Dios no quiere imponerse al hombre
como una fuerza aplastante, sino que el hombre le comprenda, por la
fe, y le acepte libremente. La fe siempre es algo libre; no es algo
visible, constatablemente irrefutable.
EN JESÚS HEMOS COMPRENDIDO
COMO ES DIOS
La frase que encabeza este número es de San
Juan 1,18. Dios no es visible, ni es alcanzable por ninguno de los
sentidos... Quizá te preguntes: ¿Cómo, entonces, en la Biblia algunos
profetas dicen claramente "y dijo Dios" o "y me habló
Dios..."? Hay que responder que esos mismos profetas no escuchaban
nada con los oídos físicos. Ellos recurren a esa expresión para
comunicarnos lo que en su interior percibían como querido por Dios. Y
así era verdaderamente: aquello era la palabra de Dios, según hemos
dicho anteriormente. Es verdad que también puede haber falsos profetas,
personas que se engañen. Pero con el correr del tiempo pudo verse quiénes
buscaban algún egoísmo y ponían como pretexto a Dios, y quiénes
transmitían desinteresadamente lo que Dios pedía al corazón humano. A
estos últimos los aceptó la comunidad de creyentes como auténticos
transmisores de lo que Dios quería. Pero a El, a Dios, no le veían ni
le oían físicamente los profetas.
A propósito de estas afirmaciones, podemos
hacer la siguiente puntualización: Tampoco en Jesús hay que mantener
necesariamente la visión beatífica de Dios (propia de seres que hayan
muerto) o la ciencia infusa, en fuerza de la cual poseería todos los
conocimientos humanos. Tras la acuñación expresiva de estas
afirmaciones, basta entender lo que es propio del don de clarividencia
profética, aunque en Jesús haya sido ésta singular. Se trata de algo
dinámico, no cuantitativo; se trata de una sabiduría propia de quien
ha tocado fondo en lo que Dios es y en lo que es propio del corazón
humano. No le hace falta ninguna "visión al modo físico", ni
bagaje alguno de conocimientos enciclopédicos para saber lo que es el
eje del ser humano.
Ni es preciso tampoco que Jesús, salvador, en
su vida terrena conozca a cada uno de los hombres en su singularidad.
Salva a los hombres entrando en su condición, pero no pertenece a la
condición humana sostener relación concreta con cada individuo: Su
amor universal no exige ni tiene por qué llevar consigo un conocimiento
universal. "Por tanto, no hay ninguna razón para conceder al
Cristo terreno un saber universal dado por Dios. Cristo ha recibido como
regalo de Dios, o sea (según el lenguaje de la teología tradicional),
como ciencia infusa, el conocimiento profético necesario para llevar a
cabo su misión de revelador en la condición de siervo y no en la de
resucitado" (Duquoc).
EL SE MANIFIESTA CON HECHOS Y PALABRAS
Dios no quiere imponerse al hombre como una
fuerza aplastante, sino que el hombre le comprenda, por la fe, y le
acepte libremente. La fe siempre es algo libre; no es algo visible,
constatablemente irrefutable. En la vida humana se da algo semejante:
Uno puede ver signos de amistad, de amor en una persona, pero el amor
mismo no es visible: En tal caso, uno podría aferrarse a decir que
nunca se sabe si hay verdadero amor en una persona o algún tipo de
simulación. Pero eso no seria lógico, porque el amor se hace visible
en sus gestos, sus palabras, en la exclusividad, la fidelidad, etc. Algo
así ocurre con Dios, al revelarse ante los hombres, aunque de una forma
más compleja por ser el esencialmente Oculto:
- En primer lugar, Dios ha hecho el corazón del hombre como una
gran caja de resonancia, llena de preguntas, de ansiedades, que son ya
una vía para el encuentro. Nos ha hecho como el vaciado de una
escultura: la escultura plena de realidad sería él, y nosotros seríamos
como una imagen suya en vaciado; estamos hechos para él.
- En segundo lugar, suceden cosas en la historia y en la vida del
hombre. Entonces, cuando suceden acontecimientos importantes para él,
el corazón humano se pregunta si no traen una llamada, si no quieren
decir algo {una liberación cuando no había esperanza, un amor, la
muerte...). Y, efectivamente, como dijimos en el tema 1.°, suele haber
una persona -"el profeta"- que es quien percibe con mayor
claridad que Dios está manifestándose de alguna manera en aquel
acontecimiento. El profeta lo publica en palabras, con las que esclarece
lo que estaba significando aquel suceso para los ojos de la fe. Eso es
la Biblia: el conjunto de unos hechos y palabras por los que Dios se ha
dado a conocer de alguna manera al hombre.
(No es que la Biblia o los acontecimientos que ocurrieron en este
pueblo, Israel, sean los únicos sitios en que Dios se revele, sino que
lo que es afirmado en la Biblia tiene, ciertamente, un valor universal y
de hecho nos consta que ahí, en esos acontecimientos, Dios se ha
revelado; sin excluir otros que puedan estar en sintonía con las pautas
humanas que ahí se encuentran.)
El primer paso: La Historia. Dios actuó pedagógicamente, ya que
el arranque del percibir a Dios en los acontecimientos hay que situarlo
en hechos que fueron beneficiosos, positivos para el pueblo de Israel:
Cuando Moisés con los suyos logró cruzar la frontera de Egipto, supo
ver, detrás de ese acontecimiento, que "un dios, nuestro
dios" nos guía y nos protege. Las cosas continuaron bien para el
pueblo: conquistaron una Tierra, tuvieron un Reino bastante floreciente,
edificaron un Templo, fortificaron su Ciudad... Sólo más tarde, cuando
todo eso se vino abajo y fueron deportados a Babilonia (siglo vi a. C.)
habían adquirido ya una certeza total en su dios, el que tenía que ser
único Dios, y supieron comprender ‑de mano de los profetas también
esta vez‑ que no era una Raza, ni una Tierra o un Reino... lo que
Dios les prometía, sino a Sí mismo, una relación y una seguridad en
él.
El segundo paso: La Creación. Este Dios que les salva y les
favorece en la historia, será el que ha hecho también el escenario en
que se desarrolla la vida humana, el Dios creador. La fe en la creación
no es primariamente una fe filosófica, de curiosidad. Surge como
consecuencia de reflexionar acerca del Dios que nos protege. La creación
se convierte, así, en una gran palabra desplegada a los ojos de quien
quiera leerla; una promesa permanente de que continúa el proyecto de
salvarnos. De esta creación hablan frecuentemente los Salmos.
El tercer paso: Los Profetas. La cercanía de Dios, su perenne
presencia, es una certeza que recorre toda la Biblia. El "yo seré
tu Dios y tú serás mi pueblo", se repite muchísimas veces. Lo
percibe el profeta en su interior, ya sea a partir de una gesta histórica
(Moisés, Josué, etc.), o de una experiencia de injusticia (Amós), de
esperanza (Isaíás), de infidelidad (Oseas), de enfermedad y muerte
(autor del libro‑novela de Job), de amor (Cantar de los Cantares),
etcétera. Llega a plasmarse esta cercanía en una frase lapidaria, como
ésta refiriéndose a Moisés:
Ex.
33,11: Entonces hablaba Yahvé con Moisés cara a cara como habla un
hombre con un amigo.
Es una expresión que intenta traducir esa cercanía y certeza de
la amistad del Dios invisible. La necesidad, el deseo, la experiencia de
Dios crece hasta necesitar una presencia total. Se expresa con esta
bella conversación puesta en labios de Moisés
Ex.
33,18: Entonces dijo Moisés: «Muéstrame, te ruego, tu rostro.» Y
respondió: < ... Pero mi rostro no lo puedes ver, porque nadie puede
verlo y quedar con vida... Te pondré en el hueco de la roca y te cubriré
con mi mano hasta que haya pasado; después retiraré mi mano para que
me veas por la espalda, porque mi rostro no lo verás...»
Hondas frases para reflejar de algún modo el deseo del hombre por
el Dios invisible. Se atribuyen a Moisés, el personaje, junto con
Abraham, más representativo del pueblo creyente que es Israel. A Moisés
también se atribuye la otra preocupación, la de conocer el nombre de
Dios. El israelita expresaba con el nombre lo que él de verdad era; por
eso, poseer el nombre de alguien era como dominar todo el secreto de una
persona. Pues bien,
Ex.
3,13-15:
Moisés dijo a Dios: «He aquí que yo llego a los hijos de Israel y les
digo: El Dios de vuestros padres me envía a vosotros. Y si ellos me
preguntan: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les he de decir?» Entonces
dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy... Este es mi nombre para
siempre.»
La versión más acomodada a la mentalidad bíblica de este enigmático
nombre que nos da la esencia de lo que Dios es, es la siguiente:
"Yo estoy ahí, en la Historia, contigo, en poder (ayudándote)
". O "de hecho, con toda realidad, estaré ahí, con
vosotros". Y "estaré como quien soy", es decir, en la
forma misteriosa que sólo se transparenta a través de los
acontecimientos de la Historia. (Cfr. John C. Murray, El problema de
Dios, Nova Terra, Barcelona, 1987.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.