Voltaire. Grabado de la Biblioteca Nacional, Madrid.
La
ilustración fue el segundo gran movimiento científico y cultural de la
Edad Moderna que puso en duda los dogmas de la religión. Se inició a
finales del siglo XVII y se caracterizó por su crítica a las iglesias
cristianas, en especial a la católica. Censuró el poder político de las
iglesias y la corrupción de los papas, pero también la ignorancia en la
que la ideología de la Contrarreforma había sumido al pueblo. Uno de sus
precursores fue el filósofo René Descartes (1596-1650), que propuso el
sometimiento de todo conocimiento, incluido el religioso, a la razón y a
la duda metódica.
Muchos
ilustrados creían en una nueva forma de religión a la que llamaron
deísmo, que planteaba la creencia en un Dios descrito de forma racional,
pero en la que no existían dogmas ni obligaciones.
Voltaire fue uno de los filósofos ilustrados más críticos con la religión, como se comprueba en un fragmento de su obra Sarcasmos y agudezas:
«Concluyo
que todo hombre sensato, todo hombre de bien, debe tener horror de la
secta cristiana. Solo debe adoptar el gran nombre de deísta. El único
evangelio que debe leer es el gran libro de la naturaleza, escrito por
la mano de Dios y que lleva su sello. La única religión que debe
profesar es la de adorar a Dios y ser una persona decente. Es tan
imposible que esta religión pura y eterna produzca males como que el
fanatismo cristiano deje de producirlos.»
Frente
a una religión que se figuraban plagada de fanatismo y dogmas en
ocasiones contradictorios con lo que los ilustrados estimaban razonable,
Voltaire propone una nueva religión que solo atienda a alabar a Dios
mediante el estudio de su obra: el universo.
Los
pensadores ilustrados sistematizaron una crítica religiosa que en el
siglo XIX dio lugar a las formas ateas de entender el mundo, que
caracterizan la ideología de buen número de personas en la actualidad.
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