Un
modo de narrar: Marcos
Esa
situación de Jesús, como la de todo hombre, ocurrió a lo
largo de toda su vida, pero los evangelistas lo concentran en
un momento dado y nos lo cuentan como si se tratara de unos
acontecimientos que se desarrollaron un buen día y así
como suenan. En realidad nos hallamos ante una composición,
una narración escenificada de lo que en el interior de Jesús
se dio, no en un momento dado, sino a lo largo de su vida. Y
esto se hace personificando en esta lucha al tentador, Satán
(de lo cual nada se deduce sobre la existencia o la
personalidad de este personaje; es más: si, como acabamos de
decir, la tentación surge de las condiciones mismas en que
Dios ha dejado al hombre ‑no‑vidente‑, habrá
que decir que es el mismo Dios el que plantea no una tentación,
sino una situación en la que el hombre debe optar en fuerza
de su conciencia y de su fe).
Hay dos cosas en torno a las tentaciones de Jesús tal
como se relatan en los evangelios: El hecho, y los campos de
tentación para un hombre. Para lo primero nos atenemos a
Marcos; para lo segundo, a Mateo y Lucas.
He aquí los tres elementos que menciona Marcos:
Mc.
1,12‑13: A continuación (del bautismo), el Espíritu le
impulsó al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días,
siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del
campo, y los ángeles le servían.
El desierto: Es el Espíritu que habita en el
interior de Jesús, quien le impulsa allá. Pero Marcos no
dice que le impulsara allá para ser tentado. No; el desierto,
para Marcos, no es el lugar de la tentación, como nos tiene
acostumbrados a ver una tradición de corte monástico, donde
se enfrenta el asceta con sus pasiones en solitario, cuerpo a
cuerpo... El desierto, en la memoria hebrea, es el lugar de la
cercanía de Dios: Moisés, Isaías, Oseas, Jeremías
encuadran allí el amor primero:
Os.
2,14: Por eso la voy a seducir, la llevaré al desierto y
hablaré a su corazón.
Jer.
2,2: Así dice Yahvé:
-De
ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo, aquel
seguirme tú por el desierto, por tierra no sembrada...
Los cuarenta días: Precisamente la tentación
surge ante esa situación misma del amor: Dios sólo, Dios por
encima de todo, aun cuando se haga incomprensible. Fue la
situación de Israel en su largo paso por el desierto. Allí
experimentó la tentación ‑triple tentación en que
puede resumirse la solicitación que cualquier hombre,
cualquier pueblo, experimenta en su vida frente al "Dios
ante todo", y que luego describiremos‑. Marcos hace
un paralelismo entre la experiencia universalmente humana
del pueblo de Israel y la experiencia de Jesús en su propia
vida:
Deut.
8,2‑4: Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios
te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto
para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu
corazón:
si ibas o no a guardar sus mandamientos.
Estaba entre los animales y los ángeles le servían:
Se trata de un lenguaje teológico para describir la gran
proximidad de Jesús con Dios, la gran transformación que ya
puede adivinar cualquier persona detrás de ese comportamiento
sereno, humano, filial de Jesús. Isaías no temía describir
con atrevidas imágenes el mundo futuro, pero nadie las toma
al pie de la letra, sino como una literaria expresión para
acercarnos a una realidad que será totalmente nueva. Decía
Is.
11, 6‑8: Serán vecinos el lobo y el cordero, y el
leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro
pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y
la osa serán compañeras, juntas acostarán sus crías; el
león, como los bueyes, comerá paja.'..
Diríamos que nos encontramos o en el comienzo de la
creación, míticamente descrita, y Jesús sería visto como
el nuevo Adán, o que nos encontramos ya al final de la
historia, porque con Jesús y su modo de hacer ha comenzado ya
la reconciliación de todo y de todos, propia de los últimos
tiempos.
Pues bien, con estos elementos se nos dice cómo la vida
de Jesús o la de cualquier hombre puede ser árida y dura,
de tentación, pero "Jesús vence la tentación no en el
desgarramiento de la lucha, sino en la seguridad pacífica y
serena que le da su cualidad de Hijo, tal como ha quedado
expresado en el bautismo. El proyecto del tentador en el
fondo consiste siempre ‑y así fue en Jesús‑ en
separar al Hijo de la intimidad y la seguridad en Dios, su
Padre. Pero a Jesús nada logró separarlo de la paz de
Dios".
La
versión de Mateo y Lucas o de que es tentado el hombre.
Lucas y Mateo quedan como extáticos ante lo que fue la
situación de Jesús, y encuentran en él la que es típica triple
tentación de un ser humano en el largo peregrinar de la vida. Por
eso recurren a la Biblia para describir algo que es eterno y que
el pueblo de Israel también tuvo que experimentar en los años
difíciles en que buscaba ansiosamente una tierra en que
establecerse.
Ambos, pues, Mateo y Lucas, reeditan en Jesús la tentación
de Israel. Mateo sigue el orden de la Biblia; Lucas invierte el
orden de la segunda y tercera para terminar en Jerusalén, allí
donde Jesús tendrá que experimentar el asalto último de su
optar o no por Dios ante todo, y por la fidelidad a los hombres, en
la cruz.
Las tres respuestas de Jesús
se hallan, respectivamente, en Deut. 8,3; 6,13; y 6,16 si seguimos
la versión de Lucas.
Se trata de lo siguiente: Se personifica, como en Marcos, a un
tentador para declarar la lucha que el hombre experimenta. Por tres
veces ‑es decir, por tres caminos‑ un hombre, y
concretamente
Jesús, siente un choque entre esa proclamación que hace la fe
‑eres hijo de Dios‑ y la propia limitación e
impotencia, sin comprobante alguno de que Dios esté interesado en
él. Más aún: si Jesús siente en su corazón como misión propia
suya una liberación del hombre en todos los campos de opresión,
palpa también 3a, desproporción que existe entre su deseo y la
terrible realidad de tener que contar con los hombres llenos de egoísmo,
faltos de fe, e incluso sojuzgados de mil modos entre sí por
aquellos que se constituyen en dominadores de los otros.
Estos son los tres caminos:
1.
Un mesianismo o reino de BIENES y abundancia:
Lc.
4,3: Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en
pan.
El pan (= todo lo que estimamos como necesario para
esta vida) llega a aparecer como lo indispensable, como si un enorme
realismo nos dijera: déjate de filosofías y haz buenos negocios...
Es verdad que todo eso que se incluye en el pan no es algo que
debamos descuidar, pero la abundancia o la saciedad de las
necesidades humanas no han de buscarse por sí mismas por encima de
algo más decisivo. En unas relaciones humanas correctas habrá
bienes suficientemente repartidos, pero el gran objeto de la
esperanza mesiánica no son los bienes.
Lc.
4,4: Jesús le contestó: «No de sólo pan vive el hombre.»
2. Un
mesianismo o reino POLÍTICO. Es el más seductor. Porque
parece que todo lo demás se reduce a palabras; es decir, parece que
hay que tener el mando y las armas, si hace falta, para poner las
cosas en orden. Jesús se da cuenta de que a su mensaje le falta un
poder, una eficacia; es un programa demasiado respetuoso con la
libertad y las situaciones de los hombres. Pero Jesús ve más
hondo: lo que él quiere entregar a la humanidad está en función
de un servicio, no de un poder:
Lc.
4,6: Te daré todo ese poder y esa gloria... si me rindes
homenaje...
Jesús
le contestó: «Está escrito: Al Señor tu Dios rendirás homenaje,
y a él sólo prestarás servicio.»
Lo que él quiere poner en movimiento en la humanidad es algo
radicalmente libre, que debe florecer sin la menor coacción, sin el
menor derramamiento de odio, de imposición, de excesos, de sangre.
3. Un
mesianismo o reino de refugio RELIGIOSO, de milagros que
comprueben que Dios está interesado en nuestra causa. Dice el P.
Duquoc : Israel ha pedido muchas veces a Dios que manifieste su
poder, que intervenga en el curso de la historia por medio de
prodigios. El silencio de Dios le pesa y le parece al pueblo
incomprensible: Que intervenga con su poder; todo quedará claro y
el hombre no experimentará ya ese sentimiento de abandono ante
Dios. Que demuestre que es Dios y que no es inútil que el pueblo
haya puesto en él su confianza. Satanás sugiere a Jesús que
ponga a Dios a prueba; en la cruz se repetirá en boca de los jefes:
Mt.
27,42: Que le salve ahora si es que de verdad le quiere.
A Satanás (es decir, al hombre en su corazón) le gustaría
que Jesús (que cualquiera de nosotros) no estuviese solamente
seguro de la protección de Dios, sino que la verificase en
concreto... Pero Jesús tiene confianza absoluta en la protección
de Dios. No tiene ninguna necesidad de comprobarlo. Experimentar la
confianza, ¿no será ya lo mismo que dudar? (Duquoc).
POR LO TANTO, las tres preguntas se le vienen a Jesús a la
cabeza partiendo de su personal experiencia: Un hombre tan inerme,
¿puede con sólo su palabra servir a la humanidad, implantar la
justicia, y revelar así el misterio de Dios que es amor? El ve que
su predicación fracasa. Sabe que su mensaje es válido, es
universal,
va al corazón de todo hombre en cualquier tiempo. Pero la
desproporción de medios para quien no comprenda los caminos que Jesús
quiere implantar, parece incluso una cobardía o una traición para
con los hombres a quienes pretende servir, ya que de momento estos
hombres piden algo concreto. Esta fue la angustia de Jesús y el
punto de apoyo de ese sentirse tentado en su interior por emprender
otros caminos.
¿Es pecar lo propio del ser humano?...
Es curioso y hasta frecuente
que, cuando oímos la frase de
Hebr.
4,15: Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras debilidades, sino un probado en
todo igual que nosotros, excluido el pecado, muchos experimentan que, por ese mismo no pecar,
Jesús sobrepasa lo humano de una forma no humana.
Ello ocurre quizá (aparte de la imprecisión que
siempre rodea al tema del pecado) por uno de estos dos
motivos
* o porque se considera que pecar es lo propio del
ser humano. Pero esto no es así, a pesar de la afirmación
del pecado original, etc., y de otros aspectos de la
teología católica o protestante, que habría que
explicar con más exactitud;
* o porque quizá haya una secreta valoración
positiva del pecado, como si éste fuera algo valioso,
como si se dijera: Ya que no pecó, no tuvo acceso a esa
experiencia de libertad, no perteneció radicalmente a
lo que el hombre es... Pero, nuevamente: éste es
precisamente el error. El pecado no está en la
satisfacción que pueda proporcionar el uso de una
libertad legítima, sino en que esas satisfacciones
fueran a costa de la menor injusticia con alguien.
Hacerlo así, sería no ser siempre y plenamente
hombre, el que por definición no traspasa los límites,
no falta contra los demás y está pendiente de Dios.
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