española con su Catequesis de la Comunidad (1983, n° 46,59-65)
y su Catequesis de Adultos (1990, passim), devolvieron esta
dimensión iniciatoria o catecumenal a
la concepción y a la praxis de la catequesis,
enriqueciéndola en su función fundamentadora.
En este clima de
recuperación de la catequesis de
iniciación cristiana, propia del
Catecumenado bautismal, se publica el nuevo Directorio General para la
Catequesis. Este afirma que:
"La catequesis es
elemento fundamental de la iniciación cristiana... El eslabón que une la
catequesis con el bautismo es la profesión (viva) de fe... La finalidad
de la acción catequética consiste precisamente en esto: propiciar una viva,
explícita y operante profesión (de la vida) de fe.
Para lograrlo, la
Iglesia transmite a los catecúmenos y a los catequizandos la experiencia viva
que ella misma tiene del Evangelio, su fe, para que aquéllos la hagan suya al
profesarla (con una vida coherente). Por eso, la auténtica catequesis es siempre
una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al
hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la
Iglesia y en las Sdas. Escrituras y comunicada constantemente mediante una `traditio'
transmisión viva y activa, de generación en generación (CT 22)" (DGC 66).
La finalidad de la
catequesis. Por lo dicho sobre la catequesis de iniciación cristiana, "el
fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en
comunión, en intimidad con Jesucristo" (DGC 80; 40-41; 98-99). Supuesta la
conversión "inicial" de alguien al Señor, mediante el primer anuncio, "la
catequesis se propone fundamentar y hacer madurar esta primera
adhesión... (Ayuda) a conocer mejor a ese Jesús en cuyas manos se ha puesto:
conocer su "misterio", el Reino de Dios que anuncia, las exigencias y las
promesas contenidas en su mensaje evangélico, los senderos que él ha tratado a
quien quiera seguirle" (DGC 80).
Esta comunión
con Cristo lleva a unirse con cuanto es de Cristo: con Dios, su Padre, con
su Espíritu, con la Iglesia, su Cuerpo, y con los hombres, sus hermanos (cf DGC
81).
1.3. La
catequesis iniciatoria es el otro nombre de la Acción catecumenal
Decíamos más arriba
que el Catecumenado es el cauce formativo para la iniciación
cristiana: es decir, para que uno llegue a descubrir y a vivir las riquezas
("mirabilia") que el Espíritu del Padre y del Resucitado realiza o realizó en
los bautizados. Pues bien, para esto, la catequesis es el elemento fundamental.
Ahora se entiende por qué, en la renovación catequética, a la catequesis se la
apellida con el adjetivo de
iniciatoria o también de inspiración catecumenal (cf MPD-71, n° 8,3°;
DGC,90-91). "La recuperación del carácter iniciatorio de la catequesis es uno de
los aciertos más destacables de la Iglesia" (E Garitano).
1.4. Rasgos de
identidad de la catequesis iniciatoria
Todos los elementos
de la catequesis iniciatoria o Acción catecumenal, logran la finalidad de
fundamentar y consolidar la comunión viva con Cristo. En este sentido la
catequesis de iniciación no es una acción facultativa, sino básica y
necesaria para la construcción de la personalidad del seguidor de Cristo.
Por eso el crecimiento interior de la Iglesia y su fidelidad al Proyecto de Dios
dependen esencialmente de la catequesis de iniciación. Esta es,
pues, un "momento prioritario" de la evangelización (cf DGC 64) porque, por sus
componentes educativos acoge en su seno la capacidad forjadora de cristianos del
Catecumenado bautismal.
Los componentes
educativos o rasgos fundamentales de la catequesis de iniciación, pueden
resumirse así (DGC 67-68 y 78):
a. En lo
concerniente a la Palabra: Es una formación orgánica y sistemática de los
creyentes. Orgánica, porque procura una síntesis viva de todo el mensaje
cristiano, dando unidad a todos sus elementos en torno al misterio de Cristo
Salvador (cristocentrismo). Sistemática, porque sigue un programa
articulado. Este rasgo distingue fundamentalmente la catequesis de otras formas
de la Palabra de Dios. Pero esta iniciación ordenada y sistemática tiene
mucho que ver con la vida humana. La revelación, lejos de estar aislada
de la vida, se refiere al sentido último de la existencia y la ilumina, para
inspirarla o para juzgarla a la luz del evangelio. Todo catequista es educador
de la fe de toda persona humana y de toda la persona humana.
Es una educación
cristiana integral (CT 21), porque educa, desarrolla, todas las dimensiones
existenciales de la personalidad humana y así propicia un auténtico seguimiento
de Cristo. Lleva a profesar la fe "desde el corazón" (S. Agustín), desbordando,
aunque la incluya, la mera doctrina. Es un aprendizaje -un rodaje, un
entrenamiento- de toda la vida cristiana, en aquello que es común a todos los
cristianos. La catequesis como educación cristiana integral no
promueve especializaciones ni en el mensaje, ni en el método. Estas
especializaciones quedan para la catequesis permanente (que se da en la
Acción pastoral) de la que hablamos después (cf DGC, 67-3°).
Es una formación
básica, esencial (CT 21,2°), centrada en lo nuclear de la experiencia
cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangélicos más
fundamentales. Es decir, enraíza o consolida en una primera profundización
aspectos de la fe como: la experiencia de encuentro con Dios-Cristo, la
adhesión a él, la vivencia comunitaria, los criterios morales, el aprendizaje de
la oración y la celebración liturgia, la sensibilidad misionera y las primeras
experiencias de transformación del mundo según el evangelio (DGC 68; 90). Esta
educación en las certezas y convicciones básicas lleva a la catequesis a ser un
servicio a la unidad de la fe.
Esta educación
catequética, a la luz del catecumenado, tiene un carácter transitorio:
tiene un principio y un final. No es muy prolongada, ni permanece "sine die".
Esta catequesis iniciatoria -o Acción catecumenal- desemboca en la
Acción pastoral (cf DGC, 49), dentro ya de la comunidad cristiana,
en la que, entre otras acciones, es muy importante la catequesis
permanente o la educación permanente en la fe (cf DGC 49, 69-70) con
sus múltiples formas (cf DGC 71-72).
b. En lo que se
refiere a la Liturgia. La catequesis iniciatoria tiene un componente
litúrgico-oracional muy importante. El Catecumenado bautismal primitivo fue
el seno materno de la Iglesia, en donde ésta engendró, nutrió y promovió
verdaderos seguidores de Jesús y verdaderas comunidades, vivas y
dinámicas. Hoy ese seno maternal de la Iglesia lo encuentran en la
catequesis iniciatoria. Esta, como sucedió en el Catecumenado, pivota
especialmente sobre dos ejes: la acción catequética y la acción litúrgica. Ellas
se van combinando felizmente dentro del itinerario por etapas, que entraña el
proceso de hacerse cristiano. A la luz del Ritual de la Iniciación Cristiana
de Adultos (RICA) (Roma, 1972 y España, 1976), que actualiza, después
del Concilio, el proceso catecumenal de los primeros siglos, se detectan los
siguientes aspectos catequético-litúrgicos complementarios:
En primer lugar, la
catequesis narrativa (narratio) que abarca los hitos más sobresalientes (mirabiliora)
de la historia de la salvación del A. Testamento; la vida, palabras y obras de
Jesús, en el N. Testamento, sobre todo las culminantes: pasión, muerte y
resurrección, ascensión y envío del Espíritu, que ponen en marcha a la Iglesia,
y también los acontecimientos estelares del "tiempo de la Iglesia hasta nuestros
días" (S. Agustín, en "Catechizandis rudibus").
En segundo lugar,
entreverándola con estos acontecimientos fundadores de la fe, está la catequesis
sobre las fiestas de Israel, como "memoriales" de los acontecimientos
"fuertes" del A. Testamento (Exodo, Alianza...) y sobre las fiestas
cristianas: la Pascua semanal y anual, "memoriales" del corazón de la
salvación en el N. Testamento, la muerte y resurrección del Señor.
La catequesis
descubre que estas fiestas pascuales son actualización progresiva -A. y N.
Testamento- del Proyecto Salvador y Liberador de Dios "en Cristo". La catequesis
resalta que todas estas fiestas afirman la identidad del Pueblo de Dios, del
"Nuevo Pueblo de Dios", mediante la exquisita Pedagogía divina: desde la Fiesta
gozosa en memoria de la intervención divina liberadora y palpable, Dios va
introduciendo a su Pueblo en la Familia divina, la Comunidad cristiana adulta,
anticipo de la Pascua definitiva.
En tercer lugar,
está la celebración de algunos ritos litúrgicos que se celebran
acompañando a las catequesis. Estos ritos sostienen la educación y el
crecimiento interior de los catecúmenos o catequizandos. Por ejemplo: 1)
Celebraciones de la Palabra específicas para ellos y la participación en
la Liturgia de la Palabra, en la Eucaristía de la comunidad cristiana; 2)
"Sacramentales", como bendiciones y oraciones para obtener la ayuda divina y
robustecerse frente al pecado (exorcismos); 3) Ritos de paso de una etapa
a otra; de un año a otro.
En cuarto lugar,
subrayamos estos Ritos de paso. Consisten: 1) en una celebración de la
Palabra en torno a actitudes de la vida cristiana, en especial a la
perseverancia y a la fidelidad; 2) en la "entrega" del Credo y del Padrenuestro
como documentos fundamentales de la fe; y 3) en la unción con óleo, signo de
fuerza que da el Señor, para profundizar en la conversión.
En quinto lugar,
hay que destacar la conclusión festiva de la iniciación cristiana. Tras
abundantes catequesis de la Hª de la Salvación, del Credo apostólico
y del Padrenuestro, con sus consecuencias éticas, y todo ello en un clima -sobre
todo en las últimas semanas- hondamente religioso, llega la celebración o
renovación gozosa y poblada de símbolos de los tres sacramentos de la
iniciación: el bautismo, la confirmación y la eucaristía.
En sexto lugar, la
última etapa iniciatoria es la catequesis mistagógica, es decir, una
catequesis muy vivencial sobre los tres sacramentos celebrados o renovados,
pero descubriendo el significado de la experiencia sacramental a partir de ritos
simbólicos de cada sacramento (mistagogía o conducción hacia el misterio).
Catequesis y
Liturgia. Por lo dicho, la Acción catecumenal tiene dos componentes
ineludibles: la catequesis y la liturgia, como acciones eclesiales en fecunda
interacción. El secreto de esta complementariedad dinámica está en que ambas, en
su corazón, son portadoras de Cristo, Crucificado
y Resucitado. De ahí que una Catequesis que anuncia los acontecimientos
fundantes de la fe, pero no favorezca su celebración salvadora y liberadora de
Cristo, no es una verdadera catequesis cristiana. Y a su vez una liturgia que
celebra los acontecimientos fundantes de la fe -y por tanto a Cristo Vivo y
Liberador-, pero no los ha hecho preceder de un proceso catequético
personalizador y comunitario, no es una verdadera liturgia cristiana. Ni Palabra
sin Sacramento, que celebra la fe, ni Sacramento sin Palabra, que aviva la fe.
Por eso, la
catequesis, sobre todo, la iniciatoria, tiene entre otras tareas: la
la de propiciar la adhesión de la fe a Cristo y los conocimientos
de la fe; y 2a la de educar para participar en la acción
litúrgica en la que Cristo actúa como Salvador juntamente con su Iglesia. Y
esto supone educar para la oración personal, la acción de gracias, la
penitencia, la plegaria confiada... (cf DGC, 85).
c. En lo referente a
la Comunidad. La catequesis iniciatoria o acción catecumenal, por su
configuración a partir del Catecumenado, además de la catequesis y la
celebración litúrgica, implica en su ser y en su actuar la
Comunidad cristiana como una referencia constante. Por eso, otra de las
tareas de la catequesis iniciatoria educar, introducir, iniciar a la
experiencia de la vida comunitaria, la cual no se improvisa.
Para ello la
catequesis fomenta algunas actitudes evangélicas: espíritu de sencillez y
humildad, solicitud por los más pequeños, atención preferente a los que se han
alejado, la corrección fraterna, la oración en común, el perdón mutuo...,
actitudes que quedan englobadas en el amor fraterno. Más aún, esta
vivencia comunitaria ha de fomentarla la catequesis extendiéndola al
espíritu ecuménico, estimulando actitudes fraternales hacia los
miembros de otras iglesias y comunidades eclesiales (cf DGC, 86).
d. En lo que
concierne al Servicio (testimonio, compromiso, misión). La catequesis -a la
luz del Catecumenado bautismal- está abierta al dinamismo transformador del
mundo. Por eso, trata de sensibilizar -no de capacitar en profundidad- a los
seguidores de Jesús para estar presentes, en cuanto cristianos, en la sociedad,
en la vida profesional, cultural y social. Este Servicio cristiano
tiene tres formas de expresión: el testimonio personal, de coherencia
entre fe y vida de cada día; el compromiso tanto, en el interior de la
Iglesia para mantenerla testimonial y activa, como en el compromiso temporal, de
mejora de la convivencia ciudadana y de las estructuras cívicas; y el
dinamismo misionero, tanto respecto de los pueblos nunca evangelizados ("missio
ad gentes"), como respecto del interior de la Iglesia, hacia los bautizados
increyentes o indiferentes tan abundantes en muchas Iglesias necesitadas de una
"nueva evangelización". (cf DGC, 86, 2ª parte).
Si la catequesis actual se inspira en el Catecumenado primitivo, como
garantía para promover cristianos auténticos y comunidades dinámicas en su
fe, quizá haya que seguir mirando a las fuentes cristianas, para descubrir
nuevos elementos de ese secreto del cristianismo que caló y transformó la
cultura pagana del Imperio en los tres primeros siglos, a pesar de
reticencias y persecuciones (cf J. MARTÍN VELASCO, Testimonio cristiano
y anuncio del evangelio, en El malestar religioso de nuestra
cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993, 335-344).
2. Algunas
consecuencias para la praxis
2.1. Lugar
de la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria en la acción
evangelizadora de la Iglesia
Este lugar
puede entenderse, primero, respecto a las otras dos grandes
acciones que abarca la evangelización eclesial y, segundo, en relación con
las abundantes acciones específicas o concretas que realiza la Iglesia.
a. Lugar de
la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria respecto de la
Acción misionera y de la Acción pastoral.
A la
catequesis, en general, también a la catequesis iniciatoria, siempre se la
ha considerado como perteneciente a la Acción pastoral de la
Iglesia, es decir, dentro ya de la comunidad cristiana. Las parroquias de
los países tradicionalmente cristianos siempre han tenido la catequesis,
así como la misa dominical y los sacramentos, como elementos centrales de
su tarea pastoral. Esta consideración de la catequesis como elemento de la
Acción comunitario-pastoral trae consigo consecuencias que hoy
muchos no aceptamos: primera, la catequesis es "para los de casa, para los
de siempre, como ha ocurrido en muchas experiencias de catequesis de
adultos" (F. Garitano); segunda, de alguna manera, la catequesis
iniciatoria o Acción catecumenal queda bastante devaluada, ya
que vivimos en tiempos de indiferencia religiosa, en que hay que potenciar
la Acción misionera, y menos -al parecer- la Acción catecumenal
o catequesis iniciatoria.
Felizmente,
ya desde EN (1975), y CT (1979), y, especialmente en la Iglesia Española,
desde Catequesis de la Comunidad (1983, n° 24-38), y en la Iglesia
universal, desde el Directorio General para la Catequesis
(1997, n° 60-68), la catequesis al servicio de la iniciación cristiana
"es uno de esos momentos -muy importante, por cierto- en el proceso
total de la evangelización" (DGC, 63; cf CT 18, 20, 3°).
Si los tres
grandes momentos o etapas del proceso de la Evangelización son: la
Acción misionera, la Acción catecumenal o catequesis iniciatoria
y la Acción pastoral, la Acción catecumenal o catequesis
iniciatoria es una acción necesaria y primordial. "Sin ella la
Acción misionera no tendría continuidad ni llegaría a desplegar su
fecundidad. Sin ella la Acción pastoral de la comunidad cristiana
no tendría raíces y sería superficial y confusa. Sin ella, prácticamente,
no habría Iglesia y, hablando en general, no habría cristianos" (CC 35; cf
CT, 15; DGC 64). Y cuanto se dice aquí de la catequesis iniciatoria,
se refiere a la catequesis de todas las edades.
Por tanto, la
catequesis de iniciación no es -repetimos- una acción
facultativa, optativa, sino básica y fundamental para la
construcción tanto de la personalidad del discípulo de Cristo como de la
misma comunidad (cf DGC 64, 2°).
b. Lugar
de la catequesis en relación a las abundantes acciones
especificas y concretas que realiza la Iglesia
No pocos
agentes pastorales (presbíteros, religiosos/as y laicos/as) se han
acostumbrado a buscar una alternativa a la catequesis de niños (de 9 años
en adelante), de adolescentes y de jóvenes, y adultos: el escultismo,
otros grupos de tiempo libre, actividades extraescolares...,
encuadramiento en actividades sociales en el barrio, en grupos de
oración..., oferta de unos cursos monográficos de teología, o sobre el
Concilio...
Hoy puede
darse con frecuencia el caso, bien de niños mayores y de preadolescentes,
bien de adolescentes, de jóvenes o de adultos, cuyo nivel de fe no permite
abordarles en grupos de catequesis iniciatoria, de inspiración
catecumenal, y entonces se recurre a este tipo de acciones.
Pero estos
agrupamientos nunca podrán considerarse como alternativa a la
catequesis iniciatoria, sino como plataformas de Acción
misionera, en que ellos pueden descubrir, si están bien pensadas y
realizadas, a Jesús de Nazaret amante de la naturaleza, de su
Padre, de los pobres... y abrirse a él en una actitud de primera
conversión o adhesión a su Persona.
Es entonces
cuando, en actitud de confianza en el espíritu, convendría comenzar la
catequesis iniciatoria dentro de una programación fiel al espíritu del
Catecumenado. Pero si llegadas al umbral de la adhesión a Cristo Salvador,
las personas no son introducidas en el clima de una catequesis de
iniciación, su fe quedará sin fundamentación y adolecerán toda la vida
de infantilismo religioso.
Esto supone
que los agentes pastorales hayan caído en la cuenta de que hay acciones
que son preferentemente misioneras, que conducen a la opción
inicial por Jesús Resucitado; otras que son acciones
preferentemente catequéticas, es decir, que inician, introducen en los
fundamentos de la fe viva en Cristo, y otras acciones que son
preferentemente pastorales, que ayudan a permanecer fieles a Jesús en
la comunidad cristiana y a abrirse al trabajo con los hermanos y aún al
trabajo misionero con los increyentes o indiferentes (cf V. M.8
PEDROSA. ¿Cómo poner en marcha grupos de catequesis de adultos? Ed.
S. Pío X, Madrid 1996, pp. 23-26).
2.2.
Urgencia de la catequesis iniciatoria en nuestro tiempo
La Iglesia,
en los tiempos en que vivió en un clima pagano, sintió la necesidad
de realizar el anuncio misionero, por una parte, y por otra, de
promover la iniciación cristiana de los convertidos en una
verdadera "escuela de fe", en una institución -el Catecumenado- educadora
de la fe de los creyentes en todas sus dimensiones: de conocimiento
experiencial y doctrinal de Cristo, de celebración, de formación moral y
de compromiso transformador y misionero.
Hoy, en
nuestra sociedad de "cultura postcristiana y neopagana... con fuerte
impregnación laicista" (Plan Pastoral de la C.E. Española, 1994-1997), las
Iglesias particulares han de recuperar ya la auténtica Acción
catecumenal, esto es, el verdadero proceso de catequesis de iniciación
cristiana, que ha de llevarse a cabo, especialmente, con jóvenes y
adultos jóvenes. Así se lo propusieron, por ejemplo, los Obispos de
Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria en 1994:
"Dar pasos
concretos para establecer la catequesis de iniciación cristiana para
adultos como un servicio permanente de cada parroquia" de la misma
manera que las parroquias hay implantado la catequesis infantil con su
proceso, método y estructura de catequesis" (Carta Pastoral... 1994, n°
90).
2.3. La
catequesis kerigmática o de carácter misionero: la precatequesis
No obstante,
el realismo pastoral lleva a los Papas, a los Pastores y a todos los
expertos en la Acción catecumenal o catequético iniciatoria a
afirmar que, a esta catequesis propiamente dicha, le suele preceder la que
el DGC llama "la `catequesis kerigmática', y que algunos denominan
`precatequesis" (n° 62) o también "catequesis de carácter
misionero" (n° 33).
En efecto, la
situación socio cultural que acabamos de describir, la presenta el DGC (n°
58) en tres pinceladas:
-
Hay pueblos y agrupaciones humanas en que Cristo y su Evangelio no son conocidos. Esta situación reclama la misión "ad gentes" o la Acción misionera en orden a invitarlos a la conversión al Cristo Salvador.
-
Hay contextos culturales en donde viven "comunidades cristianas dotadas de estructuras eclesiales adecuadas y sólidas, que tienen un gran fervor de fe y de vida, que irradian el xestimonio del Evangelio" (RM 33,3°). Estas comunidades necesitan una intensa Acción pastoral con procesos de iniciación cristiana bien articulados para niños, adolescentes y jóvenes, y una buena formación permanente para los adultos.
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Sin embargo, en muchos países de tradición cristiana se da una situación intermedia (cf RM 33,4°), en que grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio (cf n° 58, c). Esta situación requiere en nueva evangelización. ¿Qué acción prioritaria ha de desarrollar aquí la Iglesia? Una Acción misionera dirigida a bautizados de toda edad, que se han alejado de la fe para que puedan retornar a la fe en su Salvador.
A esta acción
de la Iglesia —por consideración al bautismo ya celebrado— la suele llamar
catequesis kerigmática o precatequesis, que presenta la Buena Nueva
para lograr una fe válida o conversión inicial verdadera al Señor
Jesús. "Sólo a partir de la conversión y la fe, la catequesis propiamente
dicha (la catequesis de iniciación) podrá desarrollar su tarea específica
de educación de la fe" (DGC 62, 1°). En estos casos, la catequesis, antes
de asumir su función iniciatoria debe asumir subsidiariamente y con
frecuencia, la función misionera de convocar a la fe (cf DGC,52).
Algunos catequetas piensan que esta catequesis kerigmática, en
realidad es lisa y llanamente la acción misionera tanto para no
bautizados como para bautizados, no convertidos (cf A. ALCEDO,
La catequesis kerigmática en el nuevo DGC,
"Teología y Catequesis" 67 [19981
25-46).
2.4. La
catequesis iniciatoria y la catequesis permanente (DGC, 69-72)
Durante años,
han estado latentes en la Iglesia dos concepciones diferentes de
catequesis: La de los que la concebían como una acción fundamentalmente
iniciatoria (la catequesis de iniciación) y la de los que
identificaban la catequesis con el proceso cristiano de educación
en la fe a lo largo de toda la vida (catequesis permanente).
Caricaturizando un poco las dos corrientes, se podría decir:
Los
primeros (el mundo misionero apoyado en sus Semanas Internacionales de
Catequesis, y sobre todo, las Diócesis españolas) aceptaban que la
catequesis iniciatoria, en cuanto inspirada en el Catecumenado
primitivo, tiene un comienzo y un final, es básica y
elemental, orgánica y sistemática, es integral y concluye con la profesión
de fe, la celebración de los sacramentos de la iniciación y el ingreso en
la comunidad adulta. En adelante, no habrá ya catequesis sino una
educación permanente en la fe para los jóvenes, adultos y mayores.
Los
segundos (Europa y Latinoamérica) aseguraban que lo propio de la
catequesis es empezar con la catequesis familiar, parroquial y escolar
debidamente correlacionadas, y continuar a lo largo de toda la vida en
catequesis permanente. Sin poner un cuidado especial en la catequesis
iniciatoria, aspiraban a una buena formación catequética, de grado medio y
aún superior (teología).
El DGC nace
con vocación de integración, conjugando ambas concepciones (cf DGC
34-72). La catequesis de iniciación -la catequesis propiamente
dicha- y la catequesis permanente no son excluyentes, sino
complementarias (DGC 69). Son dos niveles distintos de catequesis
especialmente diferentes: La catequesis iniciatoria necesita, para
su continuidad de la catequesis permanente y ésta, a su vez,
necesita, para su fundamentación teologal, de la catequesis iniciatoria.
Hoy, la
catequesis de iniciación necesita la catequesis permanente. En
primer lugar, porque aunque se asimile bien el mensaje cristiano
orgánicamente cristocéntrico, el pensamiento teológico avanza tan
rápidamente que sería preciso actualizar la formación recibida con una
formación continua sobre el mensaje evangélico. Y, en segundo lugar,
porque, dada la fragmentariedad de la cultura actual, existe el peligro de
que los adolescentes, jóvenes y adultos en proceso de iniciación
cristiana, no asimilen el mensaje cristiano organizado en torno a
Jesucristo y hayan de completarlo en la catequesis permanente.
Además esta conlleva celebraciones, escucha de la Palabra... que afianzan
la comunión personal con Cristo.
A su vez, si
la catequesis fundante o iniciatoria no basta para promover
cristianos adultos en la fe, tampoco basta sólo la catequesis
permanente. La catequesis iniciatoria es la que fundamenta
la adhesión inicial a Jesucristo (fides, qua), mediante el anuncio
orgánico y básico y en comunidad del mensaje cristiano (fides, quae).
Fundamentar la fe es ayudar a interiorizar sus dimensiones de encuentro
con Jesús, de celebración festiva, de vivencia comunitaria, de
consecuencias morales, de compromiso con el mundo y de sentido misionero.
Sin esta experiencia de fe que pone al cristiano en comunión con
Cristo Salvador y Liberador, y que viene de la catequesis iniciatoria,
no hay posibilidad de catequesis permanente.
Resumen. Por
lo dicho, el DGC habla de tres formas de catequesis: la catequesis
kerigmática o precatequesis, la catequesis iniciatoria y la
catequesis permanente. La primera tiene una estrecha relación con
la Acción misionera. La última se realiza ya en la Acción
pastoral de la comunidad cristiana. Sólo la segunda, la catequesis
iniciatoria está vinculada a la Acción catecumenal, e incluso
se identifica con ella.
A modo de
conclusión
En estos
primeros artículos abordamos los tres niveles en que se realiza la
Evangelización de la Iglesia: la Acción o Evangelización misionera;
la Acción o Evangelización catecumenal y la Acción o
Evangelización pastoral. En el presente artículo hemos abordado la
Acción o Evangelización catecumenal y hemos descubierto que coincide
con la Catequesis de la iniciación cristiana, la catequesis
propiamente dicha. En este sentido, la Acción o Evangelización,
condición ineludible para promover cristianos adultos en la fe con una
primera madurez cristiana, y para promover comunidades cristianas vivas y
dinámicas.
A mi modo de
ver, tanto las diócesis, como las parroquias y comunidades eclesiales dan
por supuesto, con demasiada frecuencia, que esta iniciacion a la vida
creyente se está haciendo bien. En los primeros siglos, la Iglesia
evangelizó el mundo porque dispuso de un gran cauce de consolidación de la
fe cristiana: la Institución catecumenal. Hoy habrá una "nueva
evangelización", si las comunidades de Iglesia procuran revitalizar como
elemento fundamental la Acción catecumenal, la Catequesis de
iniciación cristiana tal como se ha esbozado.
Más aún, esto
quizá no sea suficiente, si las diócesis no promueven, con toda la
creatividad que puede otorgar el Espíritu del Resucitado una Acción
misionera institucionalizada, como lo propone el DGC: "El hecho de que
la catequesis, en un primer momento, asuma estas tareas misioneras,
no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención
institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del
mandato misionero de Jesús. La renovación catequética debe cimentarse
sobre esta evangelización misionera previa" (n° 62, final).
BIBL. - C.
VATICANO II, Ad Gentes (1965); CONGREGACIÓN PARA EL CLERO,
Directorio General para la Catequesis, Librería Editrice Vaticana,
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Madrid 1975; JUAN PABLO II, Catechesi Tradendae, PPC, Madrid 1979;
SINODO-77, Mensaje al Pueblo de Dios, PPC , Madrid 1977; COMISIÓN
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SASTRE, Naturaleza de la catequesis fines y tareas, "Sinite" 117
(1998) 29-46; J. MARTÍN VELASCO, El malestar religioso de nuestra
cultura, Ed. Paulinas, Madrid 1993, 293-344.
Vicente
Mª. Pedrosa Arés
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