A partir del siglo V, el cristianismo comenzó una nueva
fase de expansión más allá de los límites que había alcanzado el imperio
romano.


Vidrieras de la catedral gótica de León.
Las
iglesias de occidente y de oriente llevaron a cabo una evangelización
que, en el caso de los eslavos, estuvo plagada de conflictos entre ambas
iglesias. Finalmente, los orientales se hicieron cargo de la
evangelización de los pueblos eslavos balcánicos y rusos, que terminó a
finales del siglo X. Por otro lado, la iglesia de occidente se concentró
en llevar el cristianismo a los pueblos situados al oeste de los
Balcanes, es decir, a los germanos y a los celtas.
El
papel de Carlomagno, rey de los francos, fue importante en la
cristianización de los pueblos germánicos, ya que utilizó el
cristianismo como instrumento de control sobre sus vecinos y enemigos.
El papa de Roma le coronó como emperador del imperio romano-germánico en
el año 800. Los pueblos germánicos se cristianizaron plenamente a
finales del siglo X y a continuación comenzaron la cristianización de
los pueblos bálticos gracias a una orden de monjes-soldados, los
caballeros teutones.
Por
otro lado, la llegada del cristianismo a Irlanda se debió a la labor
misionera de san Patricio en el siglo V. En las islas Británicas, el
pueblo celta desarrolló una forma particular de cristianismo en el que
su religión tradicional sobrevivió en parte, cristianizándose las
fiestas y los mitos celtas. Por ejemplo, santa Brígida es la
cristianización de la diosa celta Brigantia-Brigit.
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