martes, 22 de mayo de 2012

BETEL-SAR-ÉSER.

Este término, utilizado por ZACARÍAS, sigue siendo controvertido. Prestigiosos expertos ven en él un nombre propio que habría que traducir, a partir del babilónico: "-La divinidad de- la casa de Dios protege al rey". Este Betel-Sar-Éser, que ocupaba un alto cargo en la corte de Darío I rey de los persas, enviaría una delegación a las autoridades religiosas de Jerusalén para solicitar de ellas, el 518 ó 517 (cuarto año del reinado de Darío), una opinión que pudiera servir para los israelitas que habían quedado en Mesopotamia después del Exilio: ¿debían seguir observando las prácticas de penitencia establecidas para conmemorar los trágicos sucesos que acompañaron el sitio y la caída de Jerusalén durante los años 588-586? ¿Y en concreto las del quinto mes (Za 7,1-3), aniversario de la entrada de las tropas babilónicas en la ciudad y del incendio del Templo (cf. 2R 25,8-9)? Este último había sido reconstruido a partir de sus ruinas por la comunidad que se había vuelto a constituir en Judea (Esd 5 y 6; Ag 1,15). La respuesta de los sacerdotes y profetas consultados se nos ha conservado: que esas demostraciones de aflicción se sustituyan en adelante por hermosas celebraciones llenas de alegría y júbilo (Za 8,19).

Algunos piensan que el texto de Zacarías no se refiere a un personaje llamado Betel-Sar-Éser, sino a los habitantes de la ciudad de Betel que dirigen a Jerusalén una legación comandada por un funcionario real llamado Saréser, lo mismo que uno de los dos hijos de Senaquerib al que el libro de los REYES considerea parricida (2R 19,37).

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