La
alegría en la historia humana.
La época del año que llamamos Navidad se refiere
al nacimiento de Jesús de Nazaret, pero en realidad ha
desbordado a la celebración de aquel acontecimiento y se ha
convertido en la fecha de la celebración simbólica de todo
lo mejor que anhela el corazón humano: Nos felicitamos, nos
intercambiamos regalos, nos deseamos paz, alegría,
prosperidad y nos juntamos los que estábamos lejos... El árbol,
la luz, las palabras de felicitación expresan lo que todo
hombre considera más valioso, más definitivo en la vida
humana: el amor, la paz, la felicidad. Sube a las conciencias
quizá una sensación de plenitud de los tiempos: ¡así
debieran ser!
Pues
bien, esto comenzó en torno a la venida al mundo de un
hombre. Un hombre al que hemos considerado culmen de la
Humanidad, punto Omega, es decir, término del modo de ser
humano, al que caminamos lentamente, en medio de retrocesos,
violencias, pecados. Que surgiera un hombre de esta categoría
en medio de nuestra raza, ha sido objeto de un gozo y una
esperanza incontenibles.
Ya hubo un gran poeta y profeta, Isaías, enamorado del
futuro de su pueblo Israel y del de toda la Humanidad.
Partiendo del momento histórico que vivió -un decaimiento
del rey Ajaz- y partiendo de su psicología de profeta que
sabe que Dios es fiel, se atreve Isaías a dibujar un futuro
brillante en los capítulos 7 a 12. En ellos, quiere hacer
caer en la cuenta a Ajaz de que todavía hay esperanza: le va
a nacer un hijo, Ezequías; en él no sólo se va a continuar
la dinastía de David, siempre admirado en Israel, sino que él
encarna la continuidad de la fidelidad de Dios hasta un Mesías
definitivo. Sobre la esperanza inmediata, por lo tanto, monta
Isaías la certeza que le da la fe: Habrá un Mesías cuyo
reino será pacífico, indefectible, universal. Será
descendiente de David (9,6), rey de Judá (8,8), se llamará
Dios-con nosotros (7,14; 9,16, etc.) y fundará un imperio de
paz sobre la tierra (11,1-9).
Sin duda esta descripción habrá que completarla
con los capítulos 42, 49, 50, 52 del mismo libro de Isaías,
que describe el tipo de mesianismo auténtico, el interior, el
del SIERVO que conquistó el reino no del poder, sino del ser
hombres totalmente para Dios, para la fraternidad y la
justicia.
Un
prologo escrito al final de la obra
Los testigos de la vida y de la muerte de Jesús
experimentaron un impacto tremendo. Poco a poco fueron
reflexionando: lo habían visto, lo habían tocado con sus
manos. ESO era lo verdaderamente afirmado por Isaías; él era
el verdadero descendiente de David; él era el verdadero hijo
de Abrahán; él. era el nuevo y auténtico Moisés, el nuevo
y verdadero Adán, el HOMBRE. Cuando hubieron entendido todo
esto de Jesús, lo proclamaron valientemente. Se atrevieron a
reinterpretar las Escrituras para hacer ver que lo MAS HONDO
de toda la Escritura era lo que había acontecido en Jesús;
que toda la Escritura está mirando hacia su propia plenitud
que por fin vino en Jesús.
Así, no nos sorprenderemos si al comenzar el evangelio
de Mateo leemos en el primer verso:
Mt.
1,1: Genealogía de Jesús, el Mesías, hijo de David, hijo de
Abrahán.
Todos comprendemos que no está hablando fisiológicamente
el evangelista. A todos nos choca que, en medio del silencio y
la oscuridad en que nace Jesús, se acumulen ya en estas
primeras páginas, más que en pasajes del resto del
evangelio, los mejores títulos dados a Jesús. ¿Qué ha
sucedido?
Sólo MATEO
y LUCAS, en sus dos primeros capítulos cada uno, nos hablan
del nacimiento de Jesús. Pero no intentan precisarnos todos
los detalles del suceso. Lo que verdaderamente pretenden es
decirnos: la persona de Jesús ha sido importantísima; su
vida y su muerte nos han demostrado que Dios estaba con él,
que él era el proyecto de Dios. Pues bien, si su vida y su
muerte así nos lo han demostrado, quiere decir que también
su venida al mundo estuvo presidida por la iniciativa de Dios.
Si su vida y muerte son la más íntima seguridad y alegría
para la Humanidad, quiere decir que también el momento de su
nacimiento fue de una trascendencia decisiva. Si por su vida y
muerte ha merecido ser llamado Mesías, Profeta, Hijo de
Dios..., quiere decir que ya en el momento de nacer podemos
celebrarle así.
Con toda probabilidad no es, por lo tanto, una descripción
del nacimiento de Jesús lo que tenemos en estos dos capítulos,
sino una especie de tratado de teología nada menos, acerca
del hombre que conocieron a través de su vida y muerte, pero
que quieren ponerle un prólogo: Y es que tenían la costumbre
estos autores orientales de buscar un paralelismo entre lo que
había sido la vida de un hombre y cómo sería su nacimiento.
Cuando querían describir la obra final que había realizado
una personalidad, piadosamente intentaban descubrir ‑o
lo creaban literariamente ya en los comienzos una anticipación,
un paralelismo que incluyera también la infancia. Pues bien,
como sabemos, la verdad es que el destino de Jesús estuvo
lleno de contradicciones por parte de los que lo rodeaban, y
la verdad es que, a partir de su figura hubo que corregir
muchos conceptos religiosos para interiorizarlos, por una
parte y darles su alcance social, por otra. Pero si ya su
nacimiento fue humilde, si los suyos no le recibieron, si
Herodes intentó ya matarlo y Simeón anunció la división
que este niño iba a suscitar, y si, en cambio, los únicos
que pudieron percibir su importancia fueron gentes sencillas
como los pastores, Ana o Simeón o Isabel..., entonces aquella
repulsa que experimentó por parte de los suyos se hace más
inteligible: No se trata de un fracaso imprevisto, sino de la
trayectoria misma de su vida de Mesías para lo interior, no
para el poder. Es una anticipación llena de intención y
densidad a la que nosotros, más al estilo griego, no estamos
acostumbrados. Los grandes personajes importantes para el
pueblo como Isaac, Jacob, Sansón, Samuel, Moisés... habían
tenido también ya en su nacimiento una protección divina,
según este esquema biográfico con el que intentan
retrospectivamente dar relieve a su personalidad y crear una
unidad con toda su vida.
Por eso decimos que estos capítulos fueron escritos
después de comprender la vida y muerte de Jesús en su
totalidad. En realidad más que unce descripción, son una
predicación (ya desde el umbral mismo de la vida de Jesús)
de lo mismo que más adelante en todo el evangelio se nos
dice: la importancia de la vida‑muerte de Jesús. Se nos
dice YA DESDE EL PRINCIPIO la importancia de Jesús. Esa
importancia se ve en todos los títulos que se le dan desde el
comienzo, poniéndolos en boca de un ángel, con cuyo
personaje se nos quiere decir que es LA FE quien ya desde niño
advierte en Jesús una importancia así. Se trata de un hall
que conduce a las estancias de la vida y muerte de Jesús y se
ha decorado conforme a ese conjunto. Es la fase inaugural de
una totalidad que podemos ANUNCIAR, CELEBRAR, y ver cómo se
MANIFIESTA progresivamente.
La
intención de Mateo: El Antiguo testamento está en Jesús
Ya hemos dicho que para Mateo, Jesús es el nuevo
David, el nuevo Moisés, el descendiente de Abrahán. Es
decir, tiene interés Mateo en hacer confluir en Jesús
pasajes típicos del Antiguo Testamento para hacer ver que Jesús
es el término de la Escritura. El anuncio se dirige a José,
porque entre los hebreos la descendencia se lee en la línea
paterna, y le llama a José hijo de David. En cambio, Lucas
hace que el anuncio se haga a María, que personifica siempre
a la Iglesia, en cuyo seno ‑no en el del Antiguo
Testamento‑ quiere hacerle nacer.
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