Lutero
publicó en 1522 la traducción al alemán del Nuevo Testamento, con la
finalidad de que cualquiera pudiera acceder directamente al texto
sagrado y no solamente aquellos que conociesen el latín. La lengua que
utilizó en su traducción se convirtió en un modelo común para todos los
alemanes por encima de los dialectos locales, y fue un factor de unidad e
identidad cultural frente al predominio del latín y de la iglesia
católica. En 1534 terminó la traducción del Antiguo Testamento, para lo
que no siguió la versión que aparecía en la Biblia católica, sino que
solamente aceptó la Tanak judía.
En
los países católicos, lo mismo que en los ortodoxos, la Biblia era una
lectura que solo los sacerdotes y los religiosos realizaban
directamente. El pueblo conocía la Biblia por los pasajes que se leían
en el culto y por las obras de arte, es decir, a través de
intermediarios. En el mundo reformado la lectura de la Biblia reemplazó a
las imágenes del culto y el saber leer fue un valor importante, no solo
para los hombres dedicados a la religión, sino en general.
Esta
apertura de la cultura a un mayor número de personas fue posible
gracias al desarrollo de la imprenta, inventada por Gutenberg en 1445.
Se generalizó la difusión de los libros, que antes tenían que ser
copiados a mano, de uno en uno, lo que los hacía muy caros.
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