
Esta princesa fenicia del siglo IX antes de Cristo contrajo matrimonio con Ajab, heredero de Israel, uniendo así a dos pueblos enfrentados. Aunque en la Biblia destaca sobre todo su despotismo y crueldad, la arqueología ofrece también otro punto de vista: el de una mujer fuerte, extranjera entre los israelitas, que fue fiel a sus propios ideales y a la enseñanza de su padre, y quiso instaurar el culto a los dioses de su niñez.
El sello, dice Korpel, no sólo contiene símbolos que indican que era propiedad de una mujer, sino también elementos que aluden a su pertenencia a la realeza. Además, es más largo que los sellos que llevaban en sus dedos los ciudadanos de a pie de la época. Aunque su auténtico valor reside en que no se trata sólo de una joya: es la pieza que usaba Jezabel para firmar oficialmente los documentos, lo que indica, según el experto, que posiblemente la reina gestionaba algunas materias independientemente de Ajab.
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