sábado, 24 de agosto de 2013

HIDA A MEDINA.


El 16 de julio del año 622, Mahoma y sus seguidores tuvieron que huir de La Meca y refugiarse en la ciudad de Medina. Este viaje fue la hégira, que en árabe quiere decir «emigración».
La importancia de ese periplo se nota en el hecho de que, en esa fecha, comienza el calendario islámico, que se sigue en la actualidad en los países con mayoría musulmana.
A partir de ese momento Mahoma, desde la ciudad de Medina, proclamó que toda persona, fuera cual fuera su raza o su color de piel, podía unirse al islam. No se dirigió solo a los árabes, sino que predicó un mensaje universalista y personal. La relación entre Alá y sus fieles es directa, sin más intermediarios que el profeta.
Mahoma y sus seguidores vivieron diez años de exilio y de combates inciertos, antes de consolidar su fuerza y entrar victoriosos en La Meca en 630.
Apenas dos años después, Mahoma murió en Medina, sin que su sucesión estuviese clara. Su legado fue una nueva comunidad que se organizaba en torno a la religión, que se desvinculaba de las viejas estructuras de las tribus árabes y que demostró una enorme fuerza y capacidad para ganar seguidores y expandirse más allá de los límites de Arabia.

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