martes, 13 de agosto de 2013

LA BASÍLICA PALEOCRISTIANA.


Cuando el cristianismo fue aceptado en el imperio romano, y especialmente a partir de su transformación en religión oficial, se hicieron necesarios edificios para la reunión y el culto. Sin embargo, los cristianos se juntaban hasta entonces generalmente en casas particulares, de forma que no tenían ningún edificio especialmente pensado para celebrar la misa. Por eso decidieron adoptar el edificio romano que mejor se adecuaba a sus necesidades: la basílica. Estas estaban compuestas por una planta rectangular que terminaba con un muro circular llamado ábside. El espacio quedaba generalmente dividido en tres partes o naves perpendiculares a la entrada, que se separaban entre sí con hileras de columnas. La nave central, en la que se encontraba el ábside, era de mayor altura que las laterales, lo que permitía abrir ventanas en su zona superior para que entrase la luz. En las basílicas romanas se impartía justicia y también se usaban en ocasiones como mercado cubierto. Eran lugares amplios y diáfanos que se ajustaron bien al nuevo uso que les dieron los cristianos, que pronto comenzaron a construir sus basílicas, conservando tanto la forma como el nombre del edificio, aunque la función fuese diferente.

 

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