A lo
largo de la Edad Media, como en la zona occidental no había un imperio
estable y poderoso como el de Constantinopla, el papado fue una
institución que en muchos momentos actuó como autoridad suprema de la
cristiandad occidental no solo en los asuntos religiosos. Las
autoridades políticas intentaron controlar el papado y esto provocó que
entre los siglos XI y XV coexistieran varios papas a la vez, nombrados
por diferentes reyes.
Los
problemas del papado reflejaban en general una profunda crisis en el
catolicismo y sus jerarcas, que controlaban enormes riquezas y algunos
vivían de un modo muy parecido al de los nobles y aristócratas que no
eran eclesiásticos. La iglesia tenía derecho a cobrar los diezmos,
impuesto que se daba a la iglesia y que era la décima parte de la
cosecha, y además era propietaria de muchas tierras. Algunas órdenes
monásticas lucharon contra estos comportamientos que consideraban poco
ejemplares.
Quizá
la más famosa de estas órdenes fue la de los franciscanos, que hacían
voto de pobreza, para vivir sencillamente y sin lujos, como los primeros
cristianos. Fue fundada en Italia por san Francisco de Asís (1182-1226)
y se extendió rápidamente por toda Europa.
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