miércoles, 28 de agosto de 2013

EL ISLAM ANDALUSÍ.

La Giralda, antiguo minarete de la mezquita de Sevilla (siglo XII).
La Giralda, antiguo minarete de la mezquita de Sevilla (Siglo XII).

Los omeyas, la antigua dinastía de califas de Damasco, gobernó Al Ándalus tras la llegada a la península de Abderramán I, único superviviente del exterminio de su familia, que se nombró a sí mismo emir andalusí.
En 929 uno de sus sucesores, Abderramán III, se proclamó califa, situando la capital en Córdoba y reivindicando una autoridad semejante, religiosa y política, a la de los califas de Bagdad.
El califato omeya perduró hasta que, a finales del siglo X, el primer ministro Almanzor (Al Mansur) tomó el poder en Córdoba. Este emprendió más de cincuenta campañas contra los cristianos, llegando a saquear Santiago de Compostela. Sin embargo, nunca atacó Pamplona, ya que el rey era su suegro, lo que permite entender mejor lo que significaban las relaciones entre cristianos y musulmanes.
El califato se disolvió en un gran número de pequeños reinos, las taifas, que eran débiles frente al contraataque cristiano, que en 1085 tomó Toledo, la antigua capital visigoda.
Los monarcas musulmanes solicitaron ayuda a las dinastías africanas: a los almorávides (1090-1146) y a los almohades (1147-1212), que contuvieron a los cristianos con una política de persecución religiosa, que en época almohade llevó a muchas familias judías a salir de Al Ándalus.
El reino de Granada fue el último reducto islámico andalusí y marcó un nuevo florecimiento cultural, tanto de musulmanes como de judíos.

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