Marcos
1,12 ss-. La tentación en el desierto.
Veamos
ahora el cambio introducido por los evangelistas en la idea de «Satanás»
o «el diablo». En el Evangelio de Marcos, dentro de la sociedad judía
figurada por «el desierto», «Satanás» representa un agente que va a
inducir continuamente a Jesús a traicionar su compromiso. Sin embargo,
en todo el relato evangélico la figura de Satanás no vuelve a aparecer
en contacto con Jesús. Esto indica que, como «el desierto», «Satanás»
es una figura simbólica, en este caso una personificación. Marcos ha
utilizado la figura tradicional del Enemigo del hombre, pero dándole un
nuevo significado.
El
significado de la figura de Satanás lo indica Marcos, en primer lugar,
al colocar la tentación de Jesús en «el desierto», lugar clásico
para levantamientos con más o menos acentuado carácter mesiánico; era
tradicionalmente el emplazamiento de los cabecillas o agitadores que
alistaban secuaces con la intención de conquistar el poder. La
inactividad de Jesús en esta escena de Marcos, donde no aparecen otros
personajes humanos (1,12 ss- «estuvo en el desierto cuarenta días»),
se opone precisamente a la actividad sediciosa y guerrera asociada a los
cabecillas que se retiraban al desierto para empezar desde allí la
rebelión.
En
Marcos, Satanás representa por tanto, el poder y la ideología del
poder, que lo presenta como un valor positivo y tienta a los hombres
excitando en ellos la ambición de superioridad y dominio- La tentación
de poder pretende disuadir a Jesús de llevar a cabo su entrega por el
bien de los hombres, expresada por su bautismo, entrega que
excluía el triunfo terreno y ponía en peligro su vida, e
inducirlo a adoptar un mesianismo de violencia, cuyo objetivo fuese la
conquista del poder político.
La
tentación de poder aparece continuamente en el evangelio: el poseído
de la sinagoga, al llamar a Jesús «el Consagrado por Dios» (1,24),
equivalente de Mesías, lo está incitando a hacerse líder del pueblo;
lo mismo los endemoniados de Cafarnaún, «que sabían quién era»
(1,34), el entusiasmo popular en aquella ciudad, secundado por los discípulos
(1,37: «Todo el mundo te busca»), las masas judías y paganas que le
rinden homenaje como al Hijo de Dios (3,1 l), etc.
La
identificación de Satanás con la ideología del poder y con los que la
proponen aparece claramente en Mc 8,33, donde Jesús llama a Pedro «Satanás»,
precisamente por oponerse al destino del Hombre que él ha anunciado, y
que incluye el rechazo y la muerte.
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