El
Vaticano II se refirió al tema tradicional «desde el justo Abel hasta el
último elegido» en un resumen sobre el plan salvífico del Padre (LG 2). De
este modo evitaba una dificultad aparecida en un borrador anterior que parecía
confundir la Iglesia universal con la Iglesia católica en sentido estricto1. El
clásico estudio de Y. Congar, Ecclesia ab Abel2, había
llamado ya la atención de los miembros del concilio. La idea sobre la
existencia de la Iglesia antes de la encarnación está presente en algunos de
los primeros Padres3, especialmente en el contexto de la salvación de los que
precedieron a Cristo (>Pseudoclemente). La preexistencia de la Iglesia
también estaba relacionada con la cuestión, ya planteada en el siglo II por el
pagano Celso, de por qué el Salvador tardó tanto tiempo en hacerse presente en
la historia4. Por otro lado, la Iglesia se presenta en >Hermas como una
anciana: «¿Por qué entonces se me apareció vieja? Porque fue creada -me
contestó- antes de todas las cosas. Por eso aparece vieja y por causa de ella
fue ordenado el mundo»5.
Parece
que fue san Agustín quien hacia el 412 utilizó por primera vez la expresión
«la Iglesia desde Abel», al comienzo de la controversia pelagiana y cuando
estaba ya pensando en su gran obra La ciudad de Dios6. Llegó a la
conclusión de que los justos del Antiguo Testamento en cierto modo ya eran
cristianos7. Aparte de estas referencias agustinianas, la idea de que la Iglesia
se inicia con Abel no parece muy evidente en el período patrístico8;
en cambio, en la Edad media se convirtió en un lugar común y fue
exhaustivamente estudiada?9 En esta época se consideraba asociada a la idea de
Cristo como único mediador y cabeza de la Iglesia, y a la de la unidad de la fe
del Antiguo (parcial) y del Nuevo Testamento (plena)10. Con la
aparición de los tratados sobre la Iglesia, el interés pasó de una visión
primordialmente espiritual de la Iglesia, en la que el tema de Abel desempeñaba
un papel importante, a otra más institucional, especialmente en las
controversias de la Contrarreforma. Probablemente fue para contrarrestar el
excesivo énfasis en lo institucional, dominante después de la Mystici
corporis de Pío XII (>Pertenencia a la Iglesia), por lo que Congar
revivió el antiguo tema de la Iglesia desde Abel11.
En
el Vaticano II (LG 2) la cuestión aparece tratada desde un punto de vista
escatológico: sólo al final, la Iglesia estará constituida por todos los
justos, y sólo por ellos. Se pone el énfasis en el justo, incluso antes de
Cristo, lo que lleva a los padres conciliares a hablar de Abel en lugar de
Adán. La historia de Abel (Gén 4,116.25) ilustra además el tema
eclesiológico del triunfo de Dios a través de la debilidad y la muerte12.
[Notemos
que esta expresión, tal como es usada en LG 2, se sitúa en una comprensión
más amplia de la Iglesia histórica y es equivalente al designio salvador de
Dios y a su voluntad salvífica universal, ya que abarca «todos los justos
desde Adán, desde el justo Abel hasta el último elegido» (LG 2), y así es
sinónimo de la fórmula «Iglesia universal» (LG 2) que, tal como es empleada
en este mismo texto conciliar, tiene una significación escatológica. Se trata
de una visión que subraya la comprensión de la Iglesia como comunidad de amor,
accesible a toda la humanidad sin distinción y que conduce a la salvación tal
como lo expresa GS 38 cuando subraya que «abrir a todos los hombres los caminos
del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas
inútiles». Esta comunidad está formada por diferentes modalidades de una fe
explícita y una fe «anónima» (>Cristianos anónimos), según aparece en
LG 16, donde se le da el nombre de «Pueblo de Dios» y en GS 22, al afirmar que
existe «una sola vocación última del hombre: la divina».
Ahora
bien, la LG, aparte de esta expresión «la Iglesia desde Abel», y su
resonancia en «la Iglesia del cielo» (LG 50), la comprende prioritariamente
como la realidad que «se manifestó por la efusión del Espíritu y llegará
gloriosamente a su plenitud al final de los siglos» (LG 2), y, por tanto, se
trata de «la Iglesia peregrina» (LG 6.14.48) o de «los caminantes» (LG 50).
Por esta razón ha desaparecido del uso teológico habitual la fórmula iniciada
en la Edad media y potenciada en la época barroca que hablaba de Iglesia
«militante -la Iglesia histórica-, purgante -la Iglesia del purgatorio- y
triunfante -la Iglesia del cielo-» (cf el uso de esta última aún en LG 50),
para no crear confusión con la palabra propia de Iglesia histórica. Pero a su
vez, la profundización del concepto de «sacramento» (La Iglesia como >sacramento)
aplicado a esta Iglesia «peregrina», la ha ubicado dentro del gran designio
salvador al cual se refiere la preciosa y clásica fórmula «la Iglesia desde
Abel», como comunidad universal en el tiempo y en el espacio de la salvación13
]
NOTAS:
1 ActaSyn III/I, 172; Synopsis LG, 437. - 2 Y. CONGAR, Études
d'ecclésiologie médiévale, Londres 1983, 79-108; Synopsis LG, 8. - 3
NICETAS DE REMESIANA, De Symbolo 10, 1. - 4 Y. CONGAR, Études
d'ecclésiologie médiévale, o.c., 79-81; cf A. STOTZEL, Warum Christus
so spüt erschein-die apologetische Argumentation des frühen Christums, ZKG
92 (1981) 147-160; G. LOHFINK, ¿Necesita Dios la Iglesia?, San Pablo,
Madrid 1999, 11-71 (Para qué necesita Dios un pueblo propio); C. GARCÍA
ExTREMEÑO, Eclesiología. Comunión de vida y misión al mundo, Edibesa,
Madrid 1999, 10-14; M. SÁNCHEZ MONGE, Eclesiología, Atenas, Madrid
1994, 23ss. (La Iglesia en el Antiguo Testamento); J. COLLANTES, La
Iglesia de la Palabra 1, BAC, Madrid 1972, 103116 (La Iglesia en el
misterio de Dios). -5 Vis. 2, 4, 1: D. Ruiz BUENO, Padres
apostólicos, BAC, Madrid 1993, 946. - 6 Serm. 341, 9, 10:
PL 39, 1449-1450; Enar in ps. 90, 2, 1: PL 37, 1509; 142, 3: PL 37, 1846;
Civ. Dei 18, 51: PL 41, 614; Y. CONGAR, Eclesiología. Desde san
Agustín hasta nuestros días, en M. SCHMAUS-A. GRILLMEIER-L. SCHEFFCZYK (dirs.),
Historia de los Dogmas III, 3c-d, BAC, Madrid 1976, 2-10; Études
d'ecclésiologie médiévale, o.c., 84-85; A. TRAPÉ, San Agustín, en
A. DI BERARDINO (dir.), Patrología IR, BAC, Madrid 1981, 432-535 (La
Iglesia); S. FOLGADO, Principios de eclesiología agustiniana, Augustinianum
10 (1970) 285-324; P. BOGOMEO, L'Église de ce temps dans la prédication de
saint Augustin, Études Augustiniennes, París 1972,30-32. -7 De bapt. 1,
15,24- PL 43, 122; ver otros textos de Y CONGAR, Études
d'ecclésiologie médiévale, o.c., 52. -8 ID, Études d'ecclésiologie
médiévale, o.c., 87; cf también GREGORIO MAGNO, Hom. in Ev. 1, 19,
1: PL 76, 1154; Moralia 3, 22: PL 75, 616; R. BÉLENGER, «Ecclesia ab
exordio mundi» : modéles et degrés d'appartenance á 1'Église chez Grégoire
le Grand, StRel 16 (1987) 265-273. -9 Y CONGAR, L'ecclésiologie du haut
moyen-áge, París 1968, 68-69 (n. 43). - 10 ID, Études
d'ecclésiologie médiévale, o.c., 88-93. - 11 Ib, 96-99. -12 L.
VISCHER, Ecclesia ab Abel, IKiZ 72 (1982) 86-91. -13 Cf
M. KEHL, La Iglesia. Eclesiología católica, Sígueme, Salamanca 1996,
79ss., 84-87; Y. CONGAR, Eclesiología. Desde san Agustín hasta nuestros
días, o. c., 210, 93-95, 229-242; W. LOSER, Ecclesia ab Abel, en W.
BEINERT (ed.), Diccionario de teología dogmática, Herder, Barcelona
1990,224s.
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