Mateo
y Lucas.
En
los Evangelios de Mateo y Lucas, la identificación de «Satanás» o «el
diablo» con el poder es manifiesta en la tercera tentación (Mt 4
8-10-, en Lc 4.5-8 la segunda), donde el tentador ofrece a Jesús el
dominio del mundo a condición de que le rinda homenaje. El poder se
diviniza, como lo indica la mención del monte o de la altura (Mt 4,8:
«lo llevó el diablo a un monte altísimo»; Lc 4,5: «llevándolo a lo
alto»; y usurpa el lugar de Dios, es decir, se hace valor supremo y
pide homenaje sin reservas.
También
en el Evangelio de Mateo Pedro increpa a Jesús, que ha anunciado su
rechazo y muerte: « ¡Líbrete Dios, Señor! ¡No te pasará a ti eso!»
Jesús corta en seco al que quiere impedir su misión: «¡Vete! ¡Ponte
detrás de mí, Satanás!» (Mt 16,22s). Con su actitud, Pedro encarna
la figura de Satanás.
De
modo parecido, en el mismo Evangelio, cualquiera que proponga la ideología
del poder es un enemigo/diablo, como el que siembra la cizaña en medio
del trigo (Mt 13,28,39). Según Mateo, el lugar del «diablo» no es el
infierno- lo que se dice en su Evangelio es que el fuego inextinguible
(que equivale a la destrucción) está preparado para él y sus ángeles
(Mt 25,41).
En
Lc 13,10ss, la última vez que enseña Jesús un sábado en una sinagoga
aparece «una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un
espíritu y andaba encorvado, sin poderse enderezar del todo». Jesús
la cura y se indigna porque, por ser sábado, el jefe de sinagoga se
oponía a la curación. Después de echarles en cara que no les importa
que sea día de precepto para cuidar de los animales, añade (v. 16): «Y
a ésta, que es hija de Abrahán y que Satanás ató hace ya dieciocho años,
¿no había que soltarla de su cadena en día de precepto?»
Acostumbrados
ya al estilo de los evangelistas, podemos observar: a) la mujer, figura
del pueblo, tiene un espíritu que la pone enferma y la tiene encorvado,
es decir, que le impide alcanzar su plena estatura humana (v. 10); b) en
realidad, el que la tiene atada es Satanás, el poder religioso (v. 16);
c) Lucas insiste en el número «dieciocho años» (13,11.16), indicando
su importancia; puede significar el repetido e irremediable fracaso
humano causado por el espíritu inmundo.
El
espíritu que produce la enfermedad representa, por tanto, el influjo de
Satanás sobre el pueblo, es decir, la interiorización por éste de los
principios del poder religioso, expresados en el precepto del sábado.
El sábado o día de precepto, figura de la Ley, prohíbe la curación
de los hombres: es el enemigo del hombre. La creencia en la legitimidad
de esa observancia y en la institución que la impone es el espíritu
que siempre ha impedido al pueblo su desarrollo humano.
Juan.
En
Jn 2,16, Jesús llama al templo «una casa de negocios» «Dejad de
convertir la casa de mi Padre en una casa de negocios»), indicando que
el dios falso que ha suplantado al Dios verdadero es el dinero y la
ambición de riquezas. El dios falso, el poder del dinero, es el Enemigo
del hombre (el «diablo» o «Satanás»).
El
Enemigo es homicida y embustero (8,44): el poder del dinero es agente de
mentira y de muerte. Es «Padre» de los dirigentes y «padre» de la
mentira (8,44); es decir, la ambición y culto del dinero da origen a
dos realidades: un círculo de poder (los dirigentes) y una ideología
(la mentira).
En
Mateo y Juan, «el Malo» o «Perverso» (Mt 5,37; 6, 13; Jn 17,15) es
una denominación del Enemigo, el poder/ dinero, que indica su maldad
intrínseca y lo presenta como inspirador del «modo de obrar perverso»
propio del mundo (Jn 7,7).
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