Lutero
(1483-1546) debe a la línea ockhamista en que se educó (además de a las
Escrituras) la concepción de Dios como potencia absoluta y soberano
pleno, origen de la justicia y de la ley, cuyo fundamento no reside en
la racionalidad o bondad de las mismas, sino en la libre e insondable
voluntad divina.
Por
otra parte, el reformador conoció la renovación humanista, pero se
limitó a servirse instrumentalmente de ella para sus necesidades en el
campo teológico (así, traduciría el Nuevo Testamento a la lengua alemana
a partir del texto griego editado por Erasmo), pero permanecería
extraño a ella, muy crítico ante la concepción humana de la relación
hombre-Dios.
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