La
reacción del papado frente a la crítica liberal se reflejó en el
concilio Vaticano I (1869-1870), al tomar casi como decisión única la
constitución Pastor aeternus, que aumentaba el poder del papa hasta plantear la infalibilidad pontificia en ciertas cuestiones.
El
cambio radical se produjo casi un siglo después con el concilio Vaticano
II (1962-1965) y la renovación general de la iglesia católica. Desde el
punto de vista litúrgico, se implantó el empleo de las lenguas
vernáculas en los oficios. A nivel doctrinal, el ecumenismo impulsó la
apertura a otras iglesias cristianas y otras religiones. Además, se
estableció la defensa de la libertad religiosa.
La
modernidad, con la consolidación de las sociedades laicas, despojó al
catolicismo de su categoría de religión oficial en muchos países.
Ciertamente la iglesia se enfrenta al futuro con la dificultad de aunar
la moral católica y la moral contemporánea, sobre todo en cuestiones
fundamentales como el uso de anticonceptivos, los avances científicos de
la genética o los nuevos modelos familiares.
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