lunes, 12 de agosto de 2013

PEDRO DAMIÁN Y SAN ANSELMO.


El problema de la omnipotencia divina, cuyo tratamiento presupone los refinamientos conceptuales y las sutilezas analíticas de la dialéctica, había sido planteado ya por Pedro Damián, un enemigo de la dialéctica que trataba precisamente de advertir, con su ejercicio de hábil dialéctico, del peligro del arma misma de que se servía.
En 1067, Pedro Damián escribía De divina omnipotentia, en forma de carta dirigida a Desiderio, abad de Montecassino, como balance de la discusión verbal que ambos habían sostenido una noche acerca de la cuestión tratada por san Jerónimo (siglos IV-V): ¿puede Dios devolver la virginidad a una virgen violada? El santo había respondido negativamente: Dios, a pesar de su omnipotencia, puede no imputar la pérdida de la virginidad, pero no devolver la flor perdida.
A la fácil y primera representación de la omnipotencia divina, según la cual Dios puede todo lo que quiere y lo que no puede es debido a que no lo quiere (potentia = voluntas), Pedro Damián responde llamando la atención sobre el peligro de esa posición en manos de un hábil dialéctico, que podía extraer de ella consecuencias inaceptables: si existe lo que Dios quiere y la no elección divina es sinónimo de imposible, entonces se podría decir que lo que Dios no hace, no puede hacerlo; lo que no quiere, no puede hacerlo.
Frente a ello, Pedro Damián concebía la potencia divina como más extensa que la voluntad: Dios puede hacer más de lo que de hecho decide hacer; la creación no agota toda la potencia de Dios. Así, con respecto al problema de partida (¿puede Dios devolver la virginidad perdida?, en el sentido de: ¿puede Dios hacer que lo que ha ocurrido no haya ocurrido?), Pedro Damián responde afirmativamente: Dios puede deshacer el pasado, puede hacer que Roma, que ha sido en el pasado, no haya sido; en eso se muestra su omnipotencia.
Para comprender cómo eso es posible debemos distinguir entre el poder de la naturaleza y el poder divino, entre el tiempo y la eternidad de Dios. Si el poder divino es mayor y más extenso que la creación efectiva (aquello que es posible naturalmente); si la necesidad de la naturaleza (la necesidad del pasado) no afecta a Dios, Dios habría podido no hacer que Roma existiese y todavía lo puede. Además, siguiendo a san Agustín, Pedro Damián insiste en que en Dios no hay tiempo, sino un eterno presente: lo que nosotros vemos y la naturaleza produce en el tiempo como pasado, presente, futuro, es en Dios un decreto instantáneo. Dios podría, por tanto, en su presente intemporal (correspondiendo al aquí y ahora nuestros) hacer que Roma -que ha sido- no hubiera sido, pero en ese caso Roma nunca habría sido (no ocurriría que habría sido y no habría sido simultáneamente; no se niega el principio de contradicción).
Si no lo ha hecho, no lo hace, no lo hará en nuestro curso temporal, no significa que no pueda hacerlo; significa que no lo ha querido y que tanto el presente y el pasado como el futuro están sometidos a la voluntad de Dios como una elección libre dentro de un campo de posibilidades más extenso.
La posición inicial de Pedro Damián, según la cual Dios puede más de lo que quiere y hace, fue asumida por san Anselmo en la reflexión desarrollada en su obra Cur Deus homo (Por qué Dios se hizo hombre) sobre la necesidad de la Encarnación del Verbo divino. El santo distingue entre necesidad exterior y necesidad interior, autoimpuesta en virtud de una libre elección; la primera está ausente de Dios, la segunda está presente como vinculación permanente a una elección libre previa y establece una necesidad relativa, secundaria o contingente derivada de la inmutabilidad divina. Así, Dios no estaba obligado inicialmente a ninguna vía u orden para la redención, es decir, la Encarnación no es absolutamente necesaria, pero, una vez adoptada, Dios la respeta inflexiblemente. El paralelismo entre el orden de la gracia y el orden de la naturaleza como donaciones libres de la voluntad divina permite pensar el orden natural como necesario secundariamente a la libre elección divina del mismo entre diferentes alternativas inicialmente posibles.

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