Las
dos iglesias cristianas, tanto la católica como la ortodoxa,
establecieron un conjunto de creencias que señalaban lo que era correcto
e incorrecto. Quienes no cumplían estas normas eran acusados de herejía
y perseguidos, castigados o expulsados.
En
Europa occidental surgieron grupos que se enfrentaban al papado y
criticaban las riquezas de las autoridades de la iglesia. Planteaban
modelos diferentes de entender el cristianismo.
La
herejía más importante fue el catarismo, que se extendió por el sur de
Francia. Los seguidores de este grupo negaban cualquier obediencia a la
iglesia, a la que consideraban contraria a Dios. El papado decretó una
cruzada contra ellos, y en 1231 organizó la Inquisición para reprimirlos
hasta que fueron exterminados. La orden de los dominicos, fundada en
1216 por santo Domingo de Guzmán, también se creó para luchar contra las
herejías, y con este fin se encargó de la Inquisición.
A
partir de esta época comenzó a castigarse con la muerte a los que eran
considerados herejes. Otro grupo de perseguidos fueron las brujas y los
brujos, a los que se acusaba de mantener relaciones con el demonio.
Muchos de ellos eran seguidores de las formas de religión precristianas,
cuyos dioses eran tenidos por demonios por las autoridades
eclesiásticas. Se desató una intensa persecución que llevó a la muerte
en la hoguera a muchas personas, bajo la acusación de brujería.
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