El
e. lo mismo como método (análisis estructural) que como ideología, hacia
lo cual degenera siempre el método, partiendo de Francia se ha hecho un
fenómeno típico de nuestra época.
1.
«La historia de la conciencia occidental pasa de la sustancia a la
estructura», del «ser, que posee su propia subsistencia y
su determinación interna» (H. Rombach), a otra manera de ver que difícilmente
se puede resumir en una definición y que sin duda fue objeto de reflexión por
primera vez en la «psicología de la estructura» de W. Dilthey. A su
discípulo E. Spranger se debe esta fórmula: «Una edificación o estructura
articulada constituye una forma de la realidad cuando es un todo en el que cada
parte y cada función parcial hace una aportación importante para la totalidad,
y por cierto de tal manera que la construcción y la función de cada parte
estén condicionadas a su vez por la totalidad y sólo sean comprensibles a
partir de ella» (Psicología de la edad juvenil, Rev. Occ. Ma., p. 8).
Además
de este análisis estructural con una orientación preferentemente
filosoficopsicológica, el cual a través de Jean Piaget y su discípulo Lucien
Goldmann (psicólogos de Ginebra) ha introducido en el e. francés las
categorías de la totalidad y de la función, son ante todo las
categorías marxistas de la última base determinante (infraestructura), y
el inconsciente freudiano, que estructura ocultamente nuestras acciones
conscientes, los que han influido en Claude LéviStrauss, el padre del e.
francés. Para LéviStrauss y el e. procedente de él, el único que aquí
exponemos, es decisiva la ciencia estructural del lenguaje, tal como la fundó
entre 1906 y 1911 Fernando de Saussure, lingüista de Ginebra, y ha seguido
desarrollándose en el círculo lingüístico de Praga (N.S. Troubetzkoy, Roman
Jakobson) y en el de Copenhague. Si en la lingüística anterior predominaba el
punto de vista diacrónico, es decir, se estudiaban preferentemente el
origen de cada lengua y de sus elementos, así como sus cambios en el transcurso
de la historia, desde Saussure se tiende más a una consideración sincrónica
del lenguaje, a la descripción del sistema de una lengua y a la
investigación de la estructura que la determina, haciendo abstracción del
cambio histórico. Las categorías marxistas y freudianas han hallado su
confirmación en la lingüística estructural por cuanto se considera la lengua
como el hecho social, y se ha descubierto cómo el sentido que percibimos
conscientemente a nivel de vocabulario, de gramática y de frases, en último
término se debe a una inconsciente actividad compositora, la cual sigue reglas
totalmente determinadas, que son investigadas por la lingüística moderna con
el fin de reducirlas a pocas reglas fundamentales con validez universal.
2.
El análisis estructural así orientado a la ciencia del lenguaje se
refiere por tanto en primera línea a los sistemas de significación en sí, que
el hombre se ha creado (le structural), y prescinde (a diferencia de los
análisis estructurales en la psicología y en las ciencias naturales) de la
pregunta sobre la medida en que el sistema de signos corresponde a la «realidad
objetiva» (le structurel) significada por él. La finalidad del
análisis estructural es desmembrar un sistema existente de significación, lo
más cerrado posible, de tal modo que salgan a la luz las reglas según las
cuales él está compuesto y funciona. Esta «actividad estructural» (R.
Barthes) se puede describir de manera simplificada en dos pasos: en el primero,
el de la desmembración (découpage), se determinan las «estructuras
elementales», las unidades mínimas de las que se compone cada sistema. Tales
unidades - y esto es un presupuesto fundamental del e. tomado del análisis
lingüístico- no se pueden definir por su «substancia», sino por su relación
diferencial con las otras unidades, por diferencia y límite. Ya el elemento
originario del sistema debe entenderse como «estructura», donde el más
mínimo cambio produce la modificación del todo. En un segundo paso -el de la composición
(agencement) - se observan las reglas de asociación y composición de las
«estructuras elementales» determinadas en la forma expuesta, reglas en virtud
de las cuales esas estructuras elementales originan el respectivo sistema o,
más exactamente, su forma típica.
3.
Aparte del sistema del lenguaje, el campo de aplicación del análisis
estructural lo ha insinuado Saussure mismo: «El lenguaje es un sistema de
signos que expresan ideas, y en este sentido puede compararse a la escritura, al
alfabeto de sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a
las señales militares, etc. El lenguaje es solamente el más importante de
estos sistemas. Cabe concebir, pues, una ciencia que investigue la vida de los
signos en el marco de la vida social..., la llamaremos semiología. Ésta
nos enseñaría en qué consisten los signos y qué leyes los regulan» (Curso
de lingüística general, 1931, cap. 3).
En último término el análisis
estructural se puede usar en todo sistema de signos. La genial ocurrencia de
Lévi-Strauss, por la cual él ha hecho famoso el e., consistió precisamente en
aplicar los principios de la lingüística estructural a los sistemas, tan
confusos a primera vista, de regulación de matrimonios entre los primitivos,
deduciendo estos sistemas del principio del cambio. Pero están más a la mano
los sistemas literarios de significación, por lo cual LéviStrauss mismo ha
estudiado los mitos y los investigadores de la literatura someten los poemas a
un análisis estructural. Además del arte, del cine, de la moda, la propaganda
y la prensa, se pueden analizar los sistemas filosóficos y teológicos; y
particularmente la Biblia es también objeto apropiado de este análisis.
4.
La versión ideológica del e.
consiste en que se da un carácter general y absoluto a los principios
metódicos, y las abstracciones metódicas se convierten en negaciones con matiz
ontológico. El descubrimiento del papel que desempeña lo inconsciente en la
composición de los sistemas humanos de signos, conduce a negar la posición de
sujeto consciente por parte del hombre y a considerar como una ilusión la
libertad y la responsabilidad. A esto ha contestado Sartre: «La desviación
inicial, que hace desaparecer al hombre detrás de las estructuras, implica en
sí misma una negatividad: el hombre aparece detrás de esta negación. Un
sujeto o una subjetividad existe en el momento en que se inicia un esfuerzo por
ir más allá de la situación dada, conservándola a la vez. Este ir más allá
es el auténtico problema. Hay que comprender cómo el sujeto o la subjetividad,
sobre una base que le precede, se constituye por un continuo proceso de
interiorización y de renovada exteriorización» (Alternativa 54, página
132). El código anterior a toda convención de un sentido, el cual se
substrae a la disposición de los hombres y late en todos los sistemas, hace que
la pregunta por el sentido especial de una composición se presente como
secundaria e incluso carente de significado, pues se trata de un juego
coordinado en el marco de un sentido o de un absurdo general. Pablo Ricoeur
responde a Lévi-Strauss: «Para Vd. no hay ningún "mensaje",
no en el sentido de la cibernética, sino en el sentido kerygmático. Vd.
desespera del sentido, pero se salva por el pensamiento de que, si bien la gente
no tiene nada que decir, sin embargo habla de tal manera que es posible someter
sus palabras al e. Vd. salva el sentido, pero es el sentido de lo absurdo, la
admirable disposición sintáctica de un discurso que no dice nada. En Vd. se
unen el agnosticismo y una hiperinteligencia de la sintaxis. Por esto es Vd.
fascinante e inquietante a la vez» («Esprit», nov. 1963, p. 652). La
constancia por principio de las estructuras, cuya mutabilidad es solamente
exterior, y cuya dimensión única excluye las diferencias de nivel, conduce al
vaciamiento de las categorías «historia», «evolución», «progreso»,
«revolución», «infrahumano», «humano», etc. El hombre mismo aparece en
último término como mera «máquina, quizá más perfecta que las demás, la
cual trabaja en la disolución de un orden originario, y con ello lleva la
materia organizada a un estado de inercia, que un día será definitiva» (Lévi-Strauss,
Tristes tropiques, p. 367). Para finalizar, citemos de nuevo a Sartre,
según el cual «el hombre siempre está más allá de las estructuras que lo
condicionan, pues hay en él algo distinto que le hace ser lo que es. No
entiendo, pues, que alguien se pare en las estructuras; para mí esto es un
escándalo lógico» (ibid., p. 133).
BIBLIOGRAFIA:
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cuit (P 1964); idem, Du miel aux cendres (P 1966); idem, Antropología
estructural (Eudeba BA 1968); idem, L'origine des maniéres de fable (P 1968);
idem, La pensée sauvage (Plon P 1962); R. Barthes, Mythologies (P 1960);
idem, Critique et vérité (P 1966); idem, Systéme de la Mode (P 1967);
L. Althusser, Lire le Capital (P 1966); M. Foucault, Las palabras y
las cosas (Siglo XXI Méx 1968); J. Lacan, Écrits (P 1966); A. J.
Greimas, Sémantique structurale (P 1966); L. Sebag, Marxismus and
Strukturalismus (F 1967); J. M. Auzias, Clefs pour le structuralisme (P 1967);
J. B. Fages, Comprendre le structuralisme (P 1967); Y. Simonis, Claude
Lévi - Strauss ou la Passion de Pincesto, (P 1968); J. Piaget, El
estructuralismo (Proteo BA 1968); idem, La génesis de las estructuras
lógicas elementales (Guadalupe BA 1967); L. Aithusser, La revolución
teórica de Marx (Siglo XXI Méx 1968); U. Jaeggi, Ordnung and Chaos (F 1968);
G. Schiwy, Strukturalismus and Theologie: PhTh 43 (1968) 523541; ídem, Der
franzósische Strukturalismus (Reinbek 1969); idem, Strukturalismus and
Christentum (Fr 1969).
Günther
Schiwy
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