DICHOSOS LOS QUE VIVEN PERSEGUIDOS POR SU FIDELIDAD,
PORQUE ESOS TIENEN A DIOS POR REY
Esta última bienaventuranza, como ya vimos al
principio, está en paralelo con la primera porque, como ella, está en
presente. Además, estas dos son la más paradójicas de todas.
"Dichosos los que eligen ser pobres" y "dichosos los que
viven perseguidos" son dos enormes paradojas.
Aquí en la traducción, hay que explicar el "vivir
perseguidos", porque la forma griega significa eso: un estado
continuo, y la última palabra -la "fidelidad"- se suele
traducir por la "justicia", pero no es la justicia; significa
la "justa relación con alguien". Puede ser la relación de
vida con Dios o la relación de vida con el hombre. La relación que
debemos a Dios es la de fidelidad y la relación que debemos al hombre
es la de justicia y honradez. De manera que la traducción de esta
palabra depende del contexto: porque la palabra es muy amplia y, según
el contexto en que se use, así hay que traducirla. Aquí se trata de la
fidelidad a Dios que, al mismo tiempo, es la fidelidad al hombre, pero
es la fidelidad a ese compromiso primero que se ha hecho, a esa opción
de la primera bienaventuranza. Inmediatamente después, Jesús va a
ampliar esta bienaventuranza, aplicándosela ya directamente a los discípulos
y, entonces, les dice: "Dichosos vosotros cuando os persigan por
causa mía". Esa fidelidad es por causa suya, es la fidelidad a Jesús,
la fidelidad a su mensaje, la fidelidad al compromiso hecho en la
primera bienaventuranza, a esa opción por la pobreza, a ese renunciar a
la idolatría del dinero.
Como la primera bienaventuranza es elegir entre dos dioses
‑el Dios verdadero, el Padre, o el dinero, la idolatría‑,
mantenerse en esa opción es mantenerse en la fidelidad a Dios.
Entonces, cuando una comunidad, un grupo humano (siempre se trata de
grupos, el Señor nunca habla para individuos aislados) rechaza, niega
‑no solamente de palabra, sino con su práctica‑ los valores
en que se funda la sociedad existente, que son la ambición del dinero,
del honor y del poder, evidentemente ese grupo, en cuanto empiece a
notarse, se hace enormemente molesto para esa sociedad y por tanto, esa
sociedad lo persigue. Lo persigue de una manera o de otra, depende de
las épocas, de los regímenes, etc. Unas veces será una persecución a
muerte, otras veces no lo será. Depende de las circunstancias. Desde
luego, la cárcel ha sido muy abundante en tiempos del régimen anterior
para los que tenían algún compromiso social de cualquier clase. Cuántos
curas estuvieron también en la cárcel, a pesar de que ese régimen era
mas bien respetuoso con el estado clerical, pero llegó el momento en
que se saltó a la torera el respeto... porque le molestaban, porque
eran personas que estaban, de alguna manera, comprometidas con una función
social. Por tanto, de una forma o de otra viene la persecución.
Naturalmente, en nuestra época no hemos tenido una persecución a
muerte en nuestro país, pero en otros sí.
De manera que, para este grupo humano, esta comunidad, este trozo
de nueva Humanidad, que niega con su práctica los valores de la
sociedad ‑las tres grandes ambiciones: tener más dinero, tener más
honores y tener más poder‑ lo normal es la persecución, ya que
este comportamiento lleva consigo la antipatía existente. Por tanto, si
la comunidad cristiana está a partir un piñón con las sociedades
humanas o con las instituciones de poder humano, es mala señal, porque
significa que no está viviendo la alternativa, que con su praxis
‑otra cosa son la palabras‑ no está negando los valores
sobre los que se asienta la sociedad injusta. Y esto lo estamos viendo
todos los días. Cómo en la Iglesia se pretende la buena amistad con
los regímenes (por lo menos, con ciertos regímenes). Y no hay que
tener ninguna amistad particular con ningún régimen político, porque
todo régimen político representa una sociedad que es injusta, lo mismo
el dictatorial de antes, que el democrático de ahora. Este será algo
menos injusto, quizá, pues evidentemente deja más margen a la libertad
humana pero en el fondo, la sociedad ésta, la economía de mercado o
sociedad capitalista, es profundamente injusta, porque está consagrando
el capital, es decir, la desigualdad entre los hombres, está
consagrando el acaparar, el que unos acaparen y otros no tengan
bastante. Es radicalmente injusta porque impide la igualdad de los
hombres, impide la relación de amor, ya que no hay relación de amor
donde hay acaparamiento de dinero. Y esto lo consagra y es la base,
incluso, de nuestra Constitución. De manera que, aunque sea una cosa
mucho mejor, pues evidentemente permite mucha más libertad y, por
tanto, más expresión y más desarrollo de la persona, sin embargo,
sigue siendo una sociedad injusta. Por eso, la comunidad cristiana no es
que tenga que oponerse sistemáticamente al régimen que exista -a éste,
al otro o al de más allá-, pero tampoco tiene que estar con él como
un novio. Al contrario, ella tiene que mantener en su praxis un modo de
actuar que no coincide, ni mucho menos con lo que consagra cualquier
sociedad existente. Siempre hay poder y dominio. Evidentemente, en un régimen
dictatorial el poder es absoluto, no hay quien abra la boca ni pueda
protestar. Ahora, el poder es mucho más relativo: hay una oposición,
se critica, se puede hablar mal, se puede escribir mal, se puede salir
en televisión diciendo que el gobierno lo hace mal, todo se puede
hacer, pero existe un poder, un poder coactivo, a pesar de todo. Y esto
no es la sociedad ideal, no puede ser nunca la sociedad ideal. Por aquí,
desarrollando una de estas sociedades en cualquier dirección, aún de
mayor democracia, no llegamos nunca al Reinado de Dios, porque las bases
de la sociedad están viciadas; las bases que son: el dinero, el honor y
el poder. Y esto es lo mismo en el otro lado, pues allí el poder es aún
peor, y eso no puede ser. El dominio del hombre sobre el hombre no puede
aceptarse ni en el Este, ni en el Oeste, ni en el Sur, ni en el Norte.
Por lo tanto, la comunidad cristiana, naturalmente,
tiene que chocar con todo régimen político, porque profesa una escala
de valores que es distinta de todos. Sin embargo, hay que ser realistas
y saber que, en una sociedad donde la gente no ha hecho opción por los
demás, sino por su propio egoísmo ‑como la que tenemos aquí y
en cualquier parte del mundo‑, una sociedad donde cada uno va a su
avío y a su lucro personal, naturalmente tiene que haber alguien que
asegure un mínimo de convivencia. Eso está claro. De manera que, no es
que el cristiano sea utópico en el sentido de decir que "hay que
suprimir todo poder, toda economía de mercado, todo capital ahora
mismo", ya que eso no se puede, porque la nueva sociedad ésta que
Jesús propone y cuyo código son las Bienaventuranzas se hace por opción
personal y libre. Cuando cada uno de nosotros diga "yo no quiero
vivir para mi propio provecho, quiero ayudar a los demás, quiero ser
solidario con todos, quiero vivir en un grupo donde esto sea absoluta
realidad, donde cada uno esté dispuesto a matarse por el de al lado, y
hacia fuera ya veremos lo que se puede hacer...", cuando haya esa
opción, entonces ya se acabó la ley, los tribunales, la policía, las
cárceles, etc., porque, si nadie busca su propio interés, se acaban
todos los conflictos. Pero en la humanidad, tal y como existe, »la
comunidad no puede imponer nada, porque tiene que aceptar que tiene que
haber esa organización que asegure el mínimo de convivencia. Por lo
tanto, aquí está la utopía pequeña, que es la comunidad cristiana
que se realiza hoy, donde se viven estos valores nuevos, los valores del
Evangelio. Y luego está la Humanidad alrededor, que es la utopía
grande, que habrá que irla realizando poco a poco. Pero ¿cómo se
entra en la utopía? Por una opción personal: no hay más que eso; y ¡claro!,
eso es muy lento y, además, no sabemos si va a llegar nunca a la
humanidad entera. Como ya vimos con lo de la levadura, no parece que
toda la masa se convierta en levadura, pero si que va a ir cambiando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.