Lutero y sus amigos de Lucas Cranach
A los
protagonistas de esta nueva crisis se les llamó «reformados» o
«evangélicos» porque criticaban a la iglesia católica, su organización y
sus dogmas, y decían que buscaban volver al espíritu de los primeros
cristianos tal como se contaba en los evangelios, reformando las
instituciones y la vida religiosa.
El
primero que planteó una nueva interpretación fue el monje Martín Lutero
(1483-1546), que en 1517 clavó en la iglesia de Wittenberg, en Alemania,
sus 95 tesis sobre el pecado y el arrepentimiento, en las que se
enfrentaba al uso de las indulgencias y bulas papales, que liberaban de
obligaciones religiosas o perdonaban pecados a aquellas personas que
pudiesen pagarlas.
En
1520, la iglesia católica decretó su excomunión, un castigo que
consistía en negarle la comunión, lo que equivalía a expulsarlo de la
comunidad cristiana. Muchos gobernantes alemanes, cansados de las
imposiciones papales y del poder de la iglesia, se convirtieron al
luteranismo. Cuando protestaron porque se les quería obligar a mantener
el culto católico en los territorios que gobernaban, se les llamó
«protestantes».
La
Reforma también se difundió desde Suiza. Ulrico Zwinglio, que llegó a
formar un ejército anticatólico, fue su líder hasta el año de su muerte
en 1531. Defendía la desaparición de la misa como ceremonia.
A
partir de 1541, le sucedió Juan Calvino (1509-1564), mucho más radical
que Lutero, ya que en 1539 había rechazado el valor de los concilios y
del papado y había roto con el catolicismo definitivamente.
Calvino
fue un teólogo francés que en 1533 se hizo seguidor de la Reforma. Tuvo
que huir a Suiza y en 1536 se estableció en Ginebra, de donde fue
desterrado en 1538 tras unas votaciones populares que proclamaron
vencedores a sus adversarios. Volvió a la ciudad en el año 1541,
aplicando al sistema de gobierno su particular visión del cristianismo, y
obligó por la fuerza a los ginebrinos a convertirse al calvinismo,
abandonando las prácticas católicas.
Defendió
un protestantismo caracterizado por la exigencia de un gran rigor a sus
seguidores y por la importancia que le daba a la predestinación. Según
sus ideas, podía salvarse quien Dios quisiera. Pero todo aquel que
ajustaba su vida a las enseñanzas del evangelio, por medio del trabajo y
el esfuerzo, demostraba estar en el camino de la salvación. La riqueza
que provenía del trabajo constante y el ahorro se veía como un don de
Dios.
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