Estas
iglesias, al no estar sujetas a ningún gran grupo, admiten un grado de
innovación muy notable que en algunos casos hace que su mensaje pueda
llegar a resultar irreconocible como cristiano.
Algunas
iglesias cristianas independientes, como los cuáqueros o los
mennonitas, resultan difíciles de diferenciar de grupos protestantes
como bautistas o metodistas.
Los
mennonitas, que defendían la radical división entre poder político y
religión, negándose incluso a servir en el ejército o la administración,
fueron brutalmente perseguidos tanto por protestantes como por
católicos, por lo que muchos huyeron a Estados Unidos. En la actualidad
son aproximadamente un millón de fieles. La práctica religiosa entre los
mennonitas es destacada y en lo que respecta a la moral resultan
extremadamente conservadores. Son contrarios, por ejemplo, a las
relaciones sexuales prematrimoniales o al divorcio y la separación
matrimonial. Tienen una organización del sacerdocio a tiempo parcial y
los pastores son elegidos por la comunidad.
Otros
dos grupos surgidos del anabaptismo son los amish y los hutteranos. Los
primeros se distinguen de los mennonitas por la renuncia al progreso.
No usan la electricidad o los automóviles y mantienen los modos de vida e
incluso la vestimenta del siglo XVII. Se localizan en Estados Unidos y
algunas comunidades en Paraguay. Este rechazo a aspectos materiales de
la modernidad es perfectamente congruente ya que el desarrollo
industrial es la causa de la agonía de las religiones tradicionales.
Los
hutteranos son anabaptistas radicales que renuncian a la propiedad
privada como premisa para poder desarrollar una vida evangélica. Fueron
perseguidos y se desplazaron progresivamente hacia la Europa oriental
(Ucrania), hasta que en el último cuarto del siglo XIX llegaron a los
Estados Unidos. En la actualidad, como los amish, son grupos
minoritarios.
Los
miembros de la Sociedad Unificada de los Creyentes en la Segunda Venida
de Cristo, conocidos por el nombre popular de shakers («los que se
agitan»), surgieron en Inglaterra como escisión de los cuáqueros,
liderados por la visionaria Ann Lee (1736-1784), y pasaron en 1774 a
Estados Unidos. Predicaban un sistema de vida comunitario sin propiedad
privada, la igualdad entre hombres y mujeres, una religiosidad basada en
el éxtasis y la certeza de una pronta venida de Cristo. En la primera
mitad del siglo XIX crearon una red de asentamientos muy prósperos.
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