Nos ha hablado por un Hijo. Dios no
tiene rostro, pero su Rostro lo es Jesús. Es decir, el rostro de Dios
es una manera de ser, la del hombre que "pasó haciendo el
bien".
EL PASO FINAL: UN ROSTRO Y UN NOMBRE, LA
ULTIMA MANIFESTACIÓN DE DIOS
La creación, los acontecimientos históricos,
las palabras fragmentadas que nos transmiten los profetas, se quedan
necesariamente cortos para revelarnos a una persona. Si Dios es lo
perfectamente personal, si Dios es una relación amistosa con el
hombre, si Dios es amor, donde más adecuadamente se dirá será en
una existencia personal, una persona que de verdad ame. Y así nos lo
quiere decir el comienzo de la carta a los Hebreos:
Hebr.
1,1-2: En múltiples ocasiones y pie muchas maneras habló Dios
antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa
final, nos ha hablado por un Hijo...
Se observa claramente la contraposición entre el antes y el
ahora. Jesús relativiza todas las otras locuciones de Dios.
Nos ha hablado por un Hijo. Dios no tiene
rostro, pero su Rostro lo es Jesús. Es decir, el rostro de Dios es
una manera de ser, la del hombre que "pasó haciendo el
bien" (Hech. 10,38). Ese es el rostro que deseaba ver Moisés.
Jn.
12,45: Cuando uno me ve a mí, ve al que ha enviado;
vemos al Padre en la clave de un Hijo, de unas relaciones, una
seguridad, una unidad de amor entre ambos.
El es el Nombre de Dios. Aquel "Yo
soy", que se traduce como "Yo estoy allí donde estés tú,
contigo, ayudándote; yo estaré ahí, activamente, con
vosotros", es el nombre que lleva "Jesús", que
significa "Yahvé salva" o acción de Dios que protege;
"Emmanuel",. que significa "Dios-con-nosotros".
«Por
tanto, Jesucristo, ver al cual es ver al Padre (cfr. Jn. 14,9), con
toda su presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales
y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de
entre los muertos, finalmente con el Espíritu de verdad, lleva la
revelación a su término..., a saber: que Dios éstá con nosotros»
(Constitución sobre la Revelación,. núm. 4, Vaticano II).
«Pero
la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación del hombre
se nos manifiesta en Cristo, que es a la vez. mediador y plenitud de
toda la revelación» (núm. 2).
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