Consiste en la suspensión de toda actividad psicomotora. Cuando esta
suspensión es incompleta suele hablarse de semiestupor. Los modelos de e.
completo o incompleto más importantes y frecuentes son: el esquizofrénico
catatónico, el depresivo, el de la psicosis de la motilidad, el
confusional, el demencial, el histérico y el cerebro-focal. El e. requiere
en cualquier caso solucionar con toda urgencia el problema diagnóstico y
aplicar el tratamiento correspondiente.
El enfermo con e. muestra una inmovilidad completa, una expresión fija y un silencio total. Se resiste a menudo a tomar alimento (para designar la negativa a ingerir alimentos y bebidas se utiliza de antiguo el impropio término de sitiofobia). Con frecuencia hay incontinencia de orina y heces (gatismo). Unas veces la vida psíquica se halla apagada, y el pensamiento, anulado. Esto ocurre sobre todo en los e. confusional y demencial. En el psicógeno o histérico suele conservarse la vida psíquica intacta y hasta se elaboran significativamente las situaciones. El catatónico no se atiene a una norma fija al respecto.
Estupor catatónico. El tipo de e. más frecuente en la clínica psiquiátrica es el de la esquizofrenia (v.) catatónica, que se subdivide en dos variedades: la tensa o rígida y la fláccida o laxa. En el e. catatónico tenso el enfermo permanece totalmente inmóvil, sentado o de pie, en una postura por lo general extravagante, como si fuese una estatua. Las estereotipias postulares son muy frecuentes: en especial la de tener los labios apretados y propulsados (hocico catatónico). Al intentar movilizar sus extremidades se advierte una intensa rigidez muscular. El e. catatónico laxo se caracteriza por la flaccidez muscular y la colaboración del enfermo al movilizar pasivamente sus extremidades. La catalepsia (v.), con conservación indefinida de actitudes, es aquí mucho más frecuente que en el modelo anterior. El mutismo cobra en esta variedad su manifestación más tenaz. Algunos enfermos, sin tener propiamente trastornos del lenguaje, se expresan por señas y gestos. Las crisis de agitación motora con producción de actos agresivos, al igual que en el tenso, son aquí muy frecuentes. El enfermo suele hallarse absorbido por alucinaciones auditivas y visuales.
El e. catatónico es muchas veces un artefacto institucional, es decir, una secuela producida en un esquizofrénico residual por la inactividad y la falta de contactos humanos. Con los psicofármacos y las técnicas de socioterapia se han conseguido éxitos espectaculares. He aquí un ejemplo: una enferma que llevaba 25 años sin pronunciar palabra y reducía toda su actividad motora al arreglo de su cama por las mañanas recobra totalmente su normalidad psíquica gracias a un tratamiento mixto, de fármacos y socioterapia, mantenido durante unos meses.
El estupor depresivo representa la forma extrema de inhibición psíquica, propia de las depresiones vitales muy intensas. Ocurre sobre todo en las depresiones que aparecen durante la involución o la presenilidad. Éstas tienen a menudo un aire catatoniforme. En la forma aquinética de la psicosis de la motilidad hay una gran pobreza motora, que afecta sobre todo a la mímica y los movimientos expresivos. Con frecuencia llega al e., pudiendo prevalecer en el mismo la catalepsia o el negativismo reflejo. Su cuadro clínico es muy semejante al e. catatónico. Para distinguirlo de éste hay que tener presente la existencia de un estado de ánimo angustioso en la psicosis aquinética de la motilidad.
El estupor confusional representa la forma extrema de la obnubilación de la conciencia no acompañada de onirismo (v. CONFUSIóN MENTAL). Suele ser producido por un proceso semático de bastante gravedad (infección, intoxicación, traumatismo craneal, etc.).
El estupor demencial puede aparecer ya en la etapa inicial de aquellas demencias (v.) que se acompañan de intensa apatía o elementos catatoniformes. Más a menudo hace irrupción en la etapa final del proceso demencial, cuando el sujeto ha quedado reducido a una vida puramente vegetativa.
El estupor histérico representa una forma personal de elaborar la angustia vital por parte de ciertos neuróticos. López Ibor (v.) ha puesto en evidencia que en toda neurosis (v.) existe una subestructura vital en forma de angustia patológica. Esta angustia implica un grave sufrimiento, sobre todo por ser vivenciada como un presentimiento de la disolución del «yo» en forma de muerte o locura. Entre los mecanismos defensivos contra la angustia que el neurótico moviliza, pueden prevalecer los de tipo histérico, una de cuyas manifestaciones es el e. (v. HISTERIA). Un fenómeno afín al anterior es el e. psicorreactivo, que comprende dos tipos: el e. en cuanto reacción a una vivencia aguda de pánico, p. ej., un terremoto, una inundación o cualquier otra catástrofe. El e. en cuanto reacción a una dificultad de la vida bastante común. En tanto el primero puede producirse en distintos modelos de personalidad, el segundo sólo aparece en personalidades insuficientes e inmaduras (infantilismos, deficiencias mentales ligeras, etc.).
En las lesiones orgánicas mesodiencefálicas, sobre todo en la encefalitis y tumores, aparecen dos variedades muy típicas de e.: El e. lúcido, que se caracteriza porque el enfermo al recibir algún estímulo exterior de cierta intensidad, rompe su estado de e. y se muestra lúcido, coherente, vivaz y adaptado. El mutismo aquinético, de Cairns, en el que el enfermo, a pesar de estar sumido en un e. total, conserva una mirada aparentemente vigilante y alerta. En lesiones de los lóbulos frontales (traumatismos, tumores, etc.) aparecen e. sin rasgos de especificidad. El e. producido por la hipertensión intracraneal (determinada casi siempre por un proceso expansivo intracraneal) tiene la peculiaridad de basarse en la asociación del ofuscamiento de la conciencia y la pérdida de iniciativa y espontaneidad.
El enfermo con e. muestra una inmovilidad completa, una expresión fija y un silencio total. Se resiste a menudo a tomar alimento (para designar la negativa a ingerir alimentos y bebidas se utiliza de antiguo el impropio término de sitiofobia). Con frecuencia hay incontinencia de orina y heces (gatismo). Unas veces la vida psíquica se halla apagada, y el pensamiento, anulado. Esto ocurre sobre todo en los e. confusional y demencial. En el psicógeno o histérico suele conservarse la vida psíquica intacta y hasta se elaboran significativamente las situaciones. El catatónico no se atiene a una norma fija al respecto.
Estupor catatónico. El tipo de e. más frecuente en la clínica psiquiátrica es el de la esquizofrenia (v.) catatónica, que se subdivide en dos variedades: la tensa o rígida y la fláccida o laxa. En el e. catatónico tenso el enfermo permanece totalmente inmóvil, sentado o de pie, en una postura por lo general extravagante, como si fuese una estatua. Las estereotipias postulares son muy frecuentes: en especial la de tener los labios apretados y propulsados (hocico catatónico). Al intentar movilizar sus extremidades se advierte una intensa rigidez muscular. El e. catatónico laxo se caracteriza por la flaccidez muscular y la colaboración del enfermo al movilizar pasivamente sus extremidades. La catalepsia (v.), con conservación indefinida de actitudes, es aquí mucho más frecuente que en el modelo anterior. El mutismo cobra en esta variedad su manifestación más tenaz. Algunos enfermos, sin tener propiamente trastornos del lenguaje, se expresan por señas y gestos. Las crisis de agitación motora con producción de actos agresivos, al igual que en el tenso, son aquí muy frecuentes. El enfermo suele hallarse absorbido por alucinaciones auditivas y visuales.
El e. catatónico es muchas veces un artefacto institucional, es decir, una secuela producida en un esquizofrénico residual por la inactividad y la falta de contactos humanos. Con los psicofármacos y las técnicas de socioterapia se han conseguido éxitos espectaculares. He aquí un ejemplo: una enferma que llevaba 25 años sin pronunciar palabra y reducía toda su actividad motora al arreglo de su cama por las mañanas recobra totalmente su normalidad psíquica gracias a un tratamiento mixto, de fármacos y socioterapia, mantenido durante unos meses.
El estupor depresivo representa la forma extrema de inhibición psíquica, propia de las depresiones vitales muy intensas. Ocurre sobre todo en las depresiones que aparecen durante la involución o la presenilidad. Éstas tienen a menudo un aire catatoniforme. En la forma aquinética de la psicosis de la motilidad hay una gran pobreza motora, que afecta sobre todo a la mímica y los movimientos expresivos. Con frecuencia llega al e., pudiendo prevalecer en el mismo la catalepsia o el negativismo reflejo. Su cuadro clínico es muy semejante al e. catatónico. Para distinguirlo de éste hay que tener presente la existencia de un estado de ánimo angustioso en la psicosis aquinética de la motilidad.
El estupor confusional representa la forma extrema de la obnubilación de la conciencia no acompañada de onirismo (v. CONFUSIóN MENTAL). Suele ser producido por un proceso semático de bastante gravedad (infección, intoxicación, traumatismo craneal, etc.).
El estupor demencial puede aparecer ya en la etapa inicial de aquellas demencias (v.) que se acompañan de intensa apatía o elementos catatoniformes. Más a menudo hace irrupción en la etapa final del proceso demencial, cuando el sujeto ha quedado reducido a una vida puramente vegetativa.
El estupor histérico representa una forma personal de elaborar la angustia vital por parte de ciertos neuróticos. López Ibor (v.) ha puesto en evidencia que en toda neurosis (v.) existe una subestructura vital en forma de angustia patológica. Esta angustia implica un grave sufrimiento, sobre todo por ser vivenciada como un presentimiento de la disolución del «yo» en forma de muerte o locura. Entre los mecanismos defensivos contra la angustia que el neurótico moviliza, pueden prevalecer los de tipo histérico, una de cuyas manifestaciones es el e. (v. HISTERIA). Un fenómeno afín al anterior es el e. psicorreactivo, que comprende dos tipos: el e. en cuanto reacción a una vivencia aguda de pánico, p. ej., un terremoto, una inundación o cualquier otra catástrofe. El e. en cuanto reacción a una dificultad de la vida bastante común. En tanto el primero puede producirse en distintos modelos de personalidad, el segundo sólo aparece en personalidades insuficientes e inmaduras (infantilismos, deficiencias mentales ligeras, etc.).
En las lesiones orgánicas mesodiencefálicas, sobre todo en la encefalitis y tumores, aparecen dos variedades muy típicas de e.: El e. lúcido, que se caracteriza porque el enfermo al recibir algún estímulo exterior de cierta intensidad, rompe su estado de e. y se muestra lúcido, coherente, vivaz y adaptado. El mutismo aquinético, de Cairns, en el que el enfermo, a pesar de estar sumido en un e. total, conserva una mirada aparentemente vigilante y alerta. En lesiones de los lóbulos frontales (traumatismos, tumores, etc.) aparecen e. sin rasgos de especificidad. El e. producido por la hipertensión intracraneal (determinada casi siempre por un proceso expansivo intracraneal) tiene la peculiaridad de basarse en la asociación del ofuscamiento de la conciencia y la pérdida de iniciativa y espontaneidad.
BIBL.: F. ALONSO-FERNÁNDEZ,
Fundamentos de la psiquiatría actual, I, II, Madrid 1968; E. BLEULER,
Tratado de psiquiatría, Madrid 1967; 1. 1. LóPEZ IBOR, Las neurosis como
enfermedades del ánimo, Madrid 1966, 307-404.
F. ALONSO-FERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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