jueves, 17 de mayo de 2012

BALTASAR.

 Nombre de tres personajes del A. T. (hebreo bUltsa'ssar, arameo belsa'ssar, babilónico beláarussur, «Bel protege al Rey»; en la Vulgata, Baltassar).
      1. Nombre puesto a Daniel (v.) por el jefe de eunucos de Nabucodonosor II (v.), aludiendo al dios que éste adoraba (Dan 1, 7; 4, 5): Bel, Balat o Belit, pudiendo significar, según se combinen los elementos: «Bel, protege su vida» (Belbalatsuussur), o bien: «Balat o Belit proteja al Rey» (Balat o Belitsarussur).
      2. Nombre del hijo primogénito de Nabonid, último rey de Babilonia (555-539), que según los documentos babilónicos llevaba el título de mar sarri, «hijo del rey» y estaba asociado al gobierno desde el año primero del reinado de su padre, figurando su nombre, junto con el del rey, en la fórmula de los juramentos. Mientras permaneció Nabonid en la ciudad de Temá durante 10 años, su hijo B. tuvo a su cargo el mando del ejército y el gobierno de la región de Acad y Sumer. En el libro de Daniel, B. figura como hijo de Nabucodonosor (Dan 5, 2.11). La explicación más obvia es que Nabonid estuviera casado con una hija de Nabucodonosor; en cuya hipótesis, B. sería realmente nieto de Nabucodonosor (cfr. B. Alfrink, o. c. en bibl.), y cuando el libro de Daniel le llama hijo querría decir genéricamente descendiente. Otra explicación pudiera ser que el nombre de Nabonid hubiera sido sustituido por el de Nabucodonosor. De hecho, la «Oración de Nabonid», encontrada entre los documentos de Qumrán (v.) (cfr. Dan 3, 314, 34) apoya la conjetura de que el Nabucodonosor del libro de Daniel, al menos en algunos pasajes, sea realmente Nabonid, el padre de B.
      En este marco histórico, se destaca el episodio del sacrílego festín, en que el rey, rodeado de un millar de príncipes y de sus mujeres y concubinas, profana los vasos sagrados del templo de Jerusalén, en medio de las alabanzas a sus dioses (Dan 5, 14). La réplica divina constituye una acción dramática en la que intervienen: Dios invisible escribiendo en la pared del palacio unas palabras misteriosas, en escritura desconocida; el rey aterrado llamando a gritos a sus magos y adivinos, en medio de la consternación de los cortesanos; la reina madre, que hace el panegírico de Daniel; el profeta que proclama la grandeza del Dios Altísimo manifestada en la demencia con la que castiga la soberbia de Nabucodonosor, y comunica al sacrílego rey el decreto de condenación que contra él y el imperio babilónico contiene la fatídica escritura: nsené' teggl úfarsin (en la Vulgata mene tecel fares), que el vidente interpreta: «meng=ha contado Dios tu reino y le ha puesto fin; tegu1 = has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso; úfarsín = ha sido roto tu reino y dado a los medos y persas».
      El drama termina mandando el rey vestir de púrpura al profeta y proclamándole «tercero» en el reino. El relato añade que aquella misma noche fue muerto B. (Dan 5, 30). La enseñanza teológica queda así enteramente perfilada: la muerte del rey es un castigo fulminado por el Dios de Israel, único que puede comunicar a sus siervos la ciencia divina que se atribuían falsamente los magos de Babilonia, y en cuya mano está la suerte de los imperios y la vida de los reyes, que deben reconocer que su poderío viene de 111 y tributarle el culto, que a Él sólo es debido, y no a los ídolos. Puesta a salvo la lección teológica y moral, la índole histórica de la escena, en su aspecto sobrenatural, ha de juzgarse teniendo en cuenta la interpretación tradicional, y las conclusiones de la crítica literaria del libro de Daniel (v.), que no excluyen la posibilidad de elaboraciones o creaciones doctrinales a base de elementos históricos azumulados por la tradición popular y religiosa en torno a la figura del profeta.
      En cuanto a la muerte violenta de B., durante un banquete sacrílego en honor de los dioses, es de notar que Herodoto (Historia, 1, 191) y Jenofonte (Cyropedia, VII, 5, 1530) coinciden en afirmar que la toma de Babilonia se realizó por sorpresa, mientras sus defensores celebraban un banquete. Jenofonte añade que los asaltantes, al mando de Gobrias y Gadatas, mataron al rey y a sus acompañantes. En realidad, Nabonid estaba en Sippar, de donde huyó, siendo apresado días después de haber entrado Ciro en esta ciudad el 14 de Tishri (septiembreoctubre) sin resistencia. El 16 del mismo mes entraba también, sin combatir, en Babilonia Gubaru (o Ugbaru = Gobrias), gobernador de Gutium, al frente de las tropas de Ciro (539 a. C.). Éste lo hacía poco después, el 3 de íllarjesivan (octubrenoviembre), «como un amigo» entre el júbilo y las aclamaciones de los «magníficos habitantes de Babilonia». Pero el testimonio de Jenofonte puede coincidir con el de Daniel y referirse a B., que hacía las veces de rey en Babilonia.
      3. Muchos identifican con el precedente al B., hijo de Nabucodonosor y presunto heredero suyo, por el que los judíos desterrados en Babilonia piden a los de Jerusalén que oren «para que sean sus días sobre la tierra como los días del cielo» (Bar 1, 1112). Contra esta identificación objetan algunos la fecha, el 587 a. C., en que se supone escrita la carta contenida de Baruc (v. S. Talmon, o. c. en bibl.), mientras en favor de la identificación se pueden aducir la perspectiva de Ier 27, 7 (v. B. Alfrink, o. c. en bibl.) y las dudas sobre la índole literaria y la fecha de composición del libro de Baruc (v.).

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