Miguel
Ángel (1475-1564) o Michelangelo uno de los mayores creadores de toda la
historia del arte y, junto con Leonardo da Vinci, la figura más destacada del
renacimiento italiano. En su condición de arquitecto, escultor, pintor y poeta
ejerció una enorme influencia tanto en sus contemporáneos como en todo el arte
occidental posterior a su época.
Nació el 6 de marzo de 1475 en el pequeño pueblo
de Caprese, cerca de Arezzo, aunque, en esencia, fue un florentino que mantuvo a
lo largo de toda su vida unos profundos lazos con Florencia, su arte y su
cultura.
Miguel Ángel viajó a Roma,
poco después realizó su primera escultura a gran escala, el monumental Baco
(1496-1498, Museo del Barguello, Florencia), muy ensalzado en la Roma
renacentista y claramente inspirado en la estatuaria antigua, en concreto en el
Apolo de Belvedere. En esa misma época Miguel Ángel esculpió también la
Pietà (1498-1500) para la basílica de San Pedro en el Vaticano, una de
las obras de arte más conocidas.
El punto culminante del estilo de juventud de
Miguel Ángel viene marcado por la gigantesca (4,34 m) escultura en mármol del
David (Academia, Florencia), realizada entre 1501 y 1504, después de su
regreso a Florencia. El héroe del Antiguo Testamento aparece representado como
un joven atleta desnudo, musculoso, en tensión, con la mirada fija en la
distancia, buscando a su enemigo, Goliat. La intensa y penetrante mirada, la
fuerza expresiva que emana del rostro del David es, junto con la escultura de
Moisés, realizada posteriormente, el mejor ejemplo de la obra
miguelangelesca, rasgo distintivo de muchas de las figuras del artista toscano
así como también de su propia personalidad. El David, la escultura más
famosa de Miguel Ángel, llegó a convertirse en el símbolo de Florencia.
Paralelamente a su trabajo
como escultor, Miguel Ángel tuvo la oportunidad de demostrar su pericia y
habilidad como pintor al encomendársele un fresco para el salón de los
Quinientos del Palazzo Vecchio, La batalla de Cascina, frente a otro
encargado a Leonardo sobre la Batalla de Anghiari. En el caso de Miguel
Ángel, el cartón presenta una combinación de figuras vestidas y desnudas en
diferentes posturas y actitudes que anuncian su siguiente gran proyecto, la
decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina en el Vaticano.
En 1505, Miguel Ángel
interrumpió su trabajo en Florencia al ser llamado a Roma por el papa Julio II
para realizar dos encargos. El más importante de ellos fue la decoración al
fresco de la bóveda de la Capilla Sixtina, que le tuvo ocupado entre 1508 y
1512. Sobre la bóveda de la capilla papal desarrolló un intrincado sistema
decorativo-iconográfico en el que se incluyen nueve escenas del libro del
Génesis, comenzando por la Separación de la luz y las tinieblas y
prosiguiendo con Creación del Sol y la Luna, Creación de los árboles y de las
plantas, la Creación de Adán, Creación de Eva, El pecado
original, El sacrificio de Noé, El diluvio universal y, por
último, La embriaguez de Noé. Enmarcando estas escenas principales que
recorren longitudinalmente todo el cuerpo central de la bóveda, se alternan
imágenes de profetas y sibilas sobre tronos de mármol, junto con otros temas del
Antiguo Testamento y los antepasados de Cristo. Estas imponentes y poderosas
imágenes confirman el perfecto conocimiento que sobre la anatomía y el
movimiento humanos poseía Miguel Ángel, cambiando con ello el devenir de la
pintura occidental.
Con anterioridad a la bóveda de la Sixtina, en
1505, Miguel Ángel había recibido el encargo del papa Julio II de realizar su
tumba, planeada desde un primer momento como la más magnífica y grandiosa de
toda la cristiandad. Pensada para ser emplazada en la nueva basílica de San
Pedro, entonces en construcción, Miguel Ángel inició con gran entusiasmo este
nuevo desafío que incluía la talla de más de 40 figuras, pasando varios meses en
las canteras de Carrara para obtener el mármol necesario. La escasez de dinero,
sin embargo, llevó al Papa a ordenar a Miguel Ángel que abandonara el proyecto
en favor de la decoración del techo de la Sixtina. Cuando, años después, retomó
el trabajo de la tumba, la rediseñó a una escala mucho menor. No obstante,
Miguel Ángel pudo terminar algunas de sus mejores esculturas con destino a la
tumba de Julio II, entre las que destaca el Moisés (c. 1515), figura
central de la nueva tumba, hoy conservado en la iglesia de San Pedro ad Vincula,
Roma. El musculoso patriarca aparece sentado en actitud vigilante dentro de un
nicho de escasa profundidad, sosteniendo las tablas de la ley y con su larga
barba entrelazada en sus poderosas manos. . Otras dos magníficas estatuas
destinadas a esta tumba, el Esclavo moribundo y el Esclavo rebelde
(c. 1510-1513, Louvre, París), demuestran claramente los modos miguelangelescos
de abordar la escultura.
Pese a que el proyecto para
la tumba de Julio II había requerido una planificación arquitectónica, la
actividad de Miguel Ángel como arquitecto no comenzó de hecho hasta 1519, cuando
diseñó la fachada (nunca realizada) de la iglesia de San Lorenzo en Florencia,
ciudad a la que había regresado tras su estancia en Roma. Durante la década de
1520 diseñó también la biblioteca Laurenciana (sala de lectura y vestíbulo con
la escalinata de acceso), anexa a la citada iglesia, aunque los trabajos no
finalizaron hasta varias décadas después. Miguel Ángel tomó como punto de
referencia el tipo de articulación de muros desarrollado por sus predecesores
florentinos, pero infundiendo en ella la misma fuerza y energía que caracterizó
su escultura y su pintura. En lugar de seguir con fidelidad los cánones clásicos
estipulados por griegos y romanos, Miguel Ángel utilizó estos motivos —columnas,
frontones, ménsulas— de manera más personal y expresiva.
También durante esta larga etapa de residencia en
Florencia, Miguel Ángel emprendió —entre 1519 y 1534— el encargo de hacer las
tumbas de los Medici en la sacristía Nueva de San Lorenzo. Una de las tumbas se
destinó a Lorenzo II de Medici, duque de Urbino (1492-1519); la otra a Giuliano
de Medici, duque de Nemour (1479-1515). Dispuso también sobre ellas magníficas
figuras desnudas personificando a la Aurora y el Crepúsculo, bajo
la figura sedente de Lorenzo, y el Día y la Noche bajo la de
Giuliano. Los trabajos en las tumbas de los Medici continuaron tras el regreso
de Miguel Ángel a Roma en 1534.
Miguel Ángel comenzó a
trabajar en 1536, en Roma, en el fresco del Juicio Final para decorar la
pared situada tras el altar de la Capilla Sixtina, dando por concluidos los
trabajos en 1541. Como era normal en él, Miguel Ángel representó a todas las
figuras desnudas, desnudez que fue tapada una década después con los paños de
pureza, realizados por Daniele da Volterra (conocido como Il Braghettone
precisamente por este motivo) en un momento en el que el clima cultural se había
vuelto mucho más conservador. El propio Miguel Ángel aparece retratado en la
piel desollada de san Bartolomé, a los pies de Cristo.
Pese a que durante la década
de 1540 recibió también el encargo de decorar al fresco la Capilla Paulina, la
principal actividad en esta fase de su vida la encaminó hacia la arquitectura.
La obra cumbre de Miguel
Ángel como arquitecto fue la basílica de San Pedro, con su impresionante cúpula.
La dirección de las obras, iniciadas por Donato Bramante y continuadas, entre
otros, por Antonio Sangallo el Joven y Rafael, le fueron encomendadas por el
Papa en 1546. Siguiendo el esquema de Bramante, Miguel Ángel diseñó un templo de
planta de cruz griega coronado por una espaciosa y monumental cúpula sobre
pechinas de 42 metros de diámetro. Posteriormente, Carlo Maderno modificó la
planta original y la transformó en una planta de cruz latina.
El gran poeta del renacimiento Ludovico
Ariosto escribió refiriéndose a él: "Miguel Ángel, más que mortal, divino".
Ciertamente, el epíteto ‘divino’ fue extensamente aplicado a este artista
gracias a sus extraordinarias dotes y talento. Dos generaciones de pintores y
escultores italianos admiraron su manera de tratar el cuerpo humano. La cúpula
de San Pedro del Vaticano se convirtió en modelo y paradigma para todo el mundo
occidental.
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