lunes, 19 de agosto de 2013

LA NECESIDAD DE REFORMA.

 Retrato del papa León X
Retrato del Papa León X

Los proyectos de reforma de la teología en autores como Valla, Cusa o Ficino manifestaban la amplia conciencia de crisis irreversible en la disciplina teológica. Esta conciencia se unía a la de una crisis y necesidad de reforma en la misma institución eclesiástica. Es cierto que la institución pontificia y su poder se habían recuperado en la segunda mitad del siglo XV, tras el reto del partido conciliarista que afirmaba la superioridad del concilio sobre el papa, y que una sucesión de papas políticamente eficaces había conseguido restablecer el poder temporal sobre los Estados Pontificios. La recuperación había alcanzado su punto culminante con Julio II (1503-1513), pero las mismas características políticas y bélicas de este pontificado (que había subordinado abiertamente el magisterio espiritual de la Iglesia a los intereses mundanos -políticos y económicos-) habían suscitado, junto con el escándalo de la fastuosa corte renacentista romana y, en general, con el estado imperante en las órdenes religiosas, un clima de opinión bastante generalizado que llamaba a la reforma de la Iglesia y de la misma religión cristiana, con el fin de recuperar la pureza original perdida.
Por un momento fue la misma institución eclesiástica quien trató de iniciar una reforma desde arriba mediante la convocatoria del concilio V Lateranense (1513) por el nuevo papa León X. El fracaso de la misma no acalló, sin embargo, las voces que desde el cuerpo mismo de la sociedad cristiana llamaban a la reforma. Avanzadilla de esas exigencias, desde hacía ya varios años, era el Humanismo septentrional, con la gran figura de Erasmo de Rotterdam a la cabeza. Sin embargo, la entrada en escena de Lutero en 1517 terminaría por llevar el desarrollo efectivo de la Reforma por unas líneas de radicalización y confrontación que iban a desembocar en la fractura irreversible de la cristiandad occidental y en una oleada de conflictos armados en los que, más allá del fanatismo religioso, se expresaban tanto los conflictos internos de los diferentes países en la fase de construcción del capitalismo, como la lucha entre los nuevos Estados nacionales por la hegemonía en Europa.

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