ESTAD ALEGRES Y CONTENTOS
QUE DIOS OS VA A DAR UNA
GRAN RECOMPENSA
Y aquí acaban las ocho bienaventuranzas. Resumiéndolas,
se trata de la creación de una sociedad nueva. La alternativa que Jesús
propone es una sociedad fundada sobre tres valores, que son: el
compartir, la igualdad y el servicio, la entrega, la solidaridad humana
profunda, tan profunda que puede llegar a dar la vida por los demás.
Esta sociedad, este grupo, empieza por una opción libre, nunca por
imposición, y esta opción se hace en virtud del sentimiento de
justicia que uno tenga. Viendo la situación de la humanidad, donde la
injusticia es feroz, uno se tiene que decir: y yo, ¿qué?. Como esto no
tiene arreglo por sí mismo, porque la sociedad está basada sobre
falsos valores, hay que empezar otra cosa. Yo no quiero ser cómplice de
esa injusticia. Y, como la injusticia se produce por la acumulación de
riqueza de toda clase -dinero, cultura, etc.-, yo no quiero eso. De modo
que, si tengo dinero, voy a ver cómo puedo compartirlo, cómo voy a ser
solidario, de qué manera voy a conseguir que el dinero ya no sea el
centro de mi vida. Si yo tengo cultura, veré cómo puedo ponerla al
servicio de los demás. No es que vaya a ser inculto si los demás lo
son: no se trata de identificarse con la miseria, sino de solidarizarse
con la miseria, que no es lo mismo. Algunas veces se dice "Jesús
se identifica con los más pobres y miserables"; y no se
identifica. El nunca es pobre ni miserable. Es pobre porque no tiene
dinero, pero nunca sufre pobreza, ni sufre hambre, ni sufre miseria,
porque él está en la alternativa: aunque no haya dinero, no haya
capital, no existe nunca miseria, como dice la bienaventuranza. Jesús
no se identifica, se solidariza con los pobres para hacer que salgan de
ahí. Por eso pone la metáfora del médico: éste no se hace enfermo
con el enfermo, sino que procura que salga de su mala situación. Y esto
es lo que hay que hacer. Esta comunidad no experimenta el hambre y lo
que quiere es que nadie la experimente, al menos, hace lo imposible.
De modo que vamos a empezar. Vamos a empezar en grupo a vivir de
esta manera, en un grupo donde todos seamos iguales, donde la diferencia
no cree rangos. "Es que este señor es mayor..." Bueno, pues
le daremos todo el cariño y el respeto que se merece, pero no por eso
tiene que mandar en nadie. "Es que este señor es muy
culto..." ¡Encantados!: que ponga su cultura al servicio de todos,
pero no por eso tiene que erigirse él en árbitro de la vida de los demás.
Todos somos diferentes: unos más jóvenes, otros más viejos, hombres y
mujeres, cada uno sabe algo de una materia que no sabe el otro, pero que
nunca eso cree un rango, sino que sea motivo o capacidad para un
servicio. Si alguien tiene más de algo -cultura, prudencia, lo que
sea...- que lo ponga a disposición, que preste servicio con eso a los
demás.
Esto empieza a suceder, cuando esta comunidad empieza a trabajar y
recordemos, el trabajar es aliviar el sufrimiento de los oprimidos (2ª
bienaventuranza) o es procurar que el hombre que está sometido y
dependiente tenga su autonomía o que, de cualquier manera, reine la
justicia para los que tienen hambre y sed de justicia. Por otra parte,
este grupo se presenta ante la sociedad como gente que está dispuesta a
prestar ayuda, sabiendo que Dios se la va a prestar a ellos. Gente
transparente, sincera, auténtica, que no busca nunca su propio
provecho, ni tiene segunda intención y que se dedica a trabajar por la
felicidad de los demás. Y entonces, si existe ese grupo con esta
dedicación, poquito a poco se irá haciendo la liberación del hombre.
Y, si no, pues no se hará. Porque Dios está detrás de todo, ¡claro!,
pero él cuenta con nuestra libertad y nuestra colaboración. Y si
nosotros no queremos colaborar..., su acción queda como suspendida.
Dios es amor y, por tanto, va derramando su torrente de amor; pero ese
amor será eficaz si nosotros ponemos en circulación, si le abrimos
canales; si no los tiene, se queda impotente.
Y este compromiso con el bien del hombre, por la promoción de la
justicia, se puede hacer de muchas maneras. Hay injusticias que se
pueden remediar a nivel individual, pero hay otras que son
"estructurales", que están en las mismas situaciones, en las
mismas leyes. Y entonces ¿cómo se pueden remediar? Por eso, cada uno
elige su propio compromiso según sus cualidades, según su vocación,
según su valentía, etc.; no hay que excluir que un cristiano "se
meta en política", ya que hay que tirar abajo ciertas leyes e
instituciones que son injustas de por sí. Y no es que pretendamos crear
una sociedad perfecta, pero vamos a tratar de disminuir el dolor y la
injusticia que hay en la sociedad. Algunos podrán meterse en política
aunque, si van con la ley cristiana hasta el fondo, poco van a medrar en
un partido, pero algo harán. Hay muchos niveles. Hay concejales, por
ejemplo que han tomado su concejalía realmente como un servicio a la
comunidad de su ciudad y están haciendo maravillas. Sin poder ninguno,
sin ambición personal, están cambiando la ciudad. Esto es una cosa muy
elemental, pero hay otras mucho más difíciles. Y, como la injusticia
es institucional, habrá algunos que sientan la vocación de meterse por
ahí para ver si pueden cambiar esa injusticia que está instaurada en
las mismas Constituciones de los Pueblos. Otros dirán "eso no es
para mí"; pues muy bien. Cada uno es dueño de su vida y de su
actividad, y habrá otro campo en el que pueda actuar. Hay terreno político,
terreno social, terreno ‑digamos‑ humano elemental, hay mil
cosas, mil organizaciones, y otras que se pueden crear. Y...mucho
contacto personal. Pero que cada cristiano, que está en esas
comunidades, haga algo por procurar la felicidad de los hombres. La
adhesión a Jesús es la adhesión a su programa, a su obra, y esta obra
tiene dos aspectos: uno de ellos la liberación. La obra de Jesús la
conciben los evangelistas como un "éxodo" (= salida), el éxodo
definitivo, que consiste en:
1°) sacar de la esclavitud, es decir, toda obra de liberación de
la miseria, de la ignorancia, de la injusticia, etc. y
2°) llevar a una "tierra prometida", que es este
Reinado de Dios, esta sociedad nueva. Vamos, por tanto, a empezar a
liberar a la gente como Jesús empezó, abriéndole los ojos, diciéndoles
que había una alternativa, que sus letrados no tenían autoridad
divina, etc. Empecemos a liberarlos de todo lo que les ata a un pasado,
a unos prejuicios a una mentalidad, a una injusticia, a una sumisión de
todo lo que los sistemas quieren. El hombre tiene que levantarse,
ponerse derecho y tener toda su libertad, que es para lo que Dios le ha
creado. Y, una vez conseguido esto, proponer: "bueno, ahora que estáis
libres y podéis optar, mirad: hay esta posibilidad, esta alternativa,
que es esta comunidad".
De manera que la labor empieza en la liberación y termina en la
comunidad.
Y ahora vamos a ver el pasaje que sigue, que es muy importante
donde Jesús explica lo de la persecución. En este pasaje se dirige
directamente a los discípulos. Hasta ahora se ha dirigido a todos en
general ‑"dichosos los que..."‑, porque esto está
abierto a la humanidad entera, pero ahora se va para aquellos que le han
dado su adhesión, a los que le han seguido.
DICHOSOS VOSOTROS CUANDO OS PERSIGAN OS INSULTEN Y OS
CALUMNIEN DE CUALQUIER MODO POR MI CAUSA
Esta es la fidelidad. Muchas veces se trata de poner una etiqueta.
Antes era la de "herejes", después, en
tiempos de Franco, la de "comunistas" o " judeo-masónicos",
y ahora parece que es la de "anarcos". Hay etiquetas para
todo, y la sociedad se las pone a los grupos que le molestan, les pone
la peor que encuentra en su época, pues cada época inventa la suya
para desacreditar.
ESTAD ALEGRES Y CONTENTOS QUE DIOS OS VA A DAR UNA
GRAN RECOMPENSA; PORQUE LO MISMO PERSIGUIERON A LOS PROFETAS QUE OS HAN
PRECEDIDO.
De manera que, cuando os insulten, cuando os den de
lado, cuando os miren, cuando os nieguen el saludo, cuando os quiten el
puesto, dad un salto de alegría (ese verbo significa eso: "dar un
salto de alegría"), porque la recompensa es Dios mismo. Su reinado
es éste, es la expresión de su Espíritu, y el Espíritu es su amor,
su alegría. Vemos lo poco convencional que es esto. Cuando a uno le
hacen "una faena" o le ponen una zancadilla, en seguida se
pone a despotricar contra todo bicho viviente, y eso es normal; pero
inmediatamente hay que reaccionar, y decir: "esto es lógico: tiene
que pasarme; lo malo sería que no me pasara" (Pero que eso nos
suceda "Por fidelidad a El", no por tonterías que hagamos, ¡claro!).
Cuando nosotros queremos vivir este mensaje, lo normal es que le den a
uno esquinazo.
Y, además, añade Jesús: "porque lo mismo persiguieron a
los profetas que os han precedido". De manera que el cristiano es
profeta. Pero ya de otra manera, pues el profeta antiguo era el que
denunciaba con la palabra, y el profeta nuevo es el que vive la nueva
realidad. El profeta es el que denuncia y anuncia. Denuncia la
injusticia existente, y anuncia la esperanza. El antiguo profeta de
Antiguo Testamento lo hacía de palabra, y el del Nuevo Testamento (según
Mateo, porque Marcos nunca usa la palabra "profeta" para los
cristianos, por ser una categoría judía) es el que denuncia por las
obras y anuncia la esperanza, por su manera de vivir.
De manera que, cuando os rechace la sociedad, alegraos.
Naturalmente, esto se puede hacer "en el grupo", porque uno
sabe que tiene alrededor gente que lo quiere y que, si se encuentra en
mala situación, todos están dispuestos a ayudarle. Jesús nunca habla
del individuo aislado, pues éste no puede resistir la presión de la
sociedad, y tendrá que contemporizar antes o después. La seguridad va
a ser el grupo. Por supuesto, el amor de Dios va a ser una experiencia
del grupo, del amor del Padre que se manifiesta en los demás. Por eso
se puede ser dichoso, porque hay esa seguridad, que es la seguridad del
amor de los demás.
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