Una
zona de conflicto entre cristianos y musulmanes estuvo en la península
Ibérica. En el año 711, las tropas musulmanas pasaron el estrecho de
Gibraltar y controlaron casi la totalidad del territorio al que
denominaron Al Ándalus.
Una
parte importante de la población cristiana estuvo bajo el dominio
musulmán. A pesar de ello, quedaron zonas no islamizadas al norte de la
Península y en torno al sur de los Pirineos, desde donde se dirigió una
lenta expansión hacia el sur.
Este
avance recibió el nombre de «reconquista» por parte de los cristianos,
pese a que se desarrolló a lo largo de setecientos ochenta años, lo que
hace imposible considerarlo una respuesta de los cristianos a la
invasión musulmana.
El
origen mítico de estas campañas militares es la llamada batalla de
Covadonga, una pequeña emboscada en la que venció un noble astur,
Pelayo.
Tras
este suceso, el reino de Asturias, transformado luego en reino de León,
protagonizó un lento avance hacia el Duero, que se vería acompañado
poco a poco de diversas conquistas por parte de los otros reinos
cristianos peninsulares.
En
tantos siglos de convivencia hubo momentos de duras luchas, pero también
hubo épocas de enriquecimiento cultural y religioso en un ambiente de
mutuo respeto.
Un ejemplo de esta tolerancia fueron los mozárabes, cristianos que vivían en los territorios musulmanes de la península Ibérica.
Entre
los siglos VIII y IX, los mozárabes gozaron del privilegio de conservar
su religión y sus propiedades, y de ser gobernados por sus propios
magistrados. Pero a partir del siglo X, ante el endurecimiento de la
situación por la llegada de los intolerantes almorávides, los mozárabes
comenzaron a emigrar a los reinos cristianos. Esta tendencia se acentuó
en los siglos XII y XIII.
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