I.
El concepto filosófico
El
concepto de existenciario (o existenciarios) fue acuñado por Martin Heidegger
en su obra Sein und Zeit (1927) y ha estado sometido desde entonces a un
amplio cambio de significado (así en la teología protestante: Bultmann, Fuchs,
Ebeling y otros [cf. i11, interpretación e.]; en la teología católica K.
Rahner, con el concepto de «e. sobrenatural»: cf. 11); pero el tema no se
continúa en el pensamiento posterior del filósofo. En la obra citada Heidegger
ha circunscrito exactamente el significado de e.: «La pregunta (por la
estructura ontológica de la existencia) tiende a desgajar lo que constituye la
existencia. A la conexión de estas estructuras le damos el nombre de
existenciariedad» (Sein und Zeit, 12). «Puesto que (los caracteres del
ser de la existencia) se determinan por la existenciariedad, (los) llamamos
"existenciarios". Hay que distinguirlos radicalmente de las
determinaciones ónticas del ente que no es existencia (Dasein), que
llamamos categorías» (ibid. 44). Y «la cuestión de la existencia sólo puede
esclarecerse a través del existir. A la comprensión de sí mismo que lleva a
esto la llamamos lo existencial... La relación de estas estructuras
(constitutivas de la existencia) la llamamos existenciariedad. Su análisis
tiene el carácter de un entender, no existencial, sino existenciario» (ibid.
12). Los existenciarios son, por tanto, a diferencia de las ->categorías
(como determinaciones ónticas de los entes que se dan dentro del mundo), los
caracteres de ser del hombre que se entiende a sí mismo como «existencia». Así
Heidegger (retornando a los orígenes de la metafísica occidental, olvidados en
la historia del pensamiento) ha hecho nuevamente problema de la diferencia entre
el hecho de ser (existencia) y el «qué es» (esencia), problema que se
transmitía en la metafísica, pero quedaba sin explicar por no plantearse la
auténtica pregunta del sentido del -> ser. En la elaboración de la «analítica
de la existencia» (que esclarece el esbozo del sentido del ser y así, ante
todo, también el sentido de las categorías del ente), Heidegger distingue lo
«existencial» -lo que atañe inmediatamente a la existencia concreta del
hombre (por ejemplo, la muerte)- y lo «existenciario»: aquello que determina
la estructura ontológica de la existencia (por ejemplo, el ser para la muerte,
que domina en todas las relaciones de la existencia).
En
la apropiación repetidora de la -->metafísica occidental, en la que, sobre
la base de una interpretación del ser guiada únicamente por el ente
intramundano y objetivo (bajo el signo del «olvido del ser»), a todo ente se
le atribuyó esencia y existencia según un orden gradual de analogía, debiendo
notarse que ese atribuir (en griego xaTnyopeiv) ocultó el carácter originario
de suceso que posee la verdad del ser a favor del «sujeto» que piensa con
representaciones; también el concepto moderno de existencia (desde Schelling y
Kierkegaard enriquecido todavía con contenido teológico, pero reducido cada
vez más en su extensión a la subjetividad humana) hubo de ser interpretado
como estribación radical de la interpretación metafísica del ser, según el
modelo que cada vez predominaba históricamente: iMa, ávápyrl«, substantia,
actualitas, subiectum, primero existenciariamente, es decir, en vistas a la
relación de origen ontológicamente
olvidada entre ser y hombre que entiende el ser (quien, como «ahí» del
«ser», funda por primera vez toda metafísica de la existencia y de la
esencia). Pero como así la «existencia» del hombre ya no fue determinada por
la preeminencia metafísica de la existencia sobre la esencia (o a la inversa) -
por lo que el pensamiento heideggeriano sobre el ser se distingue de J: P.
Sartre y de K. Jaspers, entre otros (-> existencialismo), y a la vez de la
ontología usual en la tradición metafísica occidental -, y como la existencia
del hombre que entiende el ser, a diferencia de todo ente determinable con
categorías, bien sea concebido como inmanente o como transcendente, fue pensada
como ex-sistencia (persistencia de la esencia finita del hombre de cara a la
apertura y reconditez del ser que se envía a la historia, el cual concede esa
persistencia); los existenciarios, p. ej.: estar arrojado, estar en el mundo,
estar con, apertura, disposición, entender, sentido, proyección, cuidado,
angustia, ser para la muerte, historicidad, etc., ya no han podido deducirse de
un supremo principio lógico, a semejanza de una tabla sistemática de
categorías, sino que han de entenderse más bien como pautas para una
comprensión del ser siempre histórico, nunca terminada ni terminable.
En
consecuencia, una determinada interpretación categorial del ente y del ->
hombre sobre la norma de la concepción del ser típica de la metafísica
occidental, dentro de ciertos límites (p. ej., para la construcción de una
->ontología general o regional) se presenta como una empresa legítima y
necesaria, siempre que en principio no se cierre a otro tipo de experiencia del
ser y a su articulación por una humanidad pasada o futura. En la apropiación,
cada vez más profunda, de la inteligencia occidental del ser (y de sus
implicaciones), su carácter «absoluto» (concebido hasta ahora
metafísicamente) ya no puede entenderse como una exclusión y con ello
relativación, válida de una vez para siempre, de otra inteligencia del ser,
sino que ha de ser entendida como la autoliberación -ofrecida y encargada
siempre de nuevo en la historia- existenciaria e intelectual de todo mundo de
conceptos categorialmente fijos (de una cultura, de una época histórica, de un
sistema de pensamiento, etc.) bajo la incitación de la experiencia histórica
de la humanidad entera en torno al ser que
se acerca hacia ella, experiencia que es ineludible aceptar existencialmente (el
horizonte cada vez más amplio del ser que se nos acerca incluye también como
momento interno la creciente importancia de un pasado que ha de transformarse).
Por eso la anotación decisiva de Heidegger: «La analítica existenciaria a su
vez está enraizada existencialmente» (ibid. 13), es apta para llamar la
atención, no sólo sobre el futuro del pensamiento filosófico como exigencia
histórica al hombre por el ser cada vez más «venidero» (y así «absoluto»),
sino también a la teología sobre su propia concepción de sí misma, que ha
sido pronunciada ya para el individuo y la humanidad en la revelación
histórica de la palabra y, sin embargo, todavía no ha terminado de
pronunciarse (escatológicamente). Por eso la crítica teológica a los
conceptos de un pensamiento objetivante, recibidos de la filosofía o de la
ciencia, se convertirá en tarea siempre nueva de interpretar y proclamar el
--misterio de Dios, que despierta el originario entender (existenciario) y la
originaria libertad (existencial) del hombre.
BIBLIOGRAFÍA:
M. Heidegger, El ser y el tiempo
(F de CE 21962); H. Feick, Index zu Heideggers «Sein
und Zeit» (T 1961); O. Poggeler, Der Denkweg Martin Heideggers (Pfullingen
1963); M. Müller, Existenzphilosophie
im geistigen Leben der Gegenwart (He¡ 31964); F. W. von Herrmann, Dio
Selbstinterpretation M. Heideggers (Meisenheim 1964)
155-197; H. Ogiermann, Existenziell,
existential, personal, Information und Diskussion: Scholastik
40 (1965) 321-351.
Franz
Karl Mayr
II.
Aplicación teológica
1.
En general
La
preeminencia ontológica y no sólo óntica sobre las realidades
materiales, que precisamente según la fe cristiana y su -->antropología es
propia del hombre, justifica en principio para preguntar por los e. del hombre y
para no incluir a éstos de antemano entre las -+ categorías, las cuales tienen
validez en todo ente finito, pero primariamente son captadas en los entes que
existen a manera de cosas (-> antropocentrismo).
2.
Existencial sobrenatural
Además
de esto, el concepto de e. tiene una aplicación especial en la teología. En
realidad (prescindiendo de una ulterior interpretación teológica, que ha de
quedar abierta) no se puede dudar del siguiente hecho: ya antes de la
justificación a través de la -> gracia santificante comunicada por un
sacramento o sin ningún sacramento, el hombre se halla siempre bajo la
universal e infralapsaria -> voluntad salvífica (en -> salvación de
Dios), la cual sigue en pie después del pecado original y del personal, él
está redimido, es constantemente sujeto del cuidado salvífico y de la oferta
de la gracia de Dios, está absolutamente obligado al fin sobrenatural. Esta
«situación» (la «justificación objetiva», a diferencia de su aceptación
subjetiva por la santificación), que se da universal e ineludiblemente antes de
la acción libre del hombre y actúa como factor determinante de ésta, no sólo
existe en el pensamiento e intención de Dios, sino que es una determinación
existencial del hombre mismo, la cual, como objetivación de la universal
voluntad salvífica de Dios, si bien se añade gratuitamente a la esencia humana
en cuanto -> «naturaleza», no obstante siempre se halla presente en el
orden real. Así se explica por qué un hombre, incluso en medio de la repulsa a
la gracia y de la perdición, nunca puede estar subjetiva y ontológicamente
indiferente con relación a su destinación sobrenatural. Hasta hoy la teología
escolástica católica de la gracia acostumbraba a pensar (contra voces
aisladas, p. ej., Ripalda y Vázquez) que la gracia sobrenatural sólo se ofrece
realmente para el acto salvífico cuando los hombres oyen explícitamente la
predicación del evangelio (o reciben de otro modo la revelación como
tradición, p. ej., por transmisión de la revelación primitiva o en el AT).
Ahora bien, si el Vaticano II considera que se da una posibilidad de salvación
incluso para los ateos (inculpables) y los politeístas (Gaudium et
spes, n .o 22; Lumen gentium, n .o 16; Ad gentes, n° 7), aun
cuando ellos para la salvación propiamente necesitan la fe, o sea, la gracia de
la fe (Ad gentes, n° 7), en consecuencia no cabe una duda seria de que todos
los hombres se hallan constantemente bajo la oferta de la gracia, que
repercute realmente en ellos, y de que los hombres aceptan siempre en su acción
moral esta oferta constante (excepto cuando la rechazan con auténtica
culpa moral). Por tanto, a través del objeto formal sobrenatural que se da
junto con la gracia misma, ahí está ya el
primer punto de apoyo para la revelación y con ello la posibilidad de la fe. La
configuración real del hombre por la gracia ofrecida siempre, no es algo que
suceda sólo de vez en cuando, sino una situación permanente e ineludible del
hombre. A fin de que quede más resaltado, el hecho que acabamos de exponer
puede calificarse brevemente de «e. sobrenatural». Esta expresión significa
que el hombre del orden real siempre es inevitablemente más que mera
«naturaleza» (en sentido teológico). La relación más precisa del e.
sobrenatural con la naturaleza, con el -> pecado original (simul iustus et
peccator), con la --> libertad, con la --> justificación, necesita
todavía de una investigación más profunda.
BIBLIOGRAFÍA:
cf./ III Interpretación existencial A. Roper, Dio anonymen Christen (Mz
1963); Rahner VI 256-270 (A la par justo y pecador); Rahner IV 139-176
(Para la teología de la encarnación); H. Ott, Existentiale
Interpretation und anonyme Christlichkeit: Zeit und Geschichte, bajo la dir. de
E. Dinkler (homenaje a R. Bultmann) (T 1964) 367-379; Rahner VI 535-544
(Los cristianos anónimos); B. Welte, Heilsverstándnis (Fr 1965); A.
Darlap, Theologie der Heilsgeschichte: MySal 11- 156; J. B. Metz, La
incredulidad como problema teológico: Concilium, n." 6, págs. 63ss; H.
deLubac, El misterio del sobrenatural (Estela Ba 1968); A.
González-Álvarez, El tema de Dios en la filosofía existencial (Ma 1945); M.
Torrejano, Sartre, del existencialismo al marxismo, Eidos 10 (1964) 9-24; J.
Iturrioz, Marxismo y existencialismo: su razón histórica: Pens. 2
(1946) 33-51; J. Muñoz, Del optimismo idealista al pesimismo
existencialista: Pens. 8 (1952) 465-482; J.-J. Rosado, El tema de la nada
en la filosofía existencial (El Escorial 1966).
Karl
Rahner
III.
Interpretación existencial
1.
Naturaleza
La
idea de i.e. corresponde al aspecto positivo del proyecto hermenéutico de
Bultmann (-->hermenéutica bíblica), como la idea de --> desmitización
expresa su aspecto negativo. «El -> mito, explica Bultmann, no pide una
interpretación cosmológica, sino antropológica, o mejor: existencial... En la
mitología del NT, lo que hay que estudiar no es el contenido objetivo de las
representaciones considerado en sí mismo, sino la comprensión de la
->existencia que se expresa en esas representaciones.» El fin de la i.e. es
elaborar esta «comprensión de la existencia» implicada en los libros
bíblicos y descubrir el significado que los diversos enunciados de la Biblia
pueden tener y de hecho tienen para la comprensión de la -) existencia humana.
2.
Necesidad
No
hay que pensar que el intento de i.e. proceda únicamente del interés que se
tiene por el hombre, y de una preocupación por la inteligibilidad que descarte
todo lo que rebase su medida. El principio de la i.e. no remite a unos de esos
tipos de ->racionalismo que no quieren reconocer más realidad que la que
puede captar la inteligencia humana. En realidad ese principio, antes de
expresar una exigencia del hombre, halla su justificación, y en cierto modo su
necesidad, en Dios mismo. En efecto, la referencia a la existencia es la
condición de todo auténtico ->lenguaje religioso. Es efectivamente
imposible hablar verdaderamente de Dios sin hablar de la relación a él. Pues
no hay punto de vista que sea extraño a Dios, ya que él es «la realidad que
determina nuestra existencia». «Por eso si el hombre quiere hablar de Dios,
evidentemente ha de hablar de sí mismo»
(Glauben und Verstehen i, 28s).
3.
Una interpretación que implica compromiso y respuesta
«Hablar
de sí mismo» no significa sin embargo narrar sus propias experiencias o
estados interiores, como si uno viera en ello manifestaciones inmediatas de la
acción de Dios en nosotros. No se trata de hablar acerca de nuestra existencia,
sino de hablar (a partir) de ella. En realidad nuestra existencia es «una cosa
tan singular como Dios mismo. Propiamente no podemos hablar ni sobre Dios ni
sobre nuestra existencia; ambos están sustraídos a nuestra disposición» (ibid.
31). De esta inaccesible existencia «sólo dos rasgos son claros:
primero, que su cuidado y responsabilidad nos incumbe a nosotros; es decir, que
la existencia significa: tua res agitur; segundo, que está desprovista
de toda seguridad y que nosotros no podemos asegurarla, pues para hacerlo,
sería preciso que nos situáramos fuera de ella y que fuéramos Dios» (ibid.
33). Dicho de otro modo: la referencia a la existencia de ningún modo pretende
devolvernos al universo familiar de nuestras experiencias y representaciones,
sino que nos arroja a la situación más
ineludible e incierta, y así es fuente continua de exigencia. La referencia a
la existencia es el presupuesto del verdadero lenguaje religioso, pues no hay un
auténtico lenguaje religioso que no diga relación alguna a la decisión de la
fe.
4.
Método de la interpretación existencial
Aunque
sea cierto que es imposible hablar «acerca de» la existencia, sin embargo no
se puede decir que esta existencia tenga un carácter irracional. La existencia,
por el contrario, no se da nunca sin cierta «comprensión de la misma», así
como nuestras ideas y nuestros juicios generalmente expresan una determinada
actitud existencial. Esta relación entre la existencia y la inteligencia, por
la que éstas coinciden bajo ciertos aspectos, legitima la i.e. Sin embargo,
esta relación es más o menos inmediata y más o menos aprehensible. Y esto
precisamente exige que se ponga en juego un método práctico para sacar
plenamente a la luz el sentido que poseen para la existencia enunciados
neotestamentarios que sólo la afectan indirectamente, o incluso aquellos que
parecen no tener ninguna relación con ella.
La
existencia puede, en efecto, traducirse inmediatamente en ciertas palabras muy
sencillas: te amo, te odio, te perdono... Con más frecuencia se expresa de modo
que parece hablar de otra cosa y no de sí misma.
El
objetivo de la i.e. consiste entonces en mostrar cómo esa existencia es la que
allí se expresa en realidad y, al mostrarlo, hacer que el lenguaje alcance su
verdadero fin.
Para
lograrlo, la i.e. se sirve de un determinado método y técnica, que le ofrece
la filosofía que, bajo el nombre de «analítica existencial», expone las
estructuras generales de la existencia humana, y proporciona así «los
conceptos gracias a los cuales se puede hablar adecuadamente de la existencia
humana» (ibid 232).
Por
lo demás, la misma i.e. pretende mantenerse en este plano formal, mostrando en
general el sentido que puede tener para la existencia el texto que se trata de
interpretar, pero dejando a la libertad del individuo el reconocer
prácticamente la validez de esta interpretación. Se mantiene en el plano de
las estructuras, y en este sentido es interpretación existenciaria, pero trata
únicamente de abrir la posibilidad de una
decisión auténtica y personal, que es y se llama existencial.
5.
Juicio crítico
No
se puede rechazar en sí mismo el
principio de una interpretación dirigida a hacer que los datos de la fe digan
algo al hombre y a procurar que lleguen a transformarlo realmente. Las palabras
de la Escritura son «espíritu y vida». Por esta razón puede haber interés
en aprovecharse de ciertos instrumentos de análisis, y más en general de todo
un lenguaje elaborado por la filosofía.
Los
límites, y por tanto los peligros, de la i.e. dependen de la idea de la
existencia de que se parte para desarrollar esta interpretación. Evidentemente
sólo puede admitirse una concepción de la existencia incondicionalmente
dispuesta a que se la someta a juicio crítico y a que se le abran nuevos
horizontes. K. Barth ha reprochado violentamente a Bultmann esa
«coraza» de la filosofía existencial, dentro de la cual él quiere encerrar
la revelación bíblica. Sin pretender entrar a este propósito en la grave
cuestión de las relaciones entre la --> filosofía y la teología, en el
problema de la búsqueda humana de Dios y de la respuesta dada a esta búsqueda
por la revelación, nos limitaremos a notar que la existencia a que se refiere
Bultmann es un concepto muy formal, pues en este concepto ni el cuerpo, ni el
trabajo, ni las relaciones «naturales» con el mundo y con los demás hombres
desempeñan prácticamente ningún papel. En la concepción de esta existencia
hay varios datos o dimensiones fundamentales de la revelación que pasan
desapercibidos, especialmente todo lo relativo a los hechos objetivos e
históricos (-->historia e historicidad).
Ciertamente
en una i.e. se pone de manifiesto la exigencia y la promesa de Dios al hombre;
pero con ello se nos transmite a la vez una comprensión del «propter nos et
propter nostram salutem» de la venida de Dios en Cristo hacia
nosotros. Y en esa interpretación de la revelación de Dios se produce
siempre una comunicación -sin duda siempre análoga- traducible a un lenguaje
objetivo sobre Dios y su historia de la -->salvación.
No
es posible decir a priori lo que
podría aportar una exégesis y una teología que tomaran en serio la
problemática y el punto de partida de
Bultmann tan radicalmente como él, pero que estuvieran libres de las
limitaciones impuestas por la filosofía y la antropología a las que este autor
se refiere explícita o implícitamente.
BIBLIOGRAFIA:
M. Heidegger, El ser y el tiempo (F de CE Méx 21962); H. W. Bartsch, Kerygma
und Mythos I-II (H 1948-52); E. Dinkier, Existentialist Interpretation of
the NT: JR 32 (1952) 8796; L. Malevez, Le message chrétien et le mythe,
cap. 2 (Bru - Brujas - P 1954); R. Marlé, Bultmann et l'interpr6tation
du NT, cap. 3 (P 1956); K. E. Logstrup, Existenztheologie: RGG3 II
823828; H. Ott, Denken und Sein. Der Weg M. Heideggers und der Weg der
Theologie (Zollikon 1959); E. Fuchs, Zum hermeneutischen Problem in der
Theologie (Die existentiale I.) (T 1959); O. Schm7bbe, Der
Existenzbegriff in der Theologie R. Bultmanns (Go 1959); G. Ebeling, Verantworten
des Glaubens in Begegnung mit dem Denken M. Heideggers: ZThK 58 fasc. 2 (1961)
119-124; E. Fuchs, Hermeneutik (Cannstatt 31963); G. Bornkamm, Die
Theologie R. Bultmanns in der neueren Diskussion: ThR 29 (1963) 33-141 (bibl.); O.
Rodenberg, Um die Wahrheit der Hl. Schrift (Zur E. I.) (Wuppertal21963); G.
Hasenhattl, Der Glaubensvollzug (Essen 1963); H. Ott, E. I. und
anonyme Christlichkeit: Zeit und Geschichte (homenaje a R. Bultmann) (T 1964)
367-379; G. Harbsmeier, Die Theologie R. Bultmanns und die Philosophic:
ibid 467-475; H.-G. Gadamer, M. Heidegger und die Marburger Theologie:
ibid. 479-490; J. M. Robinson - J. B. Cobb (dir.), Der spatere Heidegger
und die Theologie (Neuland in der Theologie I) (Z - St 1964); C. v. Til, The
Later Heidegger and Theology: The Westminster Theological Journal 26 (Filadelfia
1964) 121-161; K. Frór, Biblische Hermeneutik (Mn 21964); J. Kürner,
Katholisches Votum zur E. I.: ThR 30 (1964-65) 361-355; H.-G. Gadamer, Wahrheit
und Methode (T 21965); J. M. Robinson - J. B. Cobb (dir.), Die neue
Hermeneutik (Neuland in der Theologie II) (Z - St 1965).
René
Marlé
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