La
religión católica acabó con la cultura y la ideología de los indígenas
de América, pero también los protegió frente a los conquistadores y
colonos españoles, que pretendían esclavizarlos, haciéndoles trabajar
abusivamente en las plantaciones o en las minas.
Bartolomé
de las Casas, propietario de una plantación, se arrepintió del trato
que se daba en ella a los indios, se convirtió en fraile y emprendió su
defensa. Muchos otros religiosos apoyaron sus puntos de vista y
consiguieron que el rey de España, ya desde 1512, ordenase proteger a
los indios. Paradójicamente, la protección no se hizo extensiva a los
negros africanos llevados al continente americano como mano de obra
esclava.
Finalmente,
el papa Pablo III señaló en una bula de 1537 que los indios son seres
humanos y no pueden ser esclavizados. Este es el texto:
«Hay
gentes que dicen, inspirados por el enemigo (el diablo), [...] que los
indios (de América) [...] deben ser tratados como animales y que son
incapaces de recibir la fe católica [...]. Pero nosotros consideramos
que los indios son verdaderos hombres [...] y declaramos que esos
indios, y los que se descubran posteriormente por gentes cristianas, no
pueden ser privados de libertad ni de sus propiedades, aunque no estén
en la fe de Jesucristo, y no serán esclavos, y todo cuanto se haga en
contra de lo anterior será nulo y no tendrá efecto.»
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