«Satán»
o «Satanás» es una palabra hebrea que significa «adversario», «contrincante/opositor
malvado»; la traducción griega fue casi siempre diábolos, derivado
de un verbo (diabálló), que significa, entre otras cosas, «acusar,
calumniar, falsear, engañar». A través del latín, el griego ha
dado origen al español «diablo».
En
el texto hebreo del AT, la palabra se usa ante todo para hombres: así,
los generales filisteos consideran a David un potencial «satán» o
adversario a traición (1 Sm 29,4: «Que no baje al combate con
nosotros, no sea que se vuelva contra nosotros»; lit.: «no sea que
en el combate sea un adversario [un satán] para nosotros»).
Se
llama también «satán» al líder faccioso y luego rey de Siria Rezón
(1 Re 11,23. «También suscitó el Señor como adversario [satán] de
Salomón a Rezón»; 11,25: «Fue adversario [satán] de Israel
durante todo el reinado de Salomón»), e incluso al ángel que
interceptó el camino de Balaam (Nm 22, 22: «el ángel del Señor se
plantó en el camino haciéndole frente»; lit.: «como un adversario
[un satán] contra él»; 22,32: «Yo he salido a hacerte frente»;
lit.: «como un adversario (un satán)».
Otras
veces significa el adversario que acusa en un juicio (Sal 109,6: «Nombra
contra él un malvado, un acusador [un satán] que se ponga a su
derecha»). Se ve claramente que, en su origen, la palabra «satán»
era solamente un apelativo común para hombres ".
Llega
un momento en que la realidad del adversario humano se traslada al
cielo. En el libro de Job aparece por primera vez «el satán» como
un ser celeste que acusa a los justos ante Dios (el fiscal de la corte
celeste). Así, en Job 1,6: «Un día fueron los ángeles y se
presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás (lit.: «el
satán», nombre de oficio). El Señor le preguntó, etc.». Ante el
elogio que hace Dios de Job (1,8), Satanás muestra su desconfianza
(1,9): «¿Y crees tú que su religión es desinteresada?, etc.». De
modo parecido, en 2, 1.
Se
encuentra también un «satán» en la cuarta visión de Zacarías
(3,1s), donde el profeta asiste a una especie de juicio: el sumo
sacerdote es acusado por un fiscal de oficio («el satán», como el
de Job 1-2), que exagera los cargos y no puede probarlos, por lo que
el juez lo llama al orden: «Después me enseñó al sumo sacerdote,
Josué, de pie ante el ángel del Señor. A su derecha estaba el satán
acusándolo. El Señor dijo al satán: "El Señor te llama al
orden, satán"»
Se
usa como nombre propio en 1 Cr 2 1,1 -. «Satán se alzó contra
Israel e instigó a David a hacer un censo de Israel», pero este Satán
no es más que una personificación de la «ira de Díos», pues en 2
Sm 24,1 se relata el mismo episodio de esta manera: «El Señor volvió
a encolerizarse contra Israel (lit.: "de nuevo la ira de Dios se
encendió contra Israel") e instigó a David contra ellos.-
"Anda, haz el censo de Israel y Judá."»
En
el primer libro de los Macabeos se aplica todavía diábolos a un
grupo de judíos renegados (1 Mac 1,36.- «se convirtieron en ... una
continua amenaza [en un diablo continuamente malvado] para Israel»);
en cambio, en el libro de la Sabiduría, de principios de la era
cristiana, toma el sentido moderno de un agente de, maldad (Sab 2,24:
«la muerte entró en el mundo por envidia del diablo»).
En
resumen: en el AT, «satán» es un término que originalmente se
aplica a hombres con el significado de adversario o enemigo; de ahí
pasa a designar una especie de fiscal celeste, miembro de la corte de
Dios, y que acusa a los hombres ante él (Job 1,6-12; 2,1-7); sólo más
tarde, separado ya de la corte celeste, se llama «Satanás» a un espíritu
enemigo del hombre, que procura su ruina y quiere destruir la obra de
Dios (Sab 2,24).
En
los escritos de Qumrán, el nombre del mal espíritu es Belial.
Influidos, sin duda, por el dualismo persa, se dice en ellos que Dios
creó dos espíritus. el de la luz y el de las tinieblas (Belial), y
que los dos ejercen su poder en el presente. «El Satán» ya no es un
acusador y, en consecuencia, no tiene acceso al cielo ni a Dios.
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