El
catolicismo también ha generado iglesias independientes que discrepan
sobre todo en lo referente a la posición del papado. Por una parte está
la denominada iglesia viejocatólica que se consolidó en 1889 con la
declaración de Utrecht y que aúna diferentes grupos de descontentos,
especialmente los que no aceptaron la infalibilidad del papa surgida del
concilio Vaticano I. Optan por un catolicismo previo al fortalecimiento
del papado en el siglo XI y por tanto niegan el celibato sacerdotal
obligatorio, la primacía romana y toda la tradición consolidada a partir
de la ruptura definitiva con las iglesias ortodoxas.
En
el otro extremo ideológico se encuentran los movimientos
fundamentalistas de rechazo al concilio Vaticano II. El ejemplo más
pintoresco es la iglesia palmariana, que poseía su propio sumo
pontífice, Clemente Domínguez (Gregorio XVII), fallecido en 2005, su
santa sede en El Palmar de Troya (Sevilla, España) y su propia orden
religiosa (los carmelitas de la Santa Faz). Defienden un catolicismo
ultraconservador y su impacto es mínimo, aunque han ordenado un número
considerable de obispos y cardenales.
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