TOTAL QUE NO ANDÉIS
PREOCUPADOS POR EL MAÑANA PORQUE EL MAÑANA TRAERÁ SU PROPIA SOLUCIÓN.
A CADA DIA LE BASTA SU DIFICULTAD.
De manera que no hay que echar cuentas: y mañana ¿qué?, pues mañana
será otro día como hoy. Por lo tanto, si el amor del Padre funciona
hoy, también funcionará mañana.
Así explica Jesús la primera
bienaventuranza: 1°- ser pobres, es decir, no acumular dinero; 2º -
compartir, esa generosidad, esa disposición a ayudar; y 3°- eso es la
auténtica fidelidad a Dios. Y eso es la realidad del Reinado de Dios
entre nosotros. El sabe todo lo que nosotros necesitamos. Cuando esta
comunidad está realmente trabajando en la obra del Padre, de procurar
que la gente esté bien, que la gente sea persona, que sea feliz, que se
suprima la injusticia, la opresión y todo lo que mutila al hombre,
entonces no os preocupéis, en esa comunidad que sabe entregarse no habrá
dificultad para nadie.
Hay también otros pasajes en Mateo que se refieren a lo mismo,
porque es un punto y una opción tan importante, que el Señor lo va a
mencionando de diversas maneras. Por ejemplo, los episodios de los
panes, que solemos llamar "la multiplicación de los panes",
aunque el Evangelio no habla de multiplicación. Ahí tenemos también
lo del compartir. Lo que hace el Señor es que todo el alimento que
tiene el grupo, han de ponerlo en común con la gente. No una parte,
sino todo. Este episodio -que es doble, uno con los judíos y otro con
los paganos- es un ejemplo de cómo el compartir produce la abundancia.
No es tanto que el Señor, con su potencia milagrosa, saque cinco mil
bocadillos para la gente, pues eso es una cosa que, al fin y al cabo,
para el Dios creador del mundo es bien poco, sino el compartir, el poner
las cosas en común, hace que haya para todos y, además que continúa
la generosidad del Dios creador. Por eso, el Señor bendice a Dios, da
gracias a Dios por el pan, con lo que está diciendo que ese pan es de
Dios, que no es nuestro, que es don suyo y, entonces, nosotros
continuamos esa misma generosidad dándolo también a los demás, poniéndolo
en común con los demás, que es para lo que nos lo ha dado.
Y de esta manera, sobra. Sobran
doce cestos, porque Israel está constituido por doce tribus. Todas las
cifras son simbólicas. Hay cinco panes y dos peces, que son siete, el número
de la totalidad. Es decir, que todo hay que ponerlo en común porque
todo es de Dios, todo nos lo ha dado como don y, por lo tanto, los
hombres ya no pueden reservarse ese don para sí, sino que tienen que
compartirlo con la humanidad. Y, si hiciera eso, se saciaría el hambre
de todo Israel (doce cestos son igual a doce tribus). Y con los paganos,
al compartir, se saciaría el hambre del mundo.
De manera que éstos no son propiamente milagros, sino lecciones
que da Jesús para decirnos lo mismo que antes, cuando hablaba de que la
esplendidez da el valor a la persona. Si eres generoso, si eres
desprendido, toda tu persona vale; si no, ¡qué miseria tan grande!. Y
aquí está el ser desprendido: lo que uno tiene no lo considera sólo
para sí sino que, ante la necesidad del prójimo, hay que ponerlo en
común. En realidad, Jesús da un modelo de sociedad, porque los discípulos
le proponen ir a comprar pan y consideran que no tienen dinero para
comprar todo el que hace falta. O sea, con el sistema del
comprar/vender, que es la economía de mercado, economía del que tiene
mucho y cede una parte solamente por medio de un precio, el precio que
él le pone, esta economía es la ordinaria en el mundo, y lo ha sido
siempre, esta economía nunca bastará para saciar el hambre, para
remediar la necesidad de los hombres. Y lo vemos todos los días. En
nuestras regiones no suele haber hambre, pero en una tercera parte del
mundo o más, el hambre es crónica y no se arregla. Y Jesús, en este
episodio, lo que da es un modelo de sociedad que, en vez de ser ésta de
los que acaparan y luego venden, y el que no tiene para pagar se queda
sin comer, que es la injusticia, es la sociedad que comparte, todo
sobra. Y esto está en relación con la primera bienaventuranza.
Y lo mismo quiere expresar con
aquella "parábola del tesoro", cuando dice que el Reino de
Dios es como un hombre que encuentra un tesoro en el campo y, entonces,
de la alegría, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Aquí da
la motivación. De manera que es el descubrimiento de un valor
extraordinario -que es el tesoro- ante el cual todos los demás valores
palidecen, quedan secundarios. Ante la alegría de haber encontrado el
amor, la solidaridad con todos, el hacer una sociedad nueva, que es el
Reinado de Dios, todo lo demás pierde importancia. Porque, no es que la
opción de la primera bienaventuranza se haga a rastras, de mala gana, a
contrapelo, porque el Señor lo manda y yo tengo que hacerlo, sino que
de la alegría de haber encontrado ese tesoro, vende todo lo que tiene y
compra el campo aquel, ya que el valor que ha descubierto es superior a
todos los valores que conocía, incluido el dinero.
Podemos concebir esto de dos maneras: como un mandato del Señor
que no es mandato, en realidad, sino invitación, y si lo adoptamos por
ese motivo es infantilismo puro. O porque el Señor nos ha abierto los
ojos y hemos comprendido que es el único camino y, entonces, somos
nosotros los que estamos convencidos, lo hacemos por convicción propia.
El Señor nos ha abierto los ojos, nos ha indicado dónde está la lacra
de la sociedad, nos da esa fuerza, ese Espíritu para ser capaces de
ponerlo en práctica, pero, como nosotros no consideramos eso como
convicción propia, como lo hagamos porque estamos convencidos de que no
hay otra manera, no estaremos haciendo nada. Estaremos en un puro
infantilismo de que "papá lo manda", y eso no es adulto en
ningún supuesto. No es eso. Con él, pero convencidos como él. Y así
actuamos con la plenitud de nuestro ser, de nuestra fuerza y, además,
no hay quien nos desvíe de nuestro camino. Pues si lo hacemos porque
nos lo mandan, entonces un día diremos "¡que incómodo, ¿no?;
este señor es tan exigente...!". No, así no jugamos. Tiene que
ser porque sea convicción personal nuestra. Como gente adulta, que es
lo que él pretende, naturalmente. Por eso vamos con él. No bajo él,
ni a sus órdenes, sino con él. Seguimos el mismo camino, acompañándolo
a él. No a las órdenes del líder, que él no lo es ni quiere serlo,
pues no nos llama siervos, sino amigos colaboradores.
Pasamos ahora a las otras Bienaventuranzas. Como dijimos, la
primera y la última son el marco de todas las demás. Estas dos están
en presente, mientras las otras seis están en futuro. De estas seis
centrales, las tres primeras forman un grupo que trata de situaciones
negativas que van a ser corregidas, y las otras tres son situaciones
positivas, que también reciben su promesa. Vamos, por tanto, primero al
grupo de las situaciones negativas.
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