martes, 11 de junio de 2013

ENEMIGO.

I. El término griego diábolos significa «calumniador, chismoso» (1 Tim 3,11; Tit 2,3). A menudo traduce el hebr. satan (Jn 13,27; cf. Ap 20,2), que designa originalmente al adversario que acusa en un juicio (Sal 108,6; d. 1 Mac 1,36); de ahí pasa a significar un miembro de la corte celeste que acusa al hombre ante Dios (Job 1,6-12; 2,1-7); más tarde, separado ya de la corte celeste, se llama «Satanás» a un espíritu enemigo del hombre, que procura su ruina y quiere destruir la obra de Dios.


II. «El Malo/Perverso» (gr. ho ponêrós: Mt 5,37; 6,13; Jn 17,15) es una denominación del Enemigo que indica su maldad intrínseca y lo presenta como inspirador del «modo de obrar perverso» propio del mundo (Jn 7,7; cf. 3,20; Mt 7,11; Lc 11,13).

En Mc, y de modo semejante, en Mt y Lc, Satanás (Mc 1,13; Mt 4,10; Le 4,2.3.613: «el diablo») es la: figura del poder, que tienta al hombre excitando su ambición de dominio. La tentación del desierto se va verificando durante la vida pública de Jesús (cf. 1,24; 3,l1s; 8,11; 10,2). Pedro, que se opone al destino del Hombre, encarna la figura de Satanás (8,31-33; Mt 16,23).

En Jn, «tener por padre al Enemigo/diablo» se opone a «tener por Padre a Dios» e implica obrar de modo contrario al designio divino y ser idólatra (8,41b), acusación implícita en 2,16: «casa de negocios»; el dios que ha suplantado al Dios de Israel es la ambición de riquezas. Jn identifica al Enemigo homicida y embustero con el poder del dinero. Como el que nace del Espíritu es «espíritu», el que nace del Enemigo es «enemigo», agente de mentira y de muerte (6,78; cf. 12,5s; 13,21,30).

Jesús pide al Padre que guarde del Perverso a los discípulos (17,15). La obra de Jesús fracasaría si la comunidad, que debe permanecer en medio de la sociedad existente, se dejara arrastrar por la ambición de dinero y poder, asimilándose a la injusticia del mundo (cf. 7,7).

En los otros escritos del NT se menciona a veces a Satanás (cf. 1 Cor 3,5; 2 Cor 11,14; Ap 2,9.13.24; 12,9; 20,2.7) Y «al diablo» (cf. Hch 10,38; Ef 4,27; 1 Pe 5,8; 1 Jn 3,8; Ap 2,10. 12,9; 20,2).

III. Enemigo, tiniebla, mundo. Relación de estos tres conceptos en Jn: a) El Enemigo, el dios-dinero, está instalado en el templo (2,16), su santuario es el Tesoro (8,20); es «padre» de los dirigentes y «padre» de la mentira (8,44). Es decir, la ambición y culto del dinero da origen a dos realidades: un círculo de poder (los dirigentes) y una ideología (la mentira).

b) La ambición cristaliza en un grupo dominante que, a costa del pueblo busca su propio provecho (10,1.8.10: ladrones) y gloria (5,40-44; 7,18; 12,42s). Está personificado por Jn en la figura de «el Jefe del mundo/orden este» (12,32; 14,30; 16,11), que subraya la identidad de motivación y unanimidad de objetivos del círculo de poder. Es un tirano homicida, como el principio que lo inspira (8,44; cf. 8,40; 11,53); tiene a su servicio guardias y siervos (18,18), agentes de su violencia (7,32; 18,3. 12.22; 19,6; d. 10,1.8: bandidos).

c) El círculo de poder crea una ideología que justifica su posición y somete al pueblo, inspirada por e! mismo principio: el provecho y gloria personal. La ideología al servicio del dios-dinero propone una idea falsa de Dios (la mentira), que oculta (1,5: la tiniebla) el designio de su amor. Presenta un dios que priva al hombre de libertad, sometiéndolo a una Ley y que pone la observancia de ésta por encima del bien de! hombre (5,10.16.18; 7,22s; 9,16.24). Enseña al pueblo a no tener opinión propia (7,26) y a someterse a los maestros y a los jefes (7,40); presenta el plan salvador de Dios en clave de poder y dependencia (Mesías dominador) no de amor y libertad (2,17; 3,2; 12,34); dicta las condiciones para agradar a Dios (11,56; d. 7,49); prescribe el culto explotador (2,14-16; 10,1.10).

d) El conjunto de los que aceptan la ideología y se adhieren al sistema de poder constituye «el mundo» (7,7; 15,18ss), la estructura social injusta (8,23), la solidaridad del mal. El influjo de la ideología es tan fuerte que, a pesar del deseo de liberación que experimenta, el pueblo vuelve a dejarse dominar por ella (12,34s.40).

IV. Frente a esta realidad de mal, enemiga de Dios, aparece la realidad que Dios crea:

a) El Padre, el único Dios verdadero (17,3), es Espíritu (4,24), es decir, fuerza de amor, don gratuito y generoso de sí mismo (1,14). Su santuario es Jesús, e! Hijo, en quien brilla su gloria/amor. El infunde al hombre su Espíritu/amor, diametralmente opuesto a toda ambición de provecho o gloria personal (5,40; 7,18).

b) Frente al «jefe del orden este» (el círculo de poder) está Jesús, el rey que no pertenece al orden este (18,36), quien, en vez de quitar la vida al hombre, da la suya para salvarlo de la muerte y comunicarle vida abundante (19,30: el Espíritu; 3,14s: vida definitiva; cf. 6,39s; 10,10b). Este rey no tiene guardias (18,36) ni siervos, sino amigos (15,13-15).

c) Misión de este reyes dar testimonio de la verdad, la del amor incondicional de Dios por la humanidad (3,16) y de su proyecto sobre el hombre (1,4), opuesta a la mentira del dios que somete al hombre; él es la luz que libera de la tiniebla (8,12; 9,5; 12,35s.46). Hace conocer la verdad/vida comunicando el Espíritu de la verdad (14,17; 15,26; 16,13; cf. 19,30) que hace experimentar el amor de Dios y crea la relación Padre-hijo y da al hombre la libertad y dignidad propia de los hijos de Dios (8, 31s).

d) El conjunto de los que reciben el Espíritu de Dios dando su adhesión a Jesús constituye la humanidad nueva; da así comienzo la sociedad según el proyecto de Dios, la solidaridad del amor, que se expresa en el servicio mutuo (13,15.34) y realiza las obras de Dios en favor del hombre (9,4).

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