jueves, 24 de mayo de 2012

LA CIUDAD DE DAVID.


La Ciudad de David, la piscina de Siloé. 

Vista panorámica de la Ciudad de David (al centro),  el Monte Sión  Cristiano (a la izquierda) vistos desde el desde el sur-este de Jerusalén
La colina de Ofel
Ofel está situado en la extremidad suroriental de la ciudad. Es una colina en pendiente que desciende, entre los torrentes Cedrón y Tiropeón, desde el muro sur del Templo hasta el valle de la Gehenna. Hoy es un humilde barrio, fuera de las murallas, poblado por palestinos, que habitan sus pobres y sencillas casas orientales. A pesar de su actual insignificancia, en esta colina comenzó la historia de Jerusalén.
Aquí estuvo Urasalim habitada por la tribu cananea de los jebuseos. La situación de la ciudad se debió a que allí manaba caudalosa y abundante la fuente de Guijón, el único manantial de aguas vivas que brotaba en aquellos parajes, vital para la resistencia en caso de asedio. Aunque la fuente fluía fuera de las murallas de la ciudadela, sus aguas eran conducidas al interior por un canal subterraneoa ciudad tenía una extensión de cuatro hectáreas y estaba rodeada por altas murallas edificadas sobre las escarpadas  vertientes de los tres torrentes. Sus habitantes la tenían por inexpugnable y se jactaban de que «los ciegos y cojos bastarían para rechazar al enemigo».
Las murallas de la ciudad cananea del período del Bronce intermedio eran de (1800-1400 aC), y sobre ellas, las otras murallas de la monarquía de Israel  (VIII sec. aC). Excavaciones de la Dra. Kenyon.
El rey David, ya proclamado en Hebrón rey de las doce tribus, conquistó en 996 a.J.C. a Jerusalén, que aún se conservaba en manos de los jebuseos como un enclave independiente (Jos 15, 63), después de dos siglos de la conquista. Al parecer, la tomó valiéndose de una estratagema. Sabedores dc la existencia del túnel, Moab, primo de David, se introdujo de noche por el canal con un puñado de hombres valerosos que abrieron las puertas de la ciudad (2 Sm 5, 8).
David fortificó la ciudad, que se llamó la ciudad de David, condujo a ella el Arca de la Alianza y la convirtió en la capital política y religiosa del reino, lo que fue un acierto político, al trasladar la capital desde Hebrón, que quedaba alejado en el extremo sur del territorio de Judá, al centro del reino unido, entre las tribus del sur y del norte.

En la actualidad no queda indicio alguno exterior de que allí estuvo la ciudad de David y de Salomón, la Jerusalén gloriosa destruida por Nabucodonosor en el 587 a.J.C. En sucesivas excavaciones han sido descubiertas bajo la tierra ruinas del siglo II a.J.C., restos de las casas destruidas por los babilonios en el siglo VI a.J.C. y, a más profundidad, los muros de los jebuseos, así como obras hidráulicas y terrazas hechas en la pendiente para edificar sus casas y palacios 
También ha aparecido la base de una torre circular que, con toda probabilidad, es aquella que mencionó Jesús (Lc 13, 4-5). En la parte sur hay sepulturas excavadas en la roca, entre las que estaría la auténtica tumba donde David «se acostó con sus antepasados», en el monte Sión. De  aquellos remotos tiempos sólo quedan visibles la fuente de Guijón y la piscina de Siloé.

La fuente de Guijón
La fuente de Guijón, «manantial», era la única de la ciudad antigua y brota al noreste de la colina sobre el Cedrón. Protegida por una verja de metal, se desciende a ella por treinta y dos escalones de piedra, por lo que los palestinos la llaman Umm El Daraj, «la madre de las escalas» y también Ain Sitti Maryan, «la fuente de María», pues cuenta la tradición que la Virgen iba con su cántaro a aquella fuente.
Descenso al manantial del  Gihón (en árabe: Ain Umm al-Daraj, Ain Sitti Mariam). Desde aquí el agua es conducida a través de un canal excavado en la roca hasta la  piscina di Siloé.
En Guijón fue ungido Salomón rey y sucesor de su padre David por el sumo sacerdote Sadoc y el profeta Natán, a instancias de su madre Betsabé temerosa de las aspiraciones de Adonías (2 Re 1, 1-53). Más tarde Isaías vaticinó en esta fuente a Ajaz: «He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que significa «Dios-con-nosotros» (Is 7, 1-14).
El agua de la fuente no corre por la superficie de la colina sino que es conducida por un canal subterráneo a la piscina de Siloé. El rey Ezequías (a. 718-689) por temor al asedio de los asirios hizo excavar hacia el año 700 a.J.C. en la roca viva una galería, que atravesaba la colina de norte a sur y transportaba el agua hasta la piscina (2 Re 20-20; 2 Cr 32, 30).
Unos trabajadores comenzaron su tarea en la fuente y en la piscina y se encontraron aproximadamente hacía la mitad  El túnel es alto y ancho unas veces y otras bajo y estrecho y tiene quinientos treinta y tres metros de longitud horadados en la roca. Su trazado no es recto sino que describe una «ese» (S). Por él discurre el agua clara hace veintisiete siglos y aún hoy puede ser recorrido a pie con facilidad.

La piscina de Siioé
Por la carretera que atraviesa la colina se baja a la piscina de Silbé, «enviado», en la confluencia de los valles del Cedrón y de la Gehenna. Está al cielo raso, escondida entre casas y por una escalinata empinada descendimos hasta ella. Es rectangular y está circundada de altos muros. La parte derecha, más elevada, está en seco y en el agua, a la izquierda, hay sumergidas bases de columnas de la basílica bizantina. Enfrente se abre un arco en el que desagua fresca y rumorosa el agua de Guijón. Mujeres árabes recogen agua o lavan la ropa y los jóvenes se remojan en ella. Se pueden ver las ruinas de la basílica bizantina, en la que se acogían los enfermos confiados en las virtudes curativas de aquellas aguas, y que fue arrasada por los persas en el 614. Encima de la piscina se alza el alminar de una mezquita.
Una de las columnas perteneciente al cuadripórtico romano dedicado a las Ninfas o también la iglesia bizantina de Siloé.
Los judíos celebraban en el otoño la fiesta de las Chozas o de los Tabernáculos, durante las cuales, para recordar la estancia del pueblo en el desierto, habitaban en cabañas. En estas fiestas, que duraban ocho días, el sumo sacerdote bajaba a la piscina de Siloé, donde recogía en ánforas de oro las aguas, símbolo de las bendiciones mesiánicas, y las llevaba en procesión al Templo, donde las vertían sobre el altar en memoria del agua que brotó de la peña en el desierto.
Jesús, el último día de esta festividad, puesto en pie, clamó con voz alta en el Templo: «Quien tenga sed que venga a mí; quien cree en mí que beba». Como dice la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva». «Decía esto, aclara el evangelista-, refiriéndose al Espíritu Santo que iban a recibir los que creyeron en él» (Jn 7, 37-39). El agua de Siloé fue símbolo del Espíritu Santo y sólo Jesús puede apagar la sed más íntima del corazón humano.
Pero la piscina encierra otro recuerdo, por el que es más conocida. Cierto día se encontró Jesús con un ciego de nacimiento, escupió en tierra, hizo barro con la saliva y el polvo y, después de untarle los ojos, le mandó lavarse en la piscina de Siloé. El ciego bajó, se ungió y vio. Con esta ocasión, Jesús nos dijo: «Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo» (Jn 9, 1-8). 
En la salida del túnel de Ezequías, el agua se acumula en esta fuente donde los peregrinos suelen recordar el milagro de la curación del ciego (Jn 9,1-41).
Al otro lado del Cedrón, frente a Siloé, bajo la ladera meridional del Monte de los Olivos, está el Monte del Escándalo. En él, Salomón levantó altares a los dioses paganos de sus mujeres extranjeras, que en ellos quemaban incienso y sacrificaban a sus divinidades. (1 Re 11, 1-13).
La Piscina de Siloé (en árabe: Birkat al-Hamra). La grande piscina, perteneciente a la comunidad  Greco-Ortodoxa, es hoy transformada en un huerto. La piscina más pequeña, delande de la mezquita, pertenece a los musulmanes.

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